JK vigilaba su computador, vivía aislado desde hacía mucho, solo importaba su nuevo mundo. Tomaba una cerveza y buscaba temas para sus radioescuchas.
Escuchó el timbre y se extrañó, nunca recibía nada, ni pedía comida a domicilio. Se levantó y tomó un bate listo para dar pelea.
Cuando revisó su monitor de seguridad vio que eran tres personas, conocía a dos, la gemela perdida y al chico de los programas paranormales.
Habló por el intercomunicador.
—¿Vienen en paz?
—Hola, soy Ana Rotherm y quiero hablar contigo, Elisa hizo contacto.
Eso le interesó, y abrió la puerta y los recibió con el bate en mano.
—¿Cómo dieron conmigo?
—Bueno, tu radio es una buena guía.
Les hizo señas y fue a poner otro disco para que la música siguiera.
—¿Qué quieren?
Trevor le indicó.
—Primero baja ese bate, das miedo.
—Esto… —lo analizó—, no es nada, tengo armas, rifles y arpones, hasta una bomba por si acaso.
David engulló saliva y le preguntó.
—¿Por qué tanto?
—Por lo que viví, estoy listo para lo que sea.
Ana se presentó.
—Ana Rotherm.
—Lo sé, tu gemela se perdió, allí.
—Sí, e hizo contacto.
Le pusieron la grabación y él escuchó atentamente.
—Se escucha asustada… Y sonidos metálicos de fondo.
—Eso pienso yo —dijo Trevor.
JK, le preguntó.
—¿Tú qué pitos tocas aquí?
—Fui novio de Elisa.
—Ah… Te mueve el amor.
Llevó el audio a una computadora muy adelantada y lo colocó.
—Veamos.
La colocó y comenzó a escucharse y a separar los sonidos con una IA especial.
—Veamos lo que la niña dice.
Una voz metálica respondió.
“Voy de un ser humano, sonidos del mar y de botes chocando entre sí, viento y murmullos como cantos lejanos”.
David señaló sorprendido.
—¡Todo eso!
JK vio la ubicación y les dijo a los tres.
—Es desde allí.
—Hay otros botes —dijo Trevor.
—Así parece, lo cual tiene lógica —dijo Jack—, pues siempre entran y pocos salen.
Ana analizaba su información.
—Entra al Triángulo y se quedan.
—Es como una dimensión, puedo explicarlo así —recordó su aventura—, puedes sentir cambios en la atmósfera.
Sacó tres cervezas, David intentó tomar una y él se la negó.
—Son cosas imperceptibles y luego BOOM, explota en tu cara.
Ana miraba las fotos y señaló a la pareja.
—¿Quiénes son ellos?
—Quienes fueron ellos, Julia y Steve, mis amigos.
Sonrió tristemente.
—Fue cuando compré el Babaloo, mi yate, mi mujer —dijo de pronto—. Lo amé, apenas lo vi allí, quise hacerme a la mar inmediatamente.
“Amaba eso de navegar, me creía el gran capitán informado de corrientes rutas y de lugares seguros.
Solía ir con ellos a navegar por esas rutas, hacíamos un asado con la pesca del día, escuchábamos música y reíamos de chistes obscenos.
Ana pensó que hasta ahí era una vida común y corriente.
—Era diseñador gráfico y uno de los mejores, tenía el trabajo de mis sueños y colores.
Trevor vio fotos de distintos diseños decorando las paredes y era muy bueno.
—Lo tenía todo, hasta un perro, Braco, muy leal y un gran compañero.
Había fotos de él con su perro y sus amigos.
—Una vida simple para un hombre simple.
—Entonces todo cambió —dijo Ana.
—Exacto —dijo con tristeza—. Julia y Steve eran de Dallas radicados en Castor Blake.
“Una pareja simpática. Los adoraba, en serio, daría mi vida por ellos. Eran buenos amigos y no lo digo como lo puede decir el mundo. Ellos eran buenos, tenían ese aire aventurero.
—¿Puedes decirme detalles de ese día?
David estaba listo para grabar.
—Salimos como a las seis de la mañana, una ruta segura, eso se los puedo jurar. Tenía el mapa, programé el piloto y dejé que esté, me guiara, como lo hacía siempre.
“No sé cuándo el tiempo comenzó a cambiar. Había mucho sol, pero no quemaba y mis amigos hicimos un concurso de pesca.
Braco ladraba al agua, nunca se había inquietado así, debí saber que era raro, tal vez quiso advertirnos, no sé.
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Editado: 27.11.2025