Sabor a Café

Capítulo 12 - Unión

De pronto siento como su mano derecha se desliza por mi brazo y aprieta mi mano, yo solo respondo a su beso que se incrementa con más fuerza a cada segundo. No sé en qué momento pasa que me encuentro con la camisa desabrochada así que procedo a deshacerme de su camibuzo y me quedo mirando sus grandes y fuertes músculos, desplazo mi mano por sus firmes pectorales. El empieza a besar mi oído y empieza a desplazarse por mi cuello hasta llegar más abajo de mi axila, mi cuerpo se estremece al sentir sus húmedos labios junto con su cálido aliento. Mi mente no puede con la idea de lo que hago en ese momento pero no me importa en lo más mínimo, yo solo le doy rienda suelta a lo sea que pasará después.

El desliza sus manos por mi entrepierna y empieza a desabrochar mi pantalón para deshacerse de él con extraña practicidad y noto que él ya no trae el suyo. En este momento solo nos separa una tela de distancia, nuestra ropa interior. El deseo y las miles de cosas que no se le pueden poner nombre llenan la estancia. Nuestras piernas se enredan y se sienten muy cálidas, pero es una calidez inexplicable. Nuestros cuerpos se unen y su piel canela junto con mi piel blanca forman un contraste increíble.

Mi mente juega con la frase "Somos Café con leche", pero mi corazón le pone un nombre mejor "Somos Sabor a Café"

Nos besamos desenfrenadamente y sin una medida. Su lengua juega con la mía y nuestros cuerpos comparten la misma calidez. Por un momento siento que su peso me va a aplastar porque me estoy quedando sin respiración y mis vertebras duelen. Mi cuerpo se estremece aún más cuando soy más capaz de sentir la calidez de su piel contra la mía y pierdo el aliento cuando siento su miembro a unos centímetros de mi ombligo. Maldigo mentalmente que esa tela nos separe. Todas mis terminaciones nerviosas están descontroladas. Mi boca esboza sonidos extraños que jamás habían hecho en la vida y me siento estúpido por hacer eso.

Al cabo de unos instantes me percato que no me estoy moviendo y unas sensaciones enfermizas ganan terreno en mi mente, mis manos toman vida propia y mis dedos recorren cada una de las hendiduras de su atlético cuerpo y el hace exactamente lo que yo hago. El estruja mis glúteos como si fueran plastilina y mi mente emite un fotograma de mi tío Gerardo amasando la masa para hacer el pan y no puedo evitar reír y el gesto de Fernando cambia a una sonrisa nerviosa.

La situación no pasó a mayores y eso me deja un sabor agridulce porque no me sentía preparado para eso pero por otro lado mi mente estaba desorbitada y todos mis instintos gritaban porque ese trozo de tela desapareciera y pasara algo más. De pronto el entendimiento apodera de mí y es inevitable sentirme especial y afortunado.

“No tuvimos sexo, el me hizo el amor...”, me dice la voz en mi mente. Finalmente él se acuesta a mi lado gracias al amplio espacio del sillón y unimos nuestras manos, estamos boca arriba mirando hacia el estrellado cielo que se cuela por el amplio ventanal, la sábana que compartimos emana una calidez muy placentera, muy única y muy familiar.

— ¿Cómo es tu apellido? — Digo. Hay un momentáneo silencio y luego empezamos a reír.
— Valencia... — Dice pronunciando perfectamente la consonante v.
— El mío es Mora — Digo a punto de explotar de la risa.
— La mora y el café no hacen buena combinación. — Dice sonriendo angelicalmente y se me sale una risita.
— ¿Mora y Valencia hace una buena combinación? — Le miro directamente a los ojos con una sonrisa dibujada en las comisuras de mis labios.
— Por supuesto... — dice besándome con cautela.

nos vestimos no puedo evitar el morbo que me da ver su cuerpo desnudo. “Es el hombre perfecto”, vuelve a decir mi mente y mi corazón por fin de acuerdo. De pronto me doy cuenta que el estarle observando activa algo por allí abajo y me ruborizo tanto que siento mi rostro caliente.

No sé qué sea…

Su ancha espalda no hace más que demostrar el arduo trabajo que realiza al cargar esas enormes cajas de mercancía en el MallCenter, cada uno de sus brazos deben de pesar muchos kilos. Su piel es color canela y está en el punto exacto, ni tan blanco ni tan negro, es solo canela.

Estamos despidiéndonos y nos damos un beso rápido pero él sostiene mi cara entre sus manos y me dice al oído "Te amo", mi campo de visión se raya como fotograma antiguo, mis pestañas bailan en su sitio y mi cuerpo se congela en su lugar. “Yo también te quiero”, digo finalmente marchándome.

De camino pensaba y pensaba por qué no le dije que también le amaba, pero para mí una frase con tanto peso como "Te amo" Significa demasiado y en ese momento yo estoy más en confusión que en órbita.



#10249 en Joven Adulto
#38690 en Novela romántica

En el texto hay: primeramor, romancejuvenil, gaylove

Editado: 17.03.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.