La pierna amaneció deshinchada y cuando se quitó las vendas estaba muy bien, sonrió.
Trevor llegó con el desayuno y ella le comentó.
—Mi pierna está mejor.
—Eso ya es algo.
—Vi las comparticiones que tuvo el diario del tal Blake, pero quitaron la publicación.
—¿Por qué?
—Supongo que se tocó a los poderosos —intentó recordar—. Creo que mi familia tenía relaciones cordiales con los Blake.
Fue en busca de un álbum que tenía su madre y buscó entre ellos varias fotos de su padre y madre tomando margaritas.
Otras de su padre usando camisas estrafalarias y con gorra de marinero. Sonrió con nostalgia.
Encontró una de ella y su hermana jugando en la playa.
—Solíamos amar recoger conchas y piedras o cualquier cosa que se nos hacía valiosa.
Vio fotos de ellos con otras personas y revisó el reverso y no vio nada relevante.
—Amigos de ocasión.
Sonrió y le explicó a Trevor.
—Mi madre solía tomar fotos con cualquier persona que le saludara, decía que eran amigos de ocasión.
Encontró una de los Blake.
—Esta es.
Le mostró a Trevor la foto.
—Es Rebeca Blake y su esposo Gastón.
—Sí, los he visto pavoneándose por los muelles.
—Sí, los famosos Blake, hijos de los fundadores de este pueblo.
—Bien, ¿y eso qué?
Ana le respondió.
—Tienen mierda, bastante mierda que ocultar.
—Toda familia la tiene.
Su móvil sonó y era del hospital.
—Señorita Rothern debemos hacerle unos estudios nuevos.
—¿Por qué?
—Queremos ver cómo va evolucionando.
Ella miró a Trevor que estaba atento a la charla.
—Bueno, pero me siento bien.
Cerró y le dijo a su amigo.
—Quieren que vaya al hospital.
—¿Por qué?
—Estudios o algo como eso.
Le pareció raro y la acompañó. El doctor se acercó a ellos y les explicó.
—Revisé su medicación y le pusieron un suero que no estaba contemplado.
—¿A qué se refiere? —preguntó Trevor.
—Alguien medicó a la señorita Rotherm y deseo hacerle pruebas para ver qué le dieron.
Ana se asustó y recordó a la enfermera.
—Una enfermera llegó con medicación.
—Entrevisté a cada una de ellas y nadie dijo haber estado a esa hora en su habitación.
Revisaron la herida y estaba sana.
—Es poco común que sane tan rápido, ¿algún efecto contrario?
—No, me he sentido mejor y eso es todo.
Le sacaron una muestra y Trevor pidió ver los videos de las cámaras de seguridad y vio a una hermosa enfermera entrando a la habitación.
—¿Ella no trabaja con ustedes?
—No, tampoco se deja ver el rostro.
Era una falla de seguridad muy grave y Ana recibió los resultados.
—Tiene residuos de un compuesto que solo se encuentra en las algas marinas, nada que temer.
Ana estaba preocupada, pues esa mujer tuvo acceso a ella, parecía tan… Normal.
Cuando llegó a casa vio los mensajes de su padre.
“Vuelve a casa, es una orden”
“Ana, se te están acabando los ahorros y luego qué harás?”
“No pienso darte ni un centavo para tus locuras”.
Ana hizo una mueca, tenía que conseguir dinero para mantenerse. Trabajar en algo que la sustentara.
Trevor le dijo entonces.
—Podrías aplicar a salvavidas.
—No lo creo, le tengo terror a ese mar.
—Puedo ver quién necesita una ayudante.
—Sí, algo de medio tiempo.
Salió a dar una vuelta por la playa, el mar estaba picado y grandes olas se alzaban ante sus ojos.
Más allá de todo eso se encontraba su hermana, tal vez si le hablaba al mar podría escucharla.
Caminó lentamente hasta casi llegar a la arena húmeda y lo miró fijamente.
—Elisa, soy Ana, si puedes escucharme, hermana, te amo e iré por ti.
Entonces gritó.
—¡IRÉ POR TI, ELISA!
Alguien se puso detrás de ella y le dijo.
—¿Quieres que te escuche tu hermana?
Saltó en su puesto y vio a la enfermera de ese día.
—¡Es usted! La enfermera que me atendió.
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Editado: 07.11.2025