Limbo.
Deimon.
Salgo del agua en el lado del mundo sobrenatural junto a los Calvarias, estos últimos me miran y hacen una reverencia antes de que yo les de la orden de poder irse, los veo volar hacia el volcán antes de mirar a Bruce con una pequeña sonrisa. Este me observa por unos segundos antes de cederme el paso para comenzar a volar juntos hacia casa, nos detenemos a unos metros de casa para no ser escuchados por mi padre en plena madrugada. Guardo mis alas y miro a Bruce un rato más antes de abrazarlo.
—Gracias por haber ido, de hacerlo sola habría perdido el control y ambos sabemos que papá no me habría dejado cruzar la puerta— digo lo último con una sonrisa. Él palmea un poco mi espalda y se separa unos centímetros, algo parecido a una sonrisa permanece en su rostro.
—En mi defensa intenté detenerla, pero me temo que es igual de obstinada que su padre—
Suelto una pequeña risa antes de separarme del todo y comenzar a caminar a casa, en el pequeño recorrido que hago no puedo evitar pensar en todo lo que sucede, y llegar a la conclusión que el hecho de que Ryan esté pasando por esto se debe a mi mordida, porque sin ella sus células no habrían mutado tan rápido pero ahora tengo que dedicarme en corregir mi error en vez de lamentarme, de forma que también pueda salvar a mis amigos. Suelto un suspiro frustrante y me acerco a la ventana de la habitación, miro hacia el interior y respiro con tranquilidad al verlo dormido como si nada, sonrío un poco y en silencio apoyo las manos en el vidrio, tomo aire y en total silencio abro la ventana deslizando hacia arriba.
Sumergida en el mismo silencio entro y cierro la ventana tras mi espalda, para luego comenzar a deshacerme de mis botas y cambiar mi ropa a la del pijama, desato mi cabello y en puntillas avanzo hacia la cama pero me detengo a mitad de camino al sentir una sensación rara en el estómago. Llevo la mano ahí y me quedo en silencio para analizar lo que sentí, pero otro retortijón me ataca y esta vez algo sube por mi garganta que me hace cubrir mi boca con rapidez, y sin importarme el ruido corro hacia el baño y sin terminar de arrodillarme suelto el vómito. Me aferro al inodoro con fuerza y vomito como si me hubiera atragantado con comida durante todo el día, incluso cuando parece que termino otra arcada vuelve con más agresividad que la anterior, provocando que derrame lágrimas por la sensación. De pronto, siento que me toman del cabello y lo sostienen con tranquilidad mientras una mano traza suave caricias en mi espalda, así por dos minutos que se me hicieron largos y horrendos. Gruño con asco cuando dejo de vomitar y sin mirar a la persona tomo el papel que me tiende, limpio mi boca ignorando lo que acabo de expulsar mientras tiran la cadena y cierran la tapa del inodoro. Con gran malestar me siento en la tapa y tomo mi cepillo para comenzar a lavar mi boca, miro al suelo y niego con la cabeza cuando lo veo en cuclillas limpiando lo que no pudo llegar al inodoro.
—Yo lo limpio— digo con la boca llena de espuma.
—Solo es vómito, tú termina de lavarte— responde con voz suave y aguantando las muecas termina de limpiar. Se lava las manos y me observa antes de tocar mi frente con las manos limpias y secas— Estás un poco caliente—
Termino de lavar mis dientes.
—Estoy bien, solo me cayó mal algo que comí, es todo— digo para tranquilizarlo, pero él ya está frente a mí con un termómetro.
Lo miro con pesar y sin fuerzas para negar dejo que tome mi temperatura, hasta que lo saca y lo revisa para luego mirarme con preocupación.
—Tienes un poco de fiebre—
—¿Cuánto?— pregunto al verlo pasar frente a mí y abrir la llave de la ducha.
—Treinta y siete— responde con la mano bajo el agua para medir la temperatura— Metete— pide.
Lo miro por unos segundos antes de fijar mi vista en la ducha, con tal solo verla puedo saber que está helada. Hago puchero pero él no cede, con la cabeza agacha me deshago de mi ropa y me meto en la ducha pero no bajo el agua, acerco un pie y suelto un chillido para pegarme a la pared con ansiedad.
—Está fría— digo con voz chillona. Él asiente con tranquilidad.
—Te ayudará a bajar la fiebre, te daría medicamento pero no tengo nada para eso—
—Que mal servicio— me quejo, miro el agua con berrinche— No quiero— digo a punto de lloriquear, lo cual me recordó a Gilda y a mí cuando me enfermaba de pequeña.
Él suspira y rueda los ojos antes de deshacerse de su ropa y meterse bajo el agua como si nada, abro los ojos con gran impresión y niego con la cabeza cuando me extiende una mano.
—¡¿Cómo haces para bañarte así psicópata?!— pregunto en un chillido. Él me frunce el ceño ofendido.
—¡La psicópata eres tú que te bañas con agua hirviendo!— recrimina.
Abro la boca pero no estoy en el lugar para reclamar, y mucho menos con el bienestar. Cierro la boca y lo miro con desconfianza antes de aceptar su mano a regañadientes, con suavidad me jala hacia el agua y suelto chillidos por el frío, incluso retrocedo para huir pero él me jala con fuerza y me atrapa en sus brazos impidiendo que me escape. Me quedo quieta dejando que el agua me empape y me aguanto como guerrera las ganas de tiritar.
El frío es mental, el frío es mental.