—¿Algún rastro nuevo de...? ¿Cuántos son los que no se presentaron hoy a sus puestos de trabajo...?—el Trono ya estaba fastidiándose de preguntar cada día del Sabbath lo mismo.
—666 en total, entre Ángeles y Demonios...
—Haz zoom en ese planeta, ¿cómo se llamaba.?
—Tierra...— respondió el Demonio mientras se llenaba la boca de bolitas redondas.
—¿Otra vez tú aquí? ¿Qué estás comiendo?
— Caramelos de chocolate, ¿quieres?
—No sabía que producían chocolate en el Infierno.— se burló el Trono.
— Son de la Tierra.—respondió el Demonio jocoso.
—¡¿ Y el zoom que te pedí?!
— Allí está jefe, en la pantalla grande.
El Demonio y el Ángel entornaron sus ojos hacia la pantalla principal. El Ángel comenzó a menear la cabeza con desagrado mientras que el Demonio sonreía cada vez más.
—¿Qué se supone que hacen?
— Juegan al fútbol...
—¿Fútbol? —el Trono miró al Demonio con severidad.
—¡Lo inventaron los humanos!—se defendió el Demonio —En eso nosotros no tenemos nada que ver...¡Vamos! ¡Eso fue falta, réferi! —gritó de repente el Demonio.
El Ángel lo miró seriamente con todas las intenciones de retarlo. Ya era demasiado que un Demonio estuviera en el cuartel general de monitoreo celestial como para que además se pusiera a gritar con esa voz infernal. Pero justo cuando se proponía a hablar, ¡el Demonio le llenó la boca con un puñado de bolitas dulces!
El Ángel se propuso tragarlos casi enteros pero apenas sintió el sabor dulce y cremoso, se deleitó tanto saboreándolos, que se olvidó del Demonio a su lado y de las reglas ... Y mientras aceptaba un nuevo puñado de caramelos que el Demonio le ofrecía, se concentró en el partido que ya estaba acabando.
—Fue un placer verte de nuevo.— le dijo el Demonio.
—No digo lo mismo...— la voz del Ángel trató de sonar enfuruñada.
—El próximo Sabbath te espero allá abajo.
—¡Ni lo pienses!
—Habrá más de esos caramelos de chocolate...— dijo el Demonio y le guiñó un ojo descaradamente—No te estoy proponiendo una nueva rebelión. Solo un partido de fútbol.
Y las mejillas ruborizadas del Ángel hicieron que el Demonio sonriera pícaro una vez más...