Sabor a Café

Capítulo 23 - Salvación

ADVERTENCIA: Este capítulo puede tocar temas muy controversiales relacionados con violencia y puede herir la sensibilidad de algunas personas, dejando esto claro queda bajo su responsabilidad.

Me cuesta abrir los ojos, ya hace un buen rato que desperté y no he logrado conseguirlo. Según en la posición que me encuentro sé que estoy sentado en una silla pero mis manos y mis pies duelen demasiado. *Suena un celular* Por el tono sé que es el mío y eso me despierta al instante, barro la estancia con la vista y no logro dar con el paradero del sonido. Entonces miro hacia adelante y me doy cuenta que está en frente también sobre una silla, el alivio me invade y trato de saltar en mi silla pero esta está amarrada a la pared. Extrañamente es Fernando llamando a mi celular, no entiendo cual sea el motivo pero es la llave a mi libertad. Claramente no puedo llegar a él y sé que es la mejor forma de torturarme. En ese momento los recuerdos vienen a mi como baldado de agua fría y solo entonces mi cuerpo empieza a doler pero en especial mis caderas, el dolor es sordo y cada una de mis vértebras duelen. Siento mi trasero mojado y eso me incomoda bastante, me revuelvo en mi puesto y noto un líquido color carmesí en el asiento de la silla blanca, sollozo sin él sentimiento y entonces entiendo que estoy sangrando. De tanto intentar soltar la silla de la pared, esta da un giro y mi cabeza golpea fuerte contra el piso. Las lágrimas empiezan a desbordarse y la incertidumbre me invade por completo. No sé cuánto tiempo llevo aquí tendido después de que desperté pero el sol ardiente de la mañana me pega de frente. Empiezo a gritar hasta que mis cuerdas vocales duelen y suena la puerta de la habitación.

“Suéltenme, yo no les he hecho nada”, mi voz está tan maltratada que dudo pronunciar las palabras con claridad. El señor Jorge entra a la habitación junto con la señora Cleo y él me acomoda a mi posición inicial y toma mi barbilla entre sus dedos, pasa su lengua por mi cara y hago una mueca de asco. La señora Cleo procede a quitarme las cuerdas que me mantienen cautivo mientras don Jorge me pone algo que creo que es una navaja en la garganta. “No intente algo estúpido porque voy a perforar su cuello y será muy placentero ver como se ahoga con su propia sangre”, dice y mis lágrimas se incrementan.

— Ya está, no demores — Le dice doña Cleo a don Jorge.
— No aseguro nada — dice él y una sonrisa siniestra se instala en su rostro y un escalofrío de puro terror recorre todo mi cuerpo. Ambos ríen y la señora sale por la puerta.
— Señora Cleo, usted es madre piense en que debe estar...
— ¡Cállate Maricón! — Dice don Jorge bofeteándome. Cuando doña Cleo ya está fuera de la habitación le pone seguro, don Jorge se abalanza encima de mí y empieza a besar mi cuello.
— ¡Usted me da asco! — Grito y me bofetea — ¡BAZOFIA!— Grito nuevamente y vuelve a bofetearme. Al último momento el entendimiento llega a mí y comprendo que eso le excita y me quedo en silencio. Su expresión de frustración me da la razón.
— ¡SIGUE GRITANDO PERRA!
— Perra su madre — Digo entre dientes y ahora me golpea con su puño y caigo al piso. Intenta acceder a mí pero esta vez no tengo miedo lo único que quiero es salir de este maldito lugar, cuando Jorge se baja su pantalón y queda en interiores pego mis manos como si fuera a jugar voleibol y golpeó su rostro con ellas. El golpe es tan fuerte que consigo derribarle y me siento realizado. Parece que el lugar está adecuado para que nadie escape y eso me hace sentir impotente. Miro en todo el marco de la ventana y no hay ninguna abertura por dentro, estas están por fuera. Entonces tomo la silla blanca y la estrello contra la ventana para romper el vidrio pero nada, ni un rasguño. Caigo en cuenta de mi teléfono y corro a por él, tecleo el número de Lina y ella descuelga al cabo de dos timbres.
— ¿Joe?
—Lina escúchame no tengo tiempo, llama a la policía y dile a Janeth y a Julia que les digan dónde está localizado el lugar donde trabajo ¿me entiendes?
— No entiendo Joe...
— ¡Has lo que te digo Carajo! ¡Estoy en peligro! — Alcanzo a decir luego de que el señor Jorge se haya recuperado del golpe y haya roto mi teléfono contra la pared.
— ¿Esta muy salvaje la putita?
— Por favor no — digo buscando una salida tras de mí pero lo que encuentro es la pared y no hay escapatoria. Me hala del brazo y caigo al centro de la habitación, él saca algo de uno de los cajones y toma mi brazo. Por el rabillo del ojo veo que es una jeringa con un líquido.
— Es hora de relajarnos... — Dice él y me inyecta el contenido. Al cabo de unos instantes empieza la droga a hacer efecto, no sé qué me ha aplicado pero ya no siento ninguna de mis extremidades y trato de levantarme pero caigo al piso sin más decir, esta vez no duele, puedo decir que fue como caer a un suave colchón y finalmente pierdo el control total de mi cuerpo. No sé cuánto tiempo pasa cuando siento que mi cuerpo es removido del lugar donde está. Muy en el fondo sé que me están moviendo pero mi cerebro no conecta los puntos, mis oídos solo son capaces de escuchar sonidos vagos que se escuchan a lo lejos.



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Editado: 17.03.2020

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