Sabor a Café

Capitulo 4 - La propuesta

Siento que me voy a quedar sin uñas de tanta incertidumbre, he pensado miles de estupideces y he ensayado muchas frases culposas para decirles a mi hermano y a mi abuela que perdí el año. He pensado también en construir una casita con plásticos y palos viejos a la orilla del río para cuando me toque irme de la casa, pedir limosna en los andenes y vender limones en la plaza. Estoy haciendo cuentas de cuánto dinero tengo ahorrado pero eso no me alcanza ni para un mes de renta y aun así tuviera no creo que viva de lamer las paredes del apartamento donde valla. De pronto doy un salto porque algo vibra bajo mi trasero y es mi viejo celular de esos de vender minutos en el trabajo que mi hermano me regaló.

— ¿Hola? — Digo yo.
— Hola oye, Jaime discúlpame, ya le hable a Juanita para que te lleve los tamales en la moto  ¿Vea? — No puedo explicar la sensación de confusión que tengo en este momento.
— Disculpe, es que está equivocada — Trato de sonar sereno y no demostrar que estoy a punto de reír.
— ¿Que? Ah, ¡Si ve! ¡Por que no marca bien! — Regaña la señora al otro lado de la línea y cuelga. No puedo evitar reír sobre esto que acaba de pasar, el teléfono vuelve a vibrar en la madera del escritorio.
— Oye, te has equivocado otra vez...
— ¿Qué? — Dice Lina al otro lado de la línea.
— Ah, — Digo antes de empezar a reír otra vez como foca retrasada.
— ¿Estas bien? — Dice Lina con la voz pastosa.
— Si... — Cambio mi risa por preocupación. — ¿Paso algo? — Lina rompe en llanto al otro lado del teléfono y mis ojos se abren como platos, dice todo tipo de cosas sin sentido y sin coherencia de modo que le interrumpo.
— Oye, Respira un poco y cálmate para que me puedas contar mejor.
— ¿Puedo ir a tu casa? — Dice ella con su voz más allá de lo ahogada.
— Pero claro que puedes venir amiga. Aquí te espero, vale. — Colgamos el teléfono al tiempo. No pasan más de diez minutos cuando se escucha el timbre de mi casa, — ¡Yo abro! — le digo a mi abuela que está mirando la televisión en su sillón. Efectivamente es Lina, que tiene los ojos hinchados de llorar y su pelo parece un panal de abejas. Apenas nota que soy yo quien abre la puerta se abalanza sobre mí y yo le abrazo, un sollozo escapa de su boca cuando se introduce en el hueco de mis brazos.

—Vamos arriba — le sugiero y ella asiente con la cabeza limpiándose las lágrimas que le caen en el mentón con el dorso de su mano.

Lina me explica que en su casa ya no puede más, que tiene problemas con su familia y que su vida es un desastre. Ella nunca le dice a nadie más que a mi sus problemas y cuando lo hace es porque ya ha explotado.

— Bueno. No pienses en eso. — Mi voz suena entrecortada más saco aliento porque lo que ella menos necesita es lastima. — Lo que vamos a hacer es que vamos a ver una película y vamos a olvidar todo eso por unos instantes mientras te relajas y piensas con claridad ¿va? — Le sugiero y ella acepta, la película es de comedia y río con nerviosismo por que al mismo tiempo no sé si ella está riendo también o está llorando, pero me concentro en abrazarla y comer palomitas que Mita cocinó.

***

Ya es de mañana y Lina quiso quedarse en mi casa valiéndole que en la suya le fueran a despellejar cuando vuelva. Ella no trajo el uniforme del colegio y pues no hay manera que valla y creo que tampoco le interesa porque no se movió de la cama cuando sonó la alarma. Yo ya estoy listo para salir al instituto y ella sigue dormida, le digo al oído que allí está su desayuno y que puede quedarse todo el tiempo que quiera. Voy rumbo a la puerta de mi cuarto suponiendo que ella me escuchó, pero no estoy completamente seguro así que le dejo una nota adhesiva pegada en su teléfono que descansa encima de la madera de mi mesita de noche.

En los parlantes del colegio la secretaria anuncia que habrá reunión de entrega de informes el jueves en la tarde, cuando ella termina siento un montón de piedras caer en mi estómago.

Bien, Afróntalo... — Mi mente se resigna a la idea, pero mi corazón cree que aún hay esperanza. Ya casi es la hora de la verdad, nos han entregado todas las definitivas antes de pasarnos los informes finales y tengo la colilla con las calificaciones en mis manos, el miedo de abrirlo es muy grande. Después de decidirme en hacerlo me paralizo al abrir el pequeño papel mal cortado por la monitora del curso.

No puede ser… — dice una voz en mi mente y mi corazón se salta un pálpito. Jamás creí que esto fuera a suceder, no sé cómo explicar esta sensación que está invadiendo mi sistema, una lagrima producida por un sentimiento extraño rueda por mi mejilla y suelto el aire que no sabía que tenía contenido.

— ¿Entonces si habrá otro año, señor Joe? — Dice el profesor de Química con su poblada ceja arqueada y su sonrisa torcida. No me había percatado cuan elegante y apuesto se veía el maestro, ahora entiendo por qué mis amigas se lamían los bigotes cuando pasaba y aún más en este momento, ¡Que me había regalado los puntos que me faltaban para pasar su materia! (Sin contar que perdí la recuperación).



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Editado: 17.03.2020

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