Castor Blake se convirtió en el punto de encuentro de ciertas familias elitistas, costa, yates, restaurantes, clubes y todo lo necesario para una aventura de verano.
En esos momentos era la mejor elección para los días de calor, aunque no era la elección original porque muchos optaban por ir a refrescar sus humanidades en las playas de Florida.
Ana Rothern veía por la ventana el ambiente tan relajante que tenía el mar; es más, muchas familias se desempacaban frente a hermosas casas para pasar las vacaciones.
Su madre, Gloria, se abanicaba con un soplillo colorido y se quejaba del calor. Su padre, Frank Rothern, refunfuñaba por el tránsito y por lo que se quedaba atrás.
—No resisto este calor, espero que todo esté listo al llegar, desempacar es tedioso.
—Parece que todo el mundo viene hacia acá.
Ana entonces les dijo entusiasmada.
—Es por las sirenas, dicen que ha habido avistamientos de algunas por las costas de Castor Blake.
Su padre espetó con tono osco.
—Pamplinas, idioteces de mentes impresionables.
Ana pensaba que era emocionante ver cosas en pleno milenio: fantasmas, apariciones en los cielos de naves de otro plano, criaturas extrañas en lagos, ríos y demás. Pensaba que solo los afortunados pasaban cosas raras y especiales o sobrenaturales.
—Espero que Elisa esté en la casa, odio esperar, odio lo que hace…
Su padre y sus odios, parecían que tuviera odio para muchas generaciones, aunque solo esperaba que su gemela estuviera, tenía meses sin verla.
Esos días cumplían años, 20 para ser exactos, y definían sus vidas después de ese verano. Su padre interrumpió sus pensamientos diciendo.
—Ya tengo un pretendiente para ella, que es Harry Dickens, estudiante de abogacía de una gran familia.
Elisa odiaría la idea, ella había dejado todo por ir tras su sueño. La fotografía de paisaje y le iba bastante bien. Cuando vio la casa, sintió un gran alivio, solo esperó encontrar a su hermana y poder pasar juntas.
Apenas llegaron, un joven los esperaba con un diario local.
—Bienvenidos, el diario de Castor Blake.
Su madre lo tomó con una sonrisa y leyó. Joven capta avistamiento de una sirena, estuvo varios días sin hablar.
—Suena muy interesante… Me gustaría escuchar algo como eso.
Entraron en la casa y gracias a Dios estaba todo listo.
—Una hora más y me hubiera vuelto loco —farfulló su padre.
—Voy arriba.
Ana corrió a toda velocidad esperando encontrar a su hermana y cuando abrió su cuarto quedó sorprendida: En el cuarto de su hermana había toda clase de aparatos desde radares, radios, impresoras que en ese momento botaban fotos hermosas que su hermana tomaba en vivo. Además de computadoras y alta tecnología.
—Esto es súper…
—¡Qué mierda es esto!
La voz de su padre la hizo saltar en su puesto, miraba todo con suma atención.
—¿Qué pasó aquí?
—Parece que Elisa lo compró, es un gran equipo.
—Equipo y una mierda, ella se va a casar con el chico Dikens.
Para su padre no había otra cosa que ser abogado, doctor y doctor cirujano. Ella seguiría su legado fielmente para continuar con la rama de abogados en la familia; sin embargo, Elisa eligió su propio destino y por eso la admiraba.
Analizaba las fotos que eran de la playa, de gaviotas, del mar, eran lindas tomas que podía ver y recordó que cuando cumplieron los 17 años, su hermana recibió como obsequio una cámara y tonteó usándola de modelo.
—Eres divina, hermosa… Entonces como eres igual a mí, lo soy también.
Eran como dos gotas de agua. rubias, ojos claros y delgadas, sin mucho pecho y de nalgas chatas, no era la mejor descripción del mundo, pero al menos al sonreír se les formaban los hoyuelos y les daba encanto a sus rostros.
Eran altas y desgarbadas, para la sociedad en que se movían podían ser perfectas ya que encajaban en el perfil de chicas de sociedad no muy llamativo y elegantes.
Fue en ese momento cuando le tomo su quinceava foto que le dijo.
—Quiero dedicarme a esto.
—¿A la fotografía?
—Sí, es hermoso poder captar momentos. Es la única vez que puedes detener el tiempo y eternizarlo.
—Eso sería un lindo pasatiempo.
Entonces Elisa le indicó.
—Hablo de una forma de vida, vivir de eso.
No sabía hasta ese punto si se podía vivir tomando fotos a las personas y la idea de ver a su hermana retratando personas en eventos familiares no era muy glamorosa.
—No creo que sea buena idea.
Entonces con ese estilo rotundo le confesó.
—Nunca seré abogada, ni doctora, ni nada de lo que otro quiere que sea, seré lo que yo desee ser…
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Editado: 30.09.2025