Era todo tan extraño, bajó con el libro que debía tener muchos años. La cubierta tenía piedras de mar y conchillas incrustadas; lo verde era de una textura muy rara, y una sirena tallada en el centro. Olía a algas viejas.
Caminó de regreso al campamento en donde estaba su grupo. Si le habían dejado ese mensaje, era por alguna razón, aunque esperaba hablar con un humano.
Leslie estaba nerviosa, había pasado más de una hora sin saber de su amigo y Doug se acercó.
—Voy a cantar de nuevo.
—Escucha, yo… Voy a buscar a David.
—Ok, ten cuidado.
Ella caminó por la playa, iba en dirección hacia la iglesia de los santos piratas y entonces lo vio caminando de regreso y sonrió.
—David.
—Leslie.
—¿Qué pasó?
—No lo sé bien… —le mostró el libro—. Es lo que me dejaron.
—¿Un libro?
—Parece interesante.
Ella sacó su linterna y miró la portada y comentó.
—Al menos tiene una excelente presentación.
—Dice que es un diario.
—Suena interesante.
Caminaron de vuelta y ella le comentó.
—Tienes agallas para lanzarte a buscar respuestas.
Él sonrió y se acercaron al grupo, mientras su amigo cantaba una triste canción.
—Hola.
Tomó asiento y le dieron una soda de uva y comenzó a relajarse. Su aventura se había concluido.
Ana veía los miles de comentarios que tenía en su blog. La gente enviaba testimonios de avistamiento, de sirenas, de escuchar su canto y otros de teorías conspirativas del gobierno.
—Todos saben algo, a su modo.
Seguía leyendo comentarios y mirando la pantalla de su laptop. Hasta que leyó a una mujer que le decía.
“¿Escuchaste a mi padre? Nunca pude volverlo a oír en 10 años”.
Dudó en responder y lo hizo.
—Eso parece.
“¿Se lo escuchaba bien?”.
Tuvo que ser sincera.
“No, no se lo escuchaba bien, se escuchaba asustado”.
Silencio.
Odiaba todo eso, se apartó para asomarse y mirar desde su ventana al mar embravecido.
—Sé que la tienes en algún lado y te la voy a quitar.
Ana estaba decidida, sin entender las implicaciones que eso conllevaría.
Doug cantaba una canción.
“Cuando calienta el sol aquí en la playa…”
Le daba con pasión a su guitarra y todos sonreían y escuchaban emocionados las letras.
David quería leer el libro, no pensaba en nada más y Leslie le comentó.
—Pensé que deseas esto tanto como todos.
—Quiero saber del contenido del libro, ¿tú no?
—Es que yo vivo el momento, creo que debes hacer lo mismo.
Respiró hondo, tenía que aprovechar ese instante, no vendría otro igual, así que se conectó en ese momento con sus compañeros.
Ana no había pegado los ojos en toda la noche, de hecho, se dio cuenta de que mucha gente compartía experiencias y pareceres en su blog.
Decidió caminar y pensar en lo escuchado del capitán Gaullier y sus palabras, se había sorprendido de hablar con una humana.
Eso le hizo pensar que había algo que no era humano pululando, pero le dio esperanzas, había más gente viva… Pocas, pero podría ser que Elisa estuviera entre esas pocas.
Su hermana nunca fue una débil, ella debió estar viva, ahora había que descubrir dónde.
Demasiado peligroso. Ella respiró, entonces no era un sitio tranquilo, debía de estar preparada para lo que sea.
Vio al joven Barret parado viendo al mar, eso llamó su atención y caminó a él.
—¿Qué haces?
—Las escucho… —señaló al mar.
—¿A quiénes?
—A ellas, a las mujeres del mar.
Ella solo miraba una mañana agitada en donde olas se alzaban frente a ellas.
—¿Las escuchas?
—Sí… Me llaman.
—¿Qué te dicen exactamente?
—Que vaya a unirme a ellas.
—¿Quieres ir?
Él la miró y le respondió en ese momento.
—No tengo elección.
Ana le dijo entonces.
—Claro que la tienes, debes irte de aquí, nada te une a ellas.
—Es que es tan fuerte…
Entonces apeló a lo único que podía hacer en esos momentos.
—¡Escuchen! ¡Escuchen mis palabras, criaturas! —comenzó a gritar.
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Editado: 18.10.2025