S. O. S. Elisa

Cap. 3 Ni señales de ella

La policía estaba en la casa, Ana estaba en shock, escuchaba al policía decir que no había indicios ni señales del yate de su hermana. Su padre vociferaba.

—¡Esto no puede ser!

—Lo que estimamos es que tal vez fue una víctima del Triángulo.

Frank, con ira encendida, se acercó al la policía y le espetó.

—¡Eso es una pendejada, una falacia!

Su mujer lloraba y Ana no podía articular palabra, no superaba no saber de su hermana. Trevor llegó en esos momentos alterados.

—¡Qué le pasó a Elisa!

Frank, con ese aire de abogado, lo enfrentó y les dijo a los policías

—De seguro este zoquete le hizo algo a mi hija.

—Yo nunca le haría daño a Elisa.

Se armó una guerra de gritos. Ana subió a la habitación que Elisa adaptó para sus equipos y comenzó a mirar las fotos. Las siete últimas evidenciaban que algo malo le había sucedido a su hermana. Se tocó el pecho y recordó ese sonido… ¡Dios, ese ruido la aturdía!

Se asió al comunicador con fuerza y comenzó a llamarla.

—¡Tierra llamando a Elisa! ¡Tierra llamando a Elisa!

Se le devolvía solo un ruido blanco. Nada como si no estuviera allí. Tomó las fotos y las guardó en un sitio seguro, su padre entró con la policía.

—Este es el sitio. Mi hija la llamó cuando sucedió todo.

—Dios, son iguales —miraba la foto—, gemelas, ¿verdad?

—Sí, claro, dile todo lo que pasó ese día.

Ella, tartamudeando, le explicó lo que su hermana le había dicho.

—Dijo que el bote se movía… Dijo Ana, me muevo…

—¿Estaba asustada?

—Sí… La escuchaba lejos… Se alejaba, algo se la llevaba —sollozó.

El policía estaba convencido de que no la encontrarían y, aunque se armó una búsqueda exhaustiva por toda la bahía, se hizo una inspección en la zona del incidente. No había nada, simplemente ni pedazos del bote, nada.

Frank llegó a casa cansado de la última inspección y cayó en el mueble como un fardo. Gloria meneó la cabeza y lloró amargamente, y su marido le anunció.

—Van a parar la búsqueda.

—Pero no la han encontrado…

—Para todos los efectos, ella está muerta, tres meses en esto y nada.

Ana escuchó esto y salió corriendo a la calle, corría como loca hasta que las fuerzas no le dieron más y se aferró a un poste, lloraba con desesperación y…

—¿Usted es la chica que desapareció?

Ana recuperaba el aliento y miró a un joven con gorra, short y camiseta, no debía de sobrepasar los 17 años.

—No, ella es mi hermana.

—Cielos, son iguales —le tomaba una foto—. Es para el álbum de lo extraño.

Ana se arrimó al poste y entonces le preguntó.

—¿Qué es eso del álbum de lo extraño?

—Soy investigador de cosas paranormales, tengo un canal en redes que se llama Castor Blake paranormal.

Ana no entendía nada, sentía un inconmensurable vacío en su alma, como si le hubieran arrancado algo de muy adentro y ella le comentó.

—Acaban de cesar la búsqueda de mi hermana —sollozó.

El joven se presentó.

—Mi nombre es David Clayton y vivo aquí… desde siempre y mi interés por los raros por la historia del pueblo.

Ana se pasó una mano por el cabello y le preguntó.

—¿Qué historia?

—Bueno, sucesos paranormales, avistamientos de ovnis, sirenas…

—¿Sirenas?

—Sí, siempre —el chico pareció entusiasmado—, tengo una teoría…

El chico miró a todos lados y entonces la invitó a un café. Era muy raro que un adolescente la invitara a un café, el chico se quitó la mochila y sacó su laptop.

—Estamos en un punto estratégico para todo lo raro, es por el triángulo, estamos en su zona, recibimos sus rarezas…

Ana le preguntó.

—¿Consideras que la gente se pierde en el Triángulo?

El joven la miró sorprendido.

—Es más que eso, la gente simplemente desaparece, va a otro lado.

—¿Qué lado?

—Eso es lo raro, tal vez a un portal dimensional, esa es mi teoría, creo que la teoría de muchos —probaba su café—, estoy investigando sobre eso.

Ana quería respuestas.

—¿Consideras que mi hermana está viva?

—No lo puedo decir. Nadie vuelve, pero los barcos sí, aunque vacíos.

Le mostró varios videos de barcos fantasmas.

—Son barcos que desaparecieron años atrás y ahora aparecen vacíos…

—¿Desaparecieron allí?

—Sí, todos, hace quince, veinte, treinta años. Si entran, salen, ahora hay que saber de dónde.




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