No sabía qué buscaban, viraron todos los muebles y ella sacó su móvil y puso uno en vivo y todos podían ver cómo cateaban la casa.
—Si me dicen lo que buscan.
—Buscamos las fotos.
—¿Las fotos de mi hermana?
—Las que colgó en internet.
Ella vio que subían y los siguió diciendo.
—Sé, mis derechos no pueden llevarse ningún equipo.
Ellos revisaron la habitación de control y vieron las fotos en la computadora.
—La tengo.
Uno de ellos colocó un dispositivo y se llevó la información de lo que tenía en el computador.
—Esto no es legal.
Le pusieron la orden en la cara y salieron con ese aire marcial. Ana miró la computadora de su hermana y revisó lo grabado.
Todos estaban indignados con respecto al lo pasado.
—Vas por buen camino, no te rindas.
—Si te atacan así es porque sabes algo que ellos desean.
Los mensajes de respaldo no se hicieron esperar. Trevor llegó asustado y miró el desorden.
—¡Ana!
Ella bajó y lo vio pálido analizando la escena.
—Ana, cuando me lo dijeron…
—¿Qué te dijeron?
—Que vieron a la policía en tu casa, pensé que Elisa…
—No, ellos vinieron por las fotos de Elisa, por las fotos de las sirenas.
Trevor sorprendido, comentó.
—¿Por las fotos?
—Sí, se llevaron toda la información de Elisa.
—¿Las fotos también?
—No, eso no, las había escondido.
Esa chica tenía agallas y la vio ordenando todo el lugar.
—¿Qué se llevaron?
Ella le indicó lo que entendió.
—Parece que se llevaron copias del CPU del computador de Elisa.
—Entiendo.
—No, puedo creer que estén interesados en ese asunto y no en buscar a mi hermana.
Tal vez ella no veía las cosas como los demás, miraba, y ella se detuvo a teclear en su móvil.
—Estoy bien, me dio un poco de miedo, pero sé que voy por buen camino.
Trevor le preguntó.
—¿Con quién hablas?
—Con la gente que cree en mi causa, gente que me apoya.
Su corazón estaba agitado y sentía nervios por todo lo que pasaba en su vida.
David llegó a casa y su ánimo no era el mejor, odiaba trasnochar, casi arrastraba los pies y su madre al verlo despeinado y con un puchero en la boca de molestia.
—¿Linda noche?
—Olvidaba que odiaba desvelarme.
—¿Te divertiste?
—Sí, canté canciones en la fogata y hablé de muchas cosas con mis amigos y tengo sueño.
Lo vio caer en el mueble como un fardo y ella meneó la cabeza y se fue a seguir su trabajo.
En su sueño se vio subiendo escaleras, tantas que no parecía tener fin, y comenzó a desesperarse.
—No… no hay salida… —entonces escuchaba un canto fuerte que llenó todo el ambiente—. No… ese canto… no.
Su madre se asomó y lo vio inquieto y se acercó a él.
—¿David?
—No… que se callen… no…
—¡David!
Él se despertó exaltado, mirando a todos lados.
—¿Dónde estoy?
—En casa, ¿qué tienes?
Se pasó una mano por el rostro y le dijo a su madre.
—El mueble no es un buen lugar para dormir.
—Anda, cámbiate que preparé la cena.
—¿Cena?
—Son las siete de la noche.
Eso lo dejó en shock y preguntó.
—¿Dormí tanto?
—Estabas muy cansado, supuse que es lo que necesitabas.
Movió sus hombros con dificultad y sintió que había caído en un bache temporal. Tomó su mochila y miró el libro.
—Tengo que leer esto.
Se fue a su habitación y recibió una notificación sobre el asunto de Ana y la policía.
—Allanan, casa de joven que reveló la existencia de sirenas.
Pensó de lo que se había perdido y entonces tenía que estar pendiente de sus amigos. Se fue a duchar y después de cenar, salió a visitar a Ana.
Ana miraba una de las esferas que su padre coleccionaba y pensaba en cómo la vida daba vueltas, como en ese Tío vivo, cada giro, una sorpresa.
No había arreglado mucho y no sabía qué más hacer, ni cómo iniciar la búsqueda personal de Elisa.
Se pasó una mano por su cabello y su padre la llamó.
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Editado: 18.10.2025