S. O. S. Elisa

Cap. 18 El hombre que vivió

JK vigilaba su computador, vivía aislado desde hacía mucho, solo importaba su nuevo mundo. Tomaba una cerveza y buscaba temas para sus radioescuchas.

Escuchó el timbre y se extrañó, nunca recibía nada, ni pedía comida a domicilio. Se levantó y tomó un bate listo para dar pelea.

Cuando revisó su monitor de seguridad vio que eran tres personas, conocía a dos, la gemela perdida y al chico de los programas paranormales.

Habló por el intercomunicador.

—¿Vienen en paz?

—Hola, soy Ana Rotherm y quiero hablar contigo, Elisa hizo contacto.

Eso le interesó, y abrió la puerta y los recibió con el bate en mano.

—¿Cómo dieron conmigo?

—Bueno, tu radio es una buena guía.

Les hizo señas y fue a poner otro disco para que la música siguiera.

—¿Qué quieren?

Trevor le indicó.

—Primero baja ese bate, das miedo.

—Esto… —lo analizó—, no es nada, tengo armas, rifles y arpones, hasta una bomba por si acaso.

David engulló saliva y le preguntó.

—¿Por qué tanto?

—Por lo que viví, estoy listo para lo que sea.

Ana se presentó.

—Ana Rotherm.

—Lo sé, tu gemela se perdió, allí.

—Sí, e hizo contacto.

Le pusieron la grabación y él escuchó atentamente.

—Se escucha asustada… Y sonidos metálicos de fondo.

—Eso pienso yo —dijo Trevor.

JK, le preguntó.

—¿Tú qué pitos tocas aquí?

—Fui novio de Elisa.

—Ah… Te mueve el amor.

Llevó el audio a una computadora muy adelantada y lo colocó.

—Veamos.

La colocó y comenzó a escucharse y a separar los sonidos con una IA especial.

—Veamos lo que la niña dice.

Una voz metálica respondió.

“Voy de un ser humano, sonidos del mar y de botes chocando entre sí, viento y murmullos como cantos lejanos”.

David señaló sorprendido.

—¡Todo eso!

JK vio la ubicación y les dijo a los tres.

—Es desde allí.

—Hay otros botes —dijo Trevor.

—Así parece, lo cual tiene lógica —dijo Jack—, pues siempre entran y pocos salen.

Ana analizaba su información.

—Entra al Triángulo y se quedan.

—Es como una dimensión, puedo explicarlo así —recordó su aventura—, puedes sentir cambios en la atmósfera.

Sacó tres cervezas, David intentó tomar una y él se la negó.

—Son cosas imperceptibles y luego BOOM, explota en tu cara.

Ana miraba las fotos y señaló a la pareja.

—¿Quiénes son ellos?

—Quienes fueron ellos, Julia y Steve, mis amigos.

Sonrió tristemente.

—Fue cuando compré el Babaloo, mi yate, mi mujer —dijo de pronto—. Lo amé, apenas lo vi allí, quise hacerme a la mar inmediatamente.

“Amaba eso de navegar, me creía el gran capitán informado de corrientes rutas y de lugares seguros.

Solía ir con ellos a navegar por esas rutas, hacíamos un asado con la pesca del día, escuchábamos música y reíamos de chistes obscenos.

Ana pensó que hasta ahí era una vida común y corriente.

—Era diseñador gráfico y uno de los mejores, tenía el trabajo de mis sueños y colores.

Trevor vio fotos de distintos diseños decorando las paredes y era muy bueno.

—Lo tenía todo, hasta un perro, Braco, muy leal y un gran compañero.

Había fotos de él con su perro y sus amigos.

—Una vida simple para un hombre simple.

—Entonces todo cambió —dijo Ana.

—Exacto —dijo con tristeza—. Julia y Steve eran de Dallas radicados en Castor Blake.

“Una pareja simpática. Los adoraba, en serio, daría mi vida por ellos. Eran buenos amigos y no lo digo como lo puede decir el mundo. Ellos eran buenos, tenían ese aire aventurero.

—¿Puedes decirme detalles de ese día?

David estaba listo para grabar.

—Salimos como a las seis de la mañana, una ruta segura, eso se los puedo jurar. Tenía el mapa, programé el piloto y dejé que esté, me guiara, como lo hacía siempre.

“No sé cuándo el tiempo comenzó a cambiar. Había mucho sol, pero no quemaba y mis amigos hicimos un concurso de pesca.

Braco ladraba al agua, nunca se había inquietado así, debí saber que era raro, tal vez quiso advertirnos, no sé.




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