S. O. S. Elisa

Cap. 10 La mansión Blake

Ahora tenía un grupo de expedición, miró la llave y le tomó varias fotos, no entendió por qué le dio cierto temor ver la imagen de una sirena. Cuando la analizó con una lupa, vio que tenía una fecha: 17 de abril de 1777, o sea, que esa pieza era histórica.

Le tomó varias fotos y busqué en el diario y vio una sirena muy parecida a la del llavero esculpida en la portada, abrió para leer otro poco de la historia.

“Solo tenía que darle lo que ella quería y fui donde la bruja y le pedí consejo.

Ella dijo que debía entregar a mi primogénito a la sirena en el claro y que debía encender velas alrededor y pedirle un favor a ella y con la ofrenda no se negaría a darme cualquier cosa”.

David dejó de leer y miró al llavero, y su corazón agitado pensaba: lo hizo, fue capaz. Leer le dio miedo.

Todo toma su tiempo y eso me llevó algunos meses. Me casé con una joven del mar y pronto tenía el fruto de esa relación. Su nombre era Paolo.

Tenía que hacer el ritual, era un pequeño sacrificio que debía hacer, solo quería una cosa: poder, el poder que me volvería el hombre más rico y poderoso de la zona.

Esa noche hice el ritual, coloqué velas y una ofrenda de miel y a la media noche ella acudió y sonrió al ver al pequeño en brazos.

¡Santo Dios! David estaba aterrado.

—¿Es él, tu hijo?

—Sí, mi primogénito.

Me metí en el agua y ella sonrió y se lo tendí en señal de lealtad y confianza.

—Te lo doy a cambio de algo.

—¿Qué quieres?

—Poder, riquezas… ¿Me las darás?

—Sí, pero si quieres que tu familia goce del eterno poder, deben de darme un hijo cada 100 años.

¡Un hijo cada 100 años!

Ese fue nuestro pacto, se llevó a Paolo a las profundidades y todo, todo comenzó a cambiar para mí.

Estaba loco, eso era una locura, lo que había leído no podía ser cierto, ¿para qué necesitaba una criatura un bebe humano? Era aberrante.

Ahora, Ana quería hacer contacto, pero eso podía ser peligroso y no sabía lo que les esperaba en la mansión Blake.

Cuando preparaba las cosas para la excursión, solo pensó en que tenía que llevar un arma. Tomó un bate y algunos petardos, fósforos y una potente linterna, una botella de agua, las llaves y el diario.

Grabó antes de salir.

—Aventura en la mansión Blake, veremos si tenemos oportunidad de un avistamiento o contacto con seres especiales. No se lo pierdan.

Tenía que mejorar su introducción, pero no tenía tiempo, debía reunirse con el grupo que lo esperaba en el puerto.

Caminó con su mochila y videocámara lista para grabar cada detalle y vio a todos esperando y Ana con un short y una bolsa y a Leslie y a Doug con sus mochilas y listos.

—Hola a todos.

—Estamos listos para la aventura —dijo Doug.

—Les presento a Ana Rothern, ella perdió a su hermana en el triángulo.

Ellos la miraron sorprendidos de la referencia.

—Hola, chicos.

—Tengo que grabar.

Comenzó a grabar al grupo y a narrar lo que harían en esos momentos.

—Tenemos que tomar una barcaza para tener acceso a la mansión Blake, casa del que fue fundador del pueblo, Castor Blake.

Doug acomodaba la lancha para la vuelta. Eran las diez de la noche y todos con chalecos salvavidas iniciaban el recorrido.

David filmaba los alrededores y veía como se iban alejando del muelle, Doug que conocía ese acceso no sentía miedo, más sí curiosidad, pues hacía muchos años que no iba y se los dijo en esos momentos.

—Cuando era niño vine un par de veces —les contó—. Es una gran casa, podía perderme en ella y era muy… rara.

—¿Por qué? —preguntó Ana.

—Era muy fría, es lo que recuerdo, lo frío que era y esos extraños grabados de sirenas, me sentía como el cuarto de una chica fantasiosa.

Ella sonrió y se dijo: alguien seducido por la sirenita.

Doug les señaló el muelle y les comentó.

—Es allí, tenemos que orillarnos.

Así lo hicieron y David comenzó a filmar todo con detalle.

—Usen sus linternas, no queremos accidentes.

Ana alumbraba su lado y subió ayudando a los chicos y David filmaba la entrada, tenía una sirena tallada en piedra.

—Es un grabado muy hermoso.

Caminaron por el pequeño muelle a un portón y David sacó las llaves.

—Supongo una de estas abre.

Comenzó a probarlas en la cerradura y una calzó. Ellos sonrieron y entraron por un portón con detalles del mar.

Doug revisó si podía encender las luces y logró que el camino que llevaba a la puerta de atrás se iluminara.




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