S. O. S. Elisa

Cap. 19 La ofrenda

David pensó en su amigo, la fiesta fundación sería la semana siguiente, se cumpliría su pacto y tal vez nunca más vería a Doug.

Caminó hacia la playa y lo vio sentado frente a ella entonando unas canciones y se acercó.

—Doug.

—Hola, le canto al mar, por el alma del influencer.

—Sí, bueno… Doug, quiero mostrarte algo —sacó su móvil y le mostró—, es parte del diario de Blake.

El joven comenzó a leer y cuando lo hizo se quedó mudo.

—Él hizo un trato y…

—Debo morir —dijo de pronto.

—No debería ser así, debes huir.

—Lo he pensado, pero está mi hermanito. Ellos solo quieren la sangre de un Blake, no puedo hacerle eso a Yamil.

David le dijo preocupado.

—Es tu vida, no puedes morir por culpa de tu familia, por un legado de muerte.

—No quiero hacerlo, tengo miedo, pero no puedo dejar a mi hermanito con ellas, aunque…

—Aunque…

—Puedo jugarles sucio, tengo eso derecho.

David no comprendía y le dijo a su amigo.

—Doug, puedes huir, nadie te culparía, estás en tu derecho…

El joven miró al mar y le dijo a su amigo.

—David, amo el mar, le he cantado desde que recuerdo, era como mi novia —sonrió—, creí que me fundiría con él y ahora, tal vez lo haga.

—No quiero que mueras… ¿Cómo podría verlos a la cara de nuevo?

Doug pensó un poco y le dijo a su amigo.

—Quiero que tengas algo especial.

Se levantó y le indicó que lo siguiera. Fueron cerca de las cuevas y David se detuvo, recordando lo vivido con Abel.

—Es peligroso, Doug.

—No para mí.

Se metieron y el agua apenas llegaba, el aroma a salinidad mezclado con algas muertas lo hacía perturbador.

—Sé que está por aquí.

—Aquí murió, Landon —dijo con temor.

—Lo sé, es que él no era un Blake.

Entraron un poco más adentro y el joven tanteó por todos lados y encontró un doblón de oro.

Sonrió y lo medio en una ranura de la pared y esta cedió con un ruido tenebroso.

—Genial, sí funciona.

Algo dorado brillaba dentro.

—¿Qué es todo esto, Doug?

—Es un secreto familiar —entraba y David quedaba afuera con el corazón apretado mirando hacia la entrada—. Puedes entrar.

—El agua subirá en cualquier momento.

—No, hoy no.

David entraba y se encontró con el tesoro Blake, al menos uno de ellos.

—Dios santo.

—Es bonito —tomaba unas monedas—, hay oro, tiaras y joyas, piedras preciosas.

—Cielos, cielos, cielos.

—Debe valer millones, es uno de ellos.

—Pero… ¿Esto lo custodian ellas?

—Sí, pero si eres un Blake no nos hacen daño —entonces le indicó—. Quiero que lo tengas.

—¡Qué!

—Sí, quiero que lo tengas.

—¿Por qué?

—Porque eres mi único amigo, además, a mí ya no me servirá de nada.

—Con esto puedes huir, lejos, muy lejos.

—No puedo dejar a mi hermanito en sus manos.

—Tampoco entregarte.

—Escucha, tómalo, vete lejos.

—¿Irme?

—Es lo mejor, saber es malo, David.

—Es que… No puedo darme por vencido, tengo que ayudarte.

—Nadie puede, además… Odine es la que vendría a buscarme y está un poco loca, no me dejará salir con bien si me niego, pero puedo hacer algo, un as bajo la manga.

—¿Odine es una sirena?

—Sí…

—Doug tomemos esto y nos vamos de aquí.

—Escucha… Tienes una madre, si te metes en esto ella pagará el precio, Leslie pagará el precio, Ana y cualquiera que anduvo contigo.

—Es que…

—Solo tómalo y vete, te lo ordeno, ¡Se lo doy! —gritó de pronto—. Ese es mi legado.

—Espera… ¿Hay alguien más aquí?

—Siempre lo hay, no estás solo en el mar.

—Doug…

—Sé feliz y déjame a mí hacer para lo que vine a este mundo.

David lloró y Doug buscó una barca y metió todo lo que pudo en ella. La barca era muy antigua y la llenó al tope de su capacidad y le dijo a su amigo.

—Debes irte.

—¿Y tú?

—Yo haré para lo que fui traído al mundo, pero tú harás cosas grandes. Te casarás con Leslie y tal vez tengas tu canal paranormal y seas libre.




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