Después de pensarlo muchas veces me decido a llamar a Fernando. Necesito que me escuche, que me deje explicarle. Sé que no contestará si le llamo desde mi celular así que le pedí el favor a Aurora que me prestara su teléfono y voy a hacer el intento. Él contesta después del tercer timbrazo...
— ¿Hola? — Contesta él.
— ¿Fer? — Digo yo y el silencio al otro lado de la línea hace que mi estómago se revuelva con violencia.
— No vuelvas a llamarme — Dice él con una tranquilidad fastidiosa.
— Fernando necesito que me dejes explicarte.
— ¡Y que carajos vas a explicarme! ¿Qué me viste la cara de pendejo? — Dice él.
— Mañana en frente del MallCenter a las cuatro de la tarde te espero, no me plantes. — digo antes de que él cuelgue y la incertidumbre me gana terreno ya que no sé si me alcanzó a escuchar. La ira se instala en mi pecho a tal punto que duele, como es posible que ni si quiera se digne de escuchar mi versión. Me siento tan estúpido y ahora acabo de dejar mi orgullo por el piso.
Ya casi llega la hora del almuerzo y no sé qué rayos cocinar que cumpla con las preferencias de los patrones. Es tan fácil que te manden a cocinar algo, pensar en qué hacer no es para nada agradable. *Suena la campana por todas partes* Subo a toda marcha por las escaleras que llego muy agitado al lugar de donde proviene el sonido.
— ¿Puedo pasar? — Digo yo con la mano en la manija.
— ¡Pasa! — Dice la Señora del otro lado de la puerta.
— Con permiso, ¿En qué puedo servirle? — Digo yo.
— ¿Y el uniforme? — Dice la patrona señalándome con su abanico.
— Creo que me la falda me queda muy angosta. — Digo llevándome las manos a la cintura.
— Ah, es verdad muchacho. En fin, para el almuerzo quiero que me sorprendas. Ve y compra lo que necesites. — Dice ella estrechando el dinero en mi dirección. — Compramos los alimentos en el supermercado en diagonal a la casa.
— Bueno señora, con permiso — Digo saliendo del lugar. No sé cómo me va a quedar el uniforme ya que el que estaba colgado en los ganchos es muy chistoso, la falda es azul cuadriculada y la camisa es rosa “Dios bendito”, el pasillo de la planta superior está lleno de cuadros igual que abajo, pero la simetría del lugar da la impresión de... *Choque*
— Discúlpeme señor. — Digo con la sangre en mis mejillas.
— ¡Quieres matarme imbécil! — Me grita él.
— Como se le ocurre señor yo...
— Disculpe señor, disculpe señor. — Dice imitando mi voz — ¡Tu! ¿Estás en mi casa solo porque así mi madre lo desea, me oyes? Por mí estarías fuera ahora mismo — Dice el hombre acercándose a la habitación de su madre. Yo sin perder el tiempo salgo al mercado de una vez.
***
“Tomates, cebolla y sal me falta la pasta y el pollo y también...”, murmuro yo echando los productos a la canasta pero lo que veo a continuación me provoca alegría.
— Pssd, Janeth. — Le digo a ella que está en la sesión de granos.
— ¿Que estás haciendo aquí? ¿Por qué no has vuelto al colegio?
— Después te explico eso, es que quería saber de...
— ¿Fernando? — Me interrumpe ella y yo asiento. — Ese hombre no te quiere ver ni en pintura después de los cuernos que le has montado. — Dice ella con indignación fingida.
— No jodas Janeth, si supieras todo lo que me ha pasado no estarías diciendo esas pendejadas.
— Lo siento — Dice ella mirando a algún lugar en el piso.
— ¿Pero él está bien después de la pelea con Daniel? — Pregunto yo.
— Bueno después de eso nos fuimos a casa de Annelise y su madre que es enfermera le revisó y le curó las heridas.
— ¿Pero, nada roto? — Sueno más interesado de lo que me gustaría.
— ¿Te importa tanto? ¿Te...? No me jodas Joe, te enamoraste del pendejo de Fernando. — Dice ella y empieza a reír.
— Me encantaría decirte que no, pero sí lo hice. — Digo yo llevándome una mano a la cabeza.
— Y entonces que pasará entre ustedes. — Dice al cabo de unos instantes.
— La verdad no sé. Pero no creo que pase nada más, no estaré con alguien que no confía en mí.
— Cuéntame que pasó. — Dice ella.
— No quiero hablar de eso Janeth, es más, se me está haciendo tarde debo irme. Escríbeme — Digo despidiéndome de ella con un beso en la mejilla. Debo apurarme o no alcanzaré a hacer el almuerzo a tiempo.
***
La ansiedad gana terreno en mi sistema, los señores comen las pastas guisadas con pollo que preparé y yo estoy aquí en la cocina a punto de entrar en un colapso nervioso. Voy a lavar las ollas para ponerlas en el dishé por si eso puede calmarme un poco. *Suena la repelente campana por todo el lugar*
— ¿En qué puedo ayudarle Señora?
— La sobremesa mi amor — Dice ella limpiando su boca con una servilleta.
— Ah, Claro. Ya estaba en eso. — Digo dirigiéndome a la cocina, en verdad ya la tenía hecha solo que se me olvidó servirla por los nervios. La hora del almuerzo pasó y ya le he llevado la manzana a la señora para antes de cenar basándome en las palabras de Aurora. Compré otras cosas para la cena ya que no hay mucho, qué raro ¿Gente de este estrato que no tiene casi nada en la alacena?