Odio cuando las conversaciones se vuelven monótonas y al parecer esta va a ser una de esas…
FERNANDO V ⭕ Online Ahora
— Fernando V: Hola 😏
2:18 pm ✔✔
— Joe M: ¿Mande...? 😑
2:22 pm ✔✔
— Fernando V: ¿Por qué tan agresivo? Ya le pedí disculpas por lo de la otra vez. 😅
2:23 pm ✔✔
— Joe M: Y...
2:26 pm ✔✔
— Fernando V: ¿Salimos? Es decir, en compensación por lo de la vez pasada.
2:27 pm ✔✔
“¿Que honda con esta gente acosadora?”, Dice mi mente tratando de procesar lo que acaba de ocurrir.
— Joe M: ¿Cómo sé que usted no regará otro café encima de mí?
2:35 pm ✔✔
— Fernando V: Créeme que no pasara nada que no quieras 😏
2:36 pm ✔✔
Mi cerebro se raya como un fotograma antiguo tratando de comprender eso.
— Fernando V: El viernes a las cinco en el mall de esta mañana, ¿Esta bien?
2:40 pm ✔✔
— Joe M: Okay, Allí estaré.
2:47 pm ✔✔
Mis dedos tomaron vida propia y escribieron eso, sin embargo me dirijo al calendario de la pared.
“El sábado es... ¡MAÑANA! Que rayos...”
No sé por qué me estoy preocupando tanto por recordar el encuentro de mañana, tal vez porque me conozco y sé que se me va a olvidar. Puse una notita adhesiva en mi "Agenda" como le llamo a un viejo cuaderno con unas pocas hojas buenas.
***
Ya estoy listo más sin embargo mi mente está en un mar de confusión, mi cerebro se niega a funcionar con normalidad y mi corazón parece haber escapado de su lugar dejando un vació en mi pecho. ¿Qué rayos uno hace en una cita? ¿Con un hombre? Mis sentidos se apagaron al percatarme de lo que acababa de pensar.
De pronto mi mente vuelve de su descanso y toma el control “Solo es una salida de amigos, así como cuando salgo con mis amigas”, los demás circuitos empiezan a trabajar con alivio aferrándose a la idea de que no es una cita, es una ‘salida de amigos’ pero los nervios no se me van y se intensifican cuando sin querer volteo a ver al reloj en la pared y me percato de que son las 4:23 pm.
Ya es hora de salir…
Cuando bordeo la esquina miro a lo lejos el mall en el que él trabaja Fernando y una corriente pasa por todo mi espina dorsal, me acerco con cautela y con muchos nervios. Estoy en frente del Mall Center y ya está cerrado, así que deduzco que me ha plantado. De un momento a otro me siento la persona más estúpida del mundo por haber venido a perder mi tiempo aquí, la ira recorre todas las células de mi cuerpo y sin pensarlo dos veces giro sobre mis talones para devolverme por donde vine.
Mis oídos son invadidos por la voz del muchacho a lo lejos, está más allá de la telefónica con unas personas en dos motocicletas y el me hace señas con su mano izquierda mostrando su fila de dientes blancos y perfectos, me incorporo para pasar la calle con poco trafico debido a la hora pico y llego hasta él.
“Chicos les presento a...”, se queda pensando mi nombre y es como si fuera la peor ofensa del mundo para mí de modo que arqueo mi ceja y me cruzo de brazos esperando a que pronuncie mi nombre. “.. al señor Joe”, dice aliviado al cabo de unos segundos. “Mucho gusto”, digo asintiendo con la cabeza.
Las personas son muy amables pero el chico que va de parrillero en la motocicleta de la chica me mira de pie a cabeza y muerde su labio inferior, mi corazón se pasa un palpito y mi ceño se frunce automáticamente pero Fernando no parece percatarse de lo que pasa y yo desvío la mirada para no sentirme ‘como pollo en asadero’. Al cabo de unos segundos se despiden de Fernando y voltean a mirarme en son de despedida y les regalo una sonrisa forzada que más bien parecía una mueca extraña.
— ¿Quieres tomar algo? — Pregunta Fernando sacándome de mis cavilaciones
— E-está bien... — Digo con voz temblosa.
Entramos a un lugar que habían inaugurado hace un par de semanas atrás pero jamás me imaginé entrar, siempre veía desde afuera lo bien decorado que había quedado y luego seguía mi camino. Por alguna extraña razón tomamos las últimas mesas. Me quedo viendo la pintura de Marilyn Monroe y no puedo con la idea de que ahora está en un café haciendo juego con las mesas y la demás decoración del lugar. No sé en qué momento llega la mesera y ya nos está tomando la orden.
— ¿Ah? — Digo desorbitado.
— ¿Qué es lo que deseas ordenar? — Dice Fernando divertido y la mesera me mira con arrogancia.
— Ah, sí. Claro, quiero... — Me toma unos segundos recorrer con mi dedo el menú y este se detiene en un artículo en especial, sin poder evitarlo mi boca se estira de lado a lado hasta casi partir mi cara en dos con una sonrisa. — Quiero un café.