Uno no elige qué sentir, sus emociones se apoderan de él; para lograr ser expresadas
Mi deseo de entrar al mundo de la actuación teatral y la curiosidad de mi amiga por querer hacer algo parecido a lo que muestra la película "the greatest showman" nos llevó a quedarnos de una a tres de la tarde en la escuela.
Fuimos unas de las primeras en llegar, no había muchos chicos. Pero se podían ver los nervios escondidos en los que estaban y el entusiasmó, era lo que se veía en la cara de todos los presentes.
Aún no entendía cómo rayos terminé ahí, ¿qué había sido más fuerte? Tan fuerte para hacerme llegar ahí ¿mi obsesión y anhelo por el teatro o lo insistente e ilusionada que estaba mi amiga o fueron ambas?
Pasaban esas preguntas por mi cabeza, mientras Tania (mi amiga) seguía contándome lo que esperaba del taller, como amó la interpretación de Hugh Jackman en “the greatest showman” y las canciones que aparecen en ella, de cómo no había entendido casi nada de la clase de química (después le explicaría con detalle lo que hicimos para que lograra hacer la tarea sin que el estrés se adueñara de ella) y no era que estaba nerviosa, ella habla demasiado y de cualquier tema que le pase por la cabeza, es de las personas que dirá siempre lo que piensa y creé sin dañar la opinión de los demás, y de las que con tan solo verla, sabrás que su estado de ánimo es particularmente alegre.
Los pocos que habían llegado, parecían no conocer a nadie que no fuera la persona a lado de ellas.
Todos estábamos con alguien que ya conocíamos, o que habíamos conocido apenas.
Entre todas esas emociones y mi particular hábito de ver a cada uno de las personas que estaban a mi alrededor, mi atención se detuvo en dos chicos que acababan de entrar al salón, uno de ellos ya lo había visto en algunas ocasiones, cuando llegaba a la escuela y era porque tenía un bigote que llamaba demasiado la atención. A su amigo no lo había visto jamás, y no es como si hubiera visto a los que estaban en el salón que no fueran Tania, alguna vez. Pero casi no soy de olvidar los rostros; quizás los nombres, pero los rostros casi no. Creí que si era amigo de él, los habría visto alguna vez juntos, pero puedo suponer que como todo ser humano relativamente normal, me equivoqué, así que empecé a suponer que casi no se hablaban e iban en el mismo salón, o que habían compartido escuela o salón anteriormente. Mis ideas se detuvieron al ver entrar lo que parecía ser la última persona del taller.
Era un joven que no aparentaba más de 25, con una enorme mochila; pensé que era uno más de los del taller, ya que no éramos demasiados, pero resultó ser el profesor.
El profesor nos llamó a un circulo, comenzando las dinámicas y actividades que nos comentaba, como: ser arcilla o el espejo de algún compañero que no conociéramos, nos hizo correr de un lugar a otro sin hacer círculos, y pasando por todos los espacios del salón, sus actividades cambiaban a medida que pasaban los minutos.
Sentí que el tiempo se había escapado corriendo de la habitación.
Casi al final de la clase nos pidió que formáramos una pareja con otra persona, con la que no hubiéramos estado antes. Nos explicó que para esa actividad teníamos que presentáramos con esa persona, decirles nuestros gustos, nombre, qué pensábamos estudiar, edad que teníamos y semestre en el que estábamos, todo lo que se nos ocurriera para después presentar a nuestra pareja de dinámica a los demás.
Me tocó con Cristian, un chico de tez morena, con varios granitos en la cara; era unos centímetros más alto que yo, de segundo semestre como yo, pero yo le llevaba un año más, algo que le llamó la atención y me preguntó el porqué, así que terminé contándole que yo había estado un año en otra escuela, y que volví a hacer mi examen, y por eso había entrado a esta escuela y reiniciado un año escolar. Él me dijo que era gay, algo que era un tanto evidente.
Se había terminado el tiempo de presentarnos con nuestra respectiva pareja, Alan (el profesor del taller) nos pidió que de nuevo hiciéramos el círculo y presentáramos a nuestro compañero; pasaron dos o tres parejas antes que nosotros; cuando nos tocó, yo fui la primera en presentar, dije su nombre, edad, película favorita, cantante favorito, y lo que deseaba estudiar, y viceversa.
Cuando se presentaron los demás, hubo un chico (el amigo del chico del bigote llamativo), que sin duda logró captar toda mi atención, no tan sólo por lo del inicio de la clase, ni por su estatura, fue por su manera de vestir y su manera de hablar.