Ryan.

Capítulo 27.

Pequeña revelación.

Max.

Bostezo con cansancio y paso las manos por mi cara antes de servirme una taza cargada de café, con los pies arrastrando por el piso camino a la sala y me siento en mi sofá-cama. Bebo con tranquilidad y frunzo el ceño al ver a la mini versión de mi hija correr de un lado a otro por la casa, mientras maldice en voz baja y se apresura en ponerse los zapatos de la escuela. Niego con la cabeza y continúo con mi desayuno cargado de aburrimiento hasta que ella se planta frente a mí, con el salvaje cabello castaño hecho un lío y su cepillo para el cabello en la mano.

—Necesito un moño con urgencia, mamá está ayudando a Nicky con la corbata y papá está organizando nuestros disfraces— pide con rapidez.

Ahogo el gruñido molesto que me provoca la petición pero dejo la taza de todas formas, me pongo de pie y ella me tiende las cosas antes de darme la espalda, observo su cabello con una mueca.

Odio hacer peinados.

Con suma concentración comienzo a desenredar el cabello y lo junto todo en una mano que tengo en el aire.

El cabello de esta niña cada vez es más largo.

Engancho el cepillo en mi cabello y aplano los cabellos locos que le quedan a ella.

—Gira— dicto. Ella capta la orden y gira en su lugar hasta que la obligo a detenerse, y aprovechando el torniquete que armamos bajo con lentitud, acomodo y ato hasta formar el moño deseado— Preciosa— digo al finalizar mi trabajo.

—Gracias Abu— dice mientras se observa en el espejo, me sonríe encantada y se aleja para terminar de arreglarse.

Feliz de estar tranquilo me siento para volver a mi estado somnoliento y amargado, pero la presencia de mi hija entrando a la sala me pone en alerta, en especial cuando me lanza unos pantalones, camisa, medias y calzado. La miro con el ceño fruncido.

—No me mires así y vístete, o llegaremos tarde— habla mientras se amarra el cabello.

—¿Tengo que ir?— pregunto con amargura.

—Es la primera obra de teatro de los gemelos, y prometiste que estarías ahí papá— me recuerda, hago una mueca ante esa promesa que no recordaba pero que tengo que cumplir obligatoriamente. La escucho chasquear los dedos para captar mi atención— Ya quítate esa sábana de la cintura y vístete— me apresura antes de desaparecer por el pasillo.

Suelto un quejido y me bajo la taza de un trago para comenzar a vestirme con pereza, la cual finjo cuando los gemelos aparecen con sus respectivos disfraces. Esta vez no puedo ocultar la mueca que me provoca verlos.

—¿Van a una obra de teatro o van a invocar los espíritus oscuros del bosque?— pregunto ante el disfraz, miro a Victoria— ¿Nena, eres un hada del bosque o el alma de una ex mujer casada que no supera su octavo divorcio? ¿Y muchacho, se supone que eres un duende divertido o la versión destartalada de Chucky?—

—Dale burlate, apuesto a que te habrían quedado mejor con tan solo veinticuatro horas de anticipación— me regaña el de pelo azabache al ingresar a la sala. Cruzo los brazos y lo miro con las cejas alzadas.

—Créeme, me habrían quedado mil veces mejor que esta basura que les hiciste a los gemelos— crítico. Él me pone los ojos en blanco y trata de acomodar los últimos detalles de los disfraces.

—No te preocupes papi, te quedaron bien— agrega la niña con una sonrisa. Él le da un beso en el costado de la cabeza y se agacha para arreglar las alas.

El varón me mira con los brazos cruzados y niega con la cabeza mientras que en silencio, y solo con los movimientos de sus labios dice: son un asco. Suelto una risa por eso y se gana un manotazo de su hermana, quien le regaña con la mirada y por las muecas y miradas seguidas a eso puedo deducir que están teniendo una conversación telepática. Pero se detienen ante la presencia de su madre que se planta en el espejo y trata de hacerse algo en los ojos que no consigo distinguir.

—Maldito delineador y pulso de persona con parkinson— se regaña con la mandíbula tensa.

Pongo los ojos en blanco y me acerco a ella, en donde le quito el delineador y con delicadeza limpio el enchastre que se hizo. Entrecierro mis ojos, y con suma concentración y con un pulso perfecto le hago un delineado que hará que cualquiera la envidie.

Y más con los ojos de su madre… aunque pudo haber nacido con un hermoso par de ojos grises pero el verde esmeralda está bien.

Ella emite una risa de boca cerrada ante mi pensamiento pero se mantiene en la posición estática para no arruinar el maquillaje. Termino de delinear y tomo dos mechones sueltos de su cabello para acomodarlos un poco en los costados de su cara, aprieto los labios y tomo el pequeño labial oscuro y con pequeños toques pinto sus labios, luego tomo la cosa que más de una vez la vi usar para las pestañas y sin cargarlo demasiado lo paso por sus pestañas. Observo a detalle mi trabajo y asiento en aprobación, tomo su rostro con delicadeza y planto un beso en su cabello con ternura, pero un extraño olor dulce llega a mis fosas nasales obligándome a separarme un poco y fruncir el ceño.

—¿Te pusiste un nuevo perfume?— ladeo la cabeza ante ese olor. Ella imita mi acción y niega con la cabeza antes de alejarse e irse con los gemelos.




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