“Elisa… Elisa, no te veo… Elisa”, corría tras el Tiovivo en donde su hermana estaba subida, “Elisa…”
Su padre la había tomado en brazos.
—Tranquila, Ana, ella volverá… —Entonces la vio aparecer haciendo de la mano—. ¡Ves! Allí está.
Ella le tenía terror a los caballos que giraban, pero Elisa no. Cuando bajó vio a su hermana.
—Tuve miedo de no volverte a ver.
—Tonta, siempre me ves, solo giro y giro y giro.
Para Ana era terrorífico, siempre fue muy engreída y débil, y su hermana siempre la cuidaba.
Las dos pequeñas rubias iban tomadas de las manos riendo.
—Elisa, ¿dónde estás?
Se vio caminando por una playa inmensa y solitaria, podía escuchar el rugido del mar y veía cómo las olas se acercaban cerca de sus pies, entonces la vio, sonrió y la llamó. Elisa la miró, no se movía.
Corría hacia ella, pero sentía que sus piernas no le daban y su hermana no se movía.
—¡Elisa! ¡Elisaaa!
Despertó asustada y miró qué estaba en su habitación, todo había sido un sueño, entonces se dijo que buscaría pistas en la habitación de su hermana.
La habitación de Elisa no había sido alterada. Su decoración tenía inclinación al mar, vio en marcos varias fotos que había tomado que le daban al entorno una gracia especial, además de unas conchitas y caracolas pequeñas cerca de la lámpara.
—Deben ser especiales.
Abrió unos cajones. Ropa interior, blusas, pantaloncitos, todo casual, algunos vestidos en el armario y vio una caja con rosas en la tapa y abrió.
Había fotos en blanco y negro de ellas, fotos del mar, un sobre con un beso, un condón… rio nerviosa.
Recordó cuando le bajó su regla y estaba incómoda y se lo dijo a su hermana.
—Odio esta cosa, no me gusta.
—¿Estás loca? Es lo mejor que nos pudo pasar, ahora somos mujeres, somos chicas grandes.
Ella, toda encogida, veía a su hermana radiante y entonces le comentó.
—Tengo miedo…
—Es lo que esperaba, ahora podré coger con chicos, saber lo que es el condón… ver penes…
Ella estaba roja, avergonzada.
—¡Voy a saber lo que es coger!
—¡Cállate loca!
—Quiero que todo el mundo sepa que VOY A COGER CON TODOS.
Así de loca era su hermana, de todo hacía una fiesta y celebraba como si fuese una reina, en cambio, ella era toda opacada, nunca sacó su lado sensual, siempre se sintió como una tortuga, apenas asomando su cabeza para ver la realidad.
—Apuesto que te divertiste mucho con chicos apuestos.
Encontró fotos tomadas en los jardines de los vecinos, eran buenas fotos de rosas, amatistas, no me olvides.
Luego buscó en la cómoda, encontró un diario y comenzó a ojearlo, era normal porque solían intercambiar diarios y ponían vivencias de la otra, pero este diario era diferente, nunca lo había visto.
Se sentó en la cama a leer y lo primero que encontró fue una rosa seca prensada y en esa página decía. Regalo de Steven, luego leyó.
“Odio a papá, siempre desea que sea como él, pero nunca podré ser una acartonada y aburrida abogada… Quiero vivir una gran aventura, conocer al tipo equivocado y tener mucho sexo con él”.
Ella vio que había imprimido cierta fuerza a las letras que pasaban a la página de atrás, de seguro era un diario de la ira. Solían bromear con escribir todo lo que les molestaba en una especie de cuaderno, ella nunca lo hizo, pero Elisa sí.
“Odio que mi gemela acepte todo lo que mi padre dice, es como si no tuviera voluntad de escapar. Ella nunca será feliz de seguir con toda esa mierda de actitud”.
Y lo era, siempre le dio miedo desobedecer a su padre y que le dijeran chica mala. Siguió mirando las hojas de odio que su hermana escribía hasta que vio las fechas recientes.
“Odio que me guste alguien como Trevor y que actúe como mi protector, no lo es, no necesito un protector… no necesito otro padre en mi vida”
Trevor no estaba nada mal, solo que se las daba de protector, entonces leyó las últimas anotaciones.
“Hoy lo escuché por fin. Era el canto más raro y doloroso que pude oír. Un marinero me dijo que no le diera importancia que eso es el mal, pero siempre he creído que hay cosas en Castor Blake atrapantes, ¿quién hacía ese canto? No lo sé, pero después de escucharlo sentí que estaba renovada y con deseos de seguir adelante”.
¿Había escuchado una sirena? Siguió con la siguiente hoja.
“Trevor me dijo que conoció a un marinero que decía que las sirenas esperaban un sacrificio cada cierto tiempo en el pueblo. Es muy raro, él nunca oye nada, pero sabe cosas el maldito, me gusta que sepa. Tal vez el sacrificio sea yo”.
Ana pensó entonces. Ella las escuchó, ¿será que la eligieron?
Recordó la noche en que jugaban en la playa. ¡El mar se la llevaba!, entonces la habían marcado. Si a ella la marcaron, entonces ella haría lo mismo.
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Editado: 18.10.2025