Ryan.

Capítulo 30.

Confrontación.

Nicky.

El sonido de la puerta llama mi atención y sonrío al ver al abuelo entrando a casa, y se detiene en seco al ver a mamá sentada en el sofá con un teclado en el regazo, y sumida en concentración toca las teclas llenando el silencio de la sala con la nota musical. Mi gemela la mira sentada en el suelo con las piernas cruzadas, y yo me quedo tumbado en el sofá individual con mi vista fija en la expresión perpleja de mi abuelo. Desde donde estoy escucho con claridad el momento en el que traga saliva con fuerza, y como si algo hubiera despertado en su interior relame sus labios y se esfuerza en controlar su voz.

—¿Tocas?— pregunta con firmeza.

Pero sé que es fingida, y el hecho de ver a mamá con un teclado crease esa reacción me llena de curiosidad. Por lo que sin ningún tipo de disimulo me acomodo y lo observo con más atención de la necesaria. Él lo nota y me entrecierra los ojos, hago lo mismo y paso la mirada por mamá y la regreso a él.

—Un poco— responde ella. Levanta la cabeza y le sonríe— Cuando era más adolescente un profesor de mi instituto me dio clases de piano, según él tenía buen oído y me ayudó un poco—

Él ladea la cabeza y poco a poco se acerca a ella.

—¿Y por qué lo dejaste?— indaga. Ella se queda en silencio y se encoje de hombros.

—No lo sé, la verdad— confiesa.

Él se sienta a su lado y observa el gran teclado que yace en el regazo de mamá, escucha con gran atención cada sonido y por su mirada parece pensar a toda velocidad, hasta que levanta la mirada y los ojos grises encuentran los míos. Levanto y subo las cejas con diversión, él pone los ojos en blanco y regresa su atención al teclado.

—Hace unos años...— comienza.

—Siglos— corrigo entre una tos intencionada. La mirada de mamá cae en mí y yo solo finjo inocencia.

—Como decía— habla con una corta mirada a mi persona— Hace unos años, cuando era más adolescente yo solía practicar un poco de música, y no es por aludir pero era muy talentoso, diría que el mejor pero no soy quien para opinar— cuenta.

Cuanta humildad.

Mamá suelta una pequeña risa burlona, no sé si porque leyó mi pensamiento o porque lo comparte, pero por la forma en la que se acomoda y lo mira divertida parece que es la segunda opción.

—¿Insinúas que mi talento musical lo heredé de ti?—

Él bufa y se lleva una mano al pecho con modestia, pero todos los presentes sabemos que no es cierto. Mi abuelo es todo menos humilde.

—No tienes que decir eso, ¿qué pensará tu madre?— todos le levantamos una ceja con burla, él se ríe y se acomoda al lado de mamá para dejar el teclado sobre una pierna de él, de forma que ambos lo comparten— Pero, si quieres presumir eso primero deberás probar que lo tienes—

Mamá le entrecierra los ojos ante el reto, pero no omite objeción, solo se prepara y deja ambas manos al aire en la espera de que él empiece. Mi abuelo sonríe e imita su acción, para empezar a tocar un par de notas al azar, mientras ella escucha atentamente y replica cada nota pero más aguda. Él asiente y comienza a agregar más notas y con un poco más de rapidez, ella sonríe y con gran calma le demuestra su talento al realizarlo a la misma velocidad. Hasta que él se detiene y la mira con los ojos entrecerrados, y una sonrisa maliciosa.

—Nada mal—

—¿Es todo lo que tienes?— provoca mamá.

Comparto una mirada con Vicky y ambos nos acomodamos en nuestros lugares para presenciar el momento, como si fueran luchas ilegales y estemos apostando bastante dinero. Mientras tanto, mi abuelo suelta una risa y truena su cuello, demostrando que se ha tomado el reto en serio. Observa el teclado y con calma toca las primeras notas, mientras mamá escucha y replica cada nota a la perfección, para que poco a poco el ritmo y la velocidad aumenten y pareciera que se ha transformado en una orquesta, con la excepción de que no hay más instrumentos pero que suena igual de emocionante. Ambos comparten una corta mirada pero sé que se han entendido a la perfección, porque sin siquiera decir nada reducen el ritmo y la velocidad, para comenzar a tocar al compás una melodía que tanto mi gemela como yo desconocemos, pero que se escucha gratificante. Ambos tocan con sonrisas en el rostro, y sus manos se mueven con agilidad sobre el teclado y en ningún momento se pierden o confunden de tecla, es como si sus mentes se hayan convertido en una y hayan decidido mostrar el talento y la pasión en una melodía angelical. Y a medida que la canción escala notas más altas y rápidas, las marcas de mamá comienzan a desprender su característico brillo blanco y azul, empezando por las manos y escalando por los brazos hasta llegar a todas partes, incluyendo la de las sienes.

Entre abro la boca con admiración y estupefacción, cuando a mi abuelo le sucede lo mismo en el segundo que mamá recuesta su cabeza en el hombro de él, provocando que sus marcas desprendan el mismo brillo. Pero como si no fuera poco, pequeñas e inofensivas ondas de energía se desprenden de ambos, las cuales se esparcen como si fueran notas musicales que flotan en el aire. El grito ahogado de mi gemela llama mi atención por completo junto a los otros dos, ella abre los ojos en grande cuando sus marcas comienzan a brillar como las de mamá y el abuelo, pero no desprende ninguna onda de energía sino que las que se han expandido entre nosotros comienzan a rodearla. Estas giran a su alrededor con calma, provocando -de alguna manera que desconocemos- que Vicky comience a flotar en medio de la sala, mientras que cada marca brilla con más intensidad que antes, pero no parecen herirla. Ella clava la mirada en nosotros con sorpresa, pero aunque mamá o el abuelo tengan la intención de acercarse, no lo hacen y se quedan viendo lo que sucede a la espera de que termine sin detener la canción. Como si ellos supieran lo que sucede.




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