Tara.
Ryan.
Con suavidad me bajo del Cerbero y espero a que este se encoja en los tres perros Rottweilers, acaricio sus cabezas y comparto una mirada con Max -quien aún sostiene a Midnight- antes de dar paso al interior de casa. Camino por la sala y me adentro a uno de los cuartos, sonrío y en silencio dejo un suave beso en la cabellera castaña, acomodo un poco su manta y salgo a la siguiente habitación que queda enfrente. Camino un par de pasos y dejo otro beso en la segunda cabellera castaña, con delicadeza meto los extremos de las mantas bajo el colchón y salgo de la habitación. Con un poco más de rapidez me dirijo a mi habitación pero al entrar frunzo el ceño por la ausencia de la castaña más grande, regreso a la sala y reviso la cocina por si la pasé por alto pero tampoco está ahí. Cruzo los brazos y miro a Max, que permanece un tanto tranquilo sentado en el sofá mientras alimenta a Midnight.
—¿Y Deimon?— pregunto. Él me mira de reojo y con disimulo mira hacia arriba.
Levanto la cabeza y abro la boca al verla amarrada en el techo con lo que parece una gruesa raíz negra, la cual rodea todo su cuerpo mientras otra más pequeña cubre su boca. Ella mira la cabeza de su padre con molestia y parece soltar gruñidos e insultos incoherentes, sacudo la cabeza y señalo la escena con incredulidad.
—¿Qué hace ahí arriba?—
—Te dije que tuve que recurrir a medidas drásticas— responde entre dientes.
Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza, me alejo en dirección a la cocina y regreso luego de unos segundos con una silla y un cuchillo, y sin perder tiempo y con delicadez corto el costado de la raíz. La bajo en mis brazos y ella se quita la raíz que cubre su boca, con gran fuerza me envuelve en sus brazos y se aferra a mí con desespero, con una pequeña sonrisa acaricio su espalda y beso el costado de su cabeza. Pero esta se borra cuando hago contacto visual con el castaño, este baja la cabeza y acto seguido su hija se separa de mí con lentitud, observa a su padre y baja la mirada con los labios apretados. Se aleja de mí y abraza a su padre con fuerza, este le regala una sonrisa y besa su frente con ternura, ella se aleja unos pasos de él sin antes dejar una suave caricia en las cabezas de los animales. Me da una corta mirada y se aleja en dirección a la habitación, suelto un suspiro al entender la señal y miro a Max.
—Es mejor que descanses, fue demasiado por hoy—
Él asiente y tras una corta sonrisa me alejo. Cierro la puerta tras mi espalda y observo su espalda, ella observa por la ventana con los brazos cruzados y baja la cabeza cuando siente mi cuerpo detrás del suyo, paso las manos por su cintura y acaricio el pequeño vientre con ternura. Apoyo mi mentón sobre su hombro y observo el exterior en silencio, ambos nos quedamos así por largo rato, disfrutando nuestra compañía y tratando de olvidar lo que ha pasado y los secretos dolorosos que hemos ocultado, todo para cuidar la paz mental del otro. Suelto un corto suspiro.
—Todo saldrá bien... encontraremos la forma de solucionar todo— susurro.
—Eso espero... — responde— Pero aunque logremos solucionar la mitad de las cosas, no habrá forma que detengamos lo que se viene, tarde o temprano habrá una confrontación y... no habrá alguien que salga ileso—
No respondo nada ante eso, porque aunque quiera contradecirla de todo corazón, ambos sabemos lo que sucede luego de esas guerras. Sin decir nada, nos decidimos por tumbarnos en la cama y tras acomodarnos nos quedamos sumidos en el silencio de la noche, ella es la primera en caer en el sueño profundo. Pero yo me quedo un rato más despierto, observando su silueta en la oscuridad y abrazando con un poco más de fuerza, como si con eso pudiera evitar que me la arrebaten de mi lado. Y tras dejar un corto pero suave beso sobre su hombro decido cerrar los ojos, para dejarme guiar por el sueño.
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Miro de reojo a la castaña, quien solo asiente en silencio y presta total atención a lo que Wishes explica, y cada tanto respira con fuerza y parece pensar en mil cosas pero sé que todo se reduce en lo mismo: contactarla. Y aunque la ayuda no nos vendría mal, en especial al ser alguien con el gran conocimiento del tema, aún no puedo evitar dudar sobre si deberíamos confiar o no. Y ella parece darse cuenta de ello, porque en seguida clava su mirada en mí en espera de mi opinión.
—Creo... que lo mejor es que ustedes respondan, es su decisión la que está en juego— digo, con mi mirada fija en los chicos.
Quienes fueron llamados y les contamos todo lo que ha pasado, desde los monstruos y lo del suero y mi secuestro. A su vez, confesamos lo que en verdad pasó con Dante y su muerte. En todo momento ellos escucharon con atención y no pudieron evitar las emociones encontradas acerca de todo, pero al final todo se dirigió a una pregunta: ¿qué quieren hacer? Y todos opinaron lo mismo: contactar a la única persona que sabe de esto. Ellos se miran por unos segundos ante la espera de la castaña, y la miran con decisión varios segundos después.
—Hazlo—
Ella asiente y mira a Wishes, quien le sonríe y le explica lo que debe hacer. No tarda en alejarse unos metros de nosotros y tras mirar a los chicos por última vez, hace caso omiso a su petición. Toma aire con fuerza, hace brillar sus ojos y marcas, y con gran volumen suelta el rugido con el nombre de nuestra salvadora. Los árboles se mueven con agresividad hacia una dirección y las aves vuelan despavoridas por el rugido, con agotamiento se detiene y mira a la mujer de ojos oscuros.