David se sentía culpable de ocultar algo tan importante como el libro y se detuvo cuando volvieron a la sala y les dijo a todos.
—Tengo que mostrarles algo.
Sacó el viejo diario y se los enseñó.
—Doug, es el diario de tu antepasado.
El joven lo tomó con sorpresa y Ana le preguntó.
—¿Qué tiene de relevante?
—Cuenta que Castor Blake hizo contacto con una sirena, una tal Valenta y… —miró a Doug—. Él hizo un pacto con ella.
Doug alzó la mirada, sus profundos ojos azules lo miraron con curiosidad.
—¿Qué tipo de ofrenda?
—Ofrendó a su hijo a la cosa.
—¿Qué? —dijo Leslie.
—Eso dice, la cosa le pide un hijo y él se lo dio y por eso tuvo poder y dinero.
—¿Un pacto satánico? —preguntó Ana.
—Así parece.
Doug miró algunos dibujos que había hecho su antepasado; eran sirenas rodeando barcos.
Ana estaba helada, el frío de su humedad y lo escuchado la hizo entrar en temor.
—Él ofrendó a su hijo… ¿Estaba loco o qué? —tiritaba.
Doug lo notó y le dijo a la joven.
—Te ves mal, debemos irnos de aquí.
David guardó el libro y salieron de allí. Ana volaba en fiebre y miraba al mar.
—Tienes que ir al médico.
—Estaré bien, solo quiero abrigarme.
Cuando llegaron a tierra firme, David les dijo a todos.
—No deben decir nada del libro, no sé si es real, pero lo leeré a fondo.
Todos prometieron que no dirían nada. Ana apenas llegó a casa, cogió una manta y se recostó en el mueble, tiritando de frío y fiebre.
Su mente iba hacia lo sucedido en el agua, cuando sintió que tiraron de ella. Su cuerpo chocó con la arena que estaba revuelta, intentó reponerse, pero eso tiraba de ella.
La arena no la dejaba ver con claridad, pero… había algo allí, algo que tenía ojos.
Sintió que su pierna punzaba y gritó de dolor.
—¡Elisa!
El carrusel y Elisa dando vuelta, ella temiendo no verla.
—¡Elisa, vuelve!
Perdió el conocimiento.
**
Doug llegó a casa de madrugada y su madre se tomaba un té en esos momentos.
—¿Qué horas son estás de llegar?
—Estaba con unos amigos.
—Doug, no puedes andar por la calle hasta altas horas.
—Es la hora de las sirenas —dijo de pronto.
Su madre, Rebeca, lo miró aterrado.
—¿Por qué dices eso?
—Se lo escuché a unos pescadores, dicen que a esta hora es la hora de las sirenas.
Abrió el refrigerador y sacó un jugo.
—¿Mi hermanito te dio problemas?
—No, él nunca los da, se me fue el sueño.
El chico le preguntó.
—¿Es cierto que venden la mansión Blake?
Rebeca lo miró, no le gustaba que supiera tanto de esos temas.
—Sí, ¿quién te dijo?
El chico no era tonto y comentó.
—Se lo escuché a un turista interesado en ella.
—Ah… Bueno, sí, queremos deshacernos de ella.
—¿Por qué?
La mujer estaba incómoda y ella comentó.
—Porque es un bien inútil, nadie vive allá, es linda, pero muy… fría.
—Sí, lo recuerdo.
—Además, con ese dinero podemos irnos a un largo viaje, ojalá se venda pronto, ansío otros aires.
Ella se retiró a su habitación y él quedó mirando la amplia cocina que tenía la casa, era muy elegante, nunca les faltó dinero, siempre tuvieron lo mejor, tan solo esperaba que no sea por un pacto demoniaco.
**
David revisaba el material, no podía dormir con todo lo que tenía grabado, debía colgarlo, entonces pensó que debía poner parte del libro para que quede constancia.
Estaba cansado, así que se forzó acostarse, colocó el libro debajo de su almohada y mirando su video en la mesa se durmió.
Soñó con un canto, algo hermoso, pero confuso, vio emerger a mujeres bellas del mar, desnudas, pero tenían algo extraño.
Una de ella lo quiso coger y el chico se levantó y cayó al suelo, su madre al verlo le dijo.
—¿Qué te pasó?
—Mamá… —se pasó una mano por el rostro— ¿Qué haces aquí?
—Busco una pluma, ¿qué tal tu aventura?
—Increíble.
Miró a la cámara y se lanzó sobre ella.
—¡Qué te sucede!
—Pensé que la había perdido.
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Editado: 18.10.2025