Sabor a Café

Capítulo 10 - Sentimientos extraños

Mil escenarios fatales pasan por mi cabeza mientras camino con Fernando detrás de mí. Salimos los dos a paso rápido del lugar y el me él me sigue hasta la heladería dos cuadras más allá.

“¡Si le dice a mi abuela le va a dar algo!”, ¡Puedes callarte bendita voz insidiosa!

Mi hermano en estos momentos me viene importando poco, lo que me preocupa es mi abuela Molly, ella no se tomaría bien una noticia como estas. Pero Daniel no tiene prueba de nada así que está en mi negarlo todo, o tal vez no responder nada.

Llegamos a la esquina de la heladería y me despido de Fernando sin mirarle, estoy por echarme a correr cuando me toma del brazo otra vez.

— Despídete como se debe — Dice él con un toque de molestia y me abalanza en su dirección. Sin pensarlo dos veces le doy un beso en la boca y murmuro despedidas, hay unas personas reunidas justo en frente de donde nos despedimos pero no creo que me importe, lo único que llena el primer plano de mi mente es estar en casa lo antes posible.
— La pasé increíble Fernando, gracias por mostrarme tu lugar especial. — Digo soltándole y él asiente con la cabeza.

“El no querrá matar a la abuela de un infarto”, me dice mi amiga, la voz insidiosa. El miedo se abre paso en mi sistema porque mis mismos pensamientos me hieren. ¿Cómo explicaré que me estoy viendo en balcones con un chico? ¿Podré siquiera explicarlo?

Cuando estoy en frente de mi casa busco las llaves en mis bolsillos y trato de abrir la puerta lo más rápido que puedo pero el nerviosismo no me deja pensar con claridad, por suerte nadie se encuentra en casa así que corro hacia mi habitación, busco ropa nueva y me cambio por si en algo puede ayudar eso. Se escucha que golpean la puerta y mi cabeza pierde su órbita cuando me acuerdo que le puse el cerrojo. “¡Voy!”, Grito a todo pulmón pero siguen empujando la puerta como si la quisieran tumbar. “¡QUE YA VOY CARAJO!”, grito aún más fuerte enfundándome en mi pijama y limpiándome el sudor con una toalla. Todo a velocidad inhumana. Cuando llego a la planta inferior escucho que mi abuela le advierte a mi hermano que si rompe la puerta deberá comprarla desde Italia, doy con la suerte que mi abuela estaba en donde mi tía Betzabé así que mi hermano tuvo que recogerla.

— Hola, donde estaban — Abro la puerta y digo tratando de sonar casual pero fracaso totalmente en mi intento. Mi hermano se abre paso entre la puerta y yo haciéndome a un lado.
— ¿Y a este que bicho le pico? — Digo echándole más leña al fuego.
— ¿Dónde carajos estaba? — Me grita Daniel.
— Estaba en... ah que te importa, le pedí permiso a mi abuela. — Digo yo.
— ¡Yo soy el hombre de la casa! — Grita tan fuerte que mis oídos quedan pitando.
— ¡Me importa una mierda! — Digo logrando sonar mucho más exaltado de lo que pretendo.
— ¡A gritar afuera que esta no es plaza de mercado! — Dice mi abuela pasando en medio de los dos y dejando su bolsa de mano en la mesa de la sala de estar.
— Dígame ya, donde estaba. — Me susurra rudamente al oído sosteniendo mi brazo izquierdo.
— ¡Suéltame! — Digo moviéndome bruscamente y liberándome de su agarre. No pronuncio ninguna palabra más y me encamino rumbo a mi cuarto, los nervios y el estrés son dueños de mi cuerpo en este momento así que tomo la mejor decisión de la vida y es darme una ducha...

Sin duda relajé mis músculos azotados por el frio de la noche y el inhumano ejercicio que hice para llegar cuanto antes aquí, me riego en la cama aún en toalla. Mi mente perdida en el blanco techo empieza a reproducir fotogramas de todo lo que paso en esta tarde y no puedo evitar sonreír pero algo dentro de mí no encaja, me acuerdo de sopetón que el pastor de la iglesia a la que mi abuela asiste y por ende nos obliga a ir a mi hermano y a mi dice con severidad en sus palabras que los homosexuales son abominación de la naturaleza y que jamás debieron existir. Mi cuerpo se estremece de imaginarme en el infierno solo por "desviarme" como dice mi abuela. Me acuerdo también que no le saqué nada de información a Fernando sobre su vida y no me cabe en la cabeza haber besado a alguien lateralmente desconocido.

A un hombre” Juega mi mente con la frase y hago un puchero infantil.

Finalmente me vence el sueño...

***

No puedo con la tentación de abrir las ventanas y sentir el cálido sol colándose en mi piel y en todo mi cuarto, me levanté muy feliz, tanto que me siento capaz de hablar con los animales así como Blancanieves, a la vez me siento tonto porque no he dejado de sonreír desde que puse los pies en el suelo. Luego de estar unos instantes mirando por la ventana me acuerdo que estoy completamente desnudo y no me había percatado, ya los del edificio del frente me debieron tomar muchas fotos. Siento como la sangre se apodera de mi cuello y mis mejillas. Los fotogramas de ayer en la tarde van y vienen sin cesar y no puedo evitar sonreír aún más. “¿Qué pasa por tu mente Joe?”, Nunca me había sentido así.

Yo nunca me había sentido querido…



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Editado: 17.03.2020

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