Prefacio

Marion Scheider se encontraba en la sala de estar de su pequeña casa recostada en el hombro de su marido. Había sido un dia largo, su hija Annia había llorado la mayor parte del día; pero, no porque fuese una niña caprichosa. No, Annia no lloraba a menos de que le doliera algo. La pequeña niña era como una laguna, era calmada, y la mayor parte del tiempo era silenciosa, le gustaba analizar las cosas con detalle y se concentraba en cada cosa que hacía. Pero ese dia habia sido el más horripilante para Marion que nunca había escuchado llorar con tanta angustia a su hija, tenía una fiebre la cual le hacía pesar que seguramente se le estaban cociendo las neuronas ó eso le dijo a su esposo cuando llego a casa y preguntó porqué su hija se agarraba la cabeza mientras daba pequeños grititos y las lágrimas le recorrían las mejillas. 

Y aunque Marion no le tomo demasiada importancia a su fiebre pues el doctor había dicho que era una simple gripe pasajera Friedrich Milch sabía que el cerebro de su hija estaba dando un cambio glorioso. En los niños de su "especie" como él le llamaba para referirse a los suyos era normal una gripe con hemorragias nasales y algunas cosas cambiando alrededor. Pero en su familia y su sangre el cambio era algo realmente temible, nunca había llegado a causar la muerte. Pero, siempre empezaba con pequeños estornudos, después de una fiebre que la mayoría de las ocasiones causaban algunos ataques nerviosos o pequeños lapsos sin palpitos al dormir, fallas en la respiración y eso que nunca faltaba. los cambios biológicos, el color de los ojos, de la piel, el cabello. Incluso él tenía una mancha debajo de la lengua y ciertamente esperaba que su esposa no se diera cuenta de ello. Esperaba que su hija de cabellos rubios y ojos verdes no tuviera cambios.

Sin embargo, no lo verían suceder, era algo que él no sabía. Pues esa noche lo único que iban a lograr presenciar era la muerte.