Sabor a Café

Capítulo 26 - Justicia

Aunque me parece estúpido que el médico me fuerce a pronunciar los nombres de las personas que ya reconozco le llevo el hilo, pues ya recuerdo la gran parte. Mis amigas están aquí y una parte de los alimentos que me traían no se los dejaron pasar, agradezco el jugo de mango que me han traído, odio la comida simple que me dan en el hospital. Me han hecho más chequeos y una limpieza para eliminar los residuos de la droga que me inyectaron esos malditos, en cuanto a eso recuerdo algunas cosas. Gracias a la droga gran parte de los horribles recuerdos se han ido pero los huecos en mi mente son horribles, me han contratado un psicólogo porque me he traumado de cosas tan simples. Me da temor que hombres diferentes se me acerquen y ahora lucho con el calor que me quema el pecho cuando esas cosas pasan. No sé cuándo voy a superar eso.

También ha venido un policía a hacerme preguntas, le respondí absolutamente todo con pelos y señales, todo sea porque atrapen a esos mal nacidos. El agente les dijo a mi hermano y a mi abuela que debían poner la denuncia y no lo pensaron más de dos veces. En cuanto a ellos no sé qué es lo que ha cambiado, parece que estar al borde de mi muerte les hubiera hecho aceptarlo, pero la verdad no me puedo fiar ya que no hemos tocado el tema. Medicina legal ha tomado las pruebas suficientes en mi cuerpo para que si esos malditos se asoman en cualquier lugar les encierren. Mis amigas me han dicho que Fernando viene constante desde que entré al hospital, me dicen que les pregunta por mi estado siempre y no les he prohibido nada, en realidad no quiero saber nada de él. Jamás pensé que alguien pudiera quebrar tanto mi corazón después de las palabras de Molly pero él lo aplastó con el pie.

Estoy emocionado y un tanto nervioso porque después de tantos días me dan de alta, mis heridas han sanado notoriamente, ahora de tanto vendaje parezco una momia. Mis amigas se habían dividido por grupos para la visita y hoy están todas aquí, me siento muy… “Rayos, rayos y más rayos” ¿Para donde carajos voy a irme ahora? No pensé en eso en estos días.

— ¡Lina! — Le llamo a ella que esta recargada a un lado de la puerta hablando con Julia.
— Dime mimo — Dice ella y no puedo evitar sonreír por el apodo que nos pusimos hace unos meses.
— ¿Puedo quedarme en tu casa por unos días? — Le pregunto y cuando está apunto de responderme mi abuela Molly aparece detrás de ella.
— No señor usted se va con nosotros — Dice muy seria y un nudo se instala en mi garganta.
— ¿Quiere todavía que me valla con ustedes sabiendo que por su causa estoy aquí? — Mi voz suena fría y cruel, siento como la mano de Lina se enreda en mi hombro.
— No hay discusión — Dice cortando la fastidiosa conversación.

***

Tuve que hacerme a otro teléfono de esos de vender minutos en el local para comunicarme con mis amigas, mi abuela quiere obligarme a volver al colegio y los profesores están de acuerdo con que yo presente las recuperaciones y los trabajos mientras estuve ausente. En este momento quiero de todo menos entrar a mi casa de nuevo, siento que aun sufriendo en otra parte me sentía libre, aquí debo someterme a las reglas y ser un maniquí a quien vistan como quieran, pero que más da, apenas sane por completo me iré.

— ¿Qué más quieres? Ya te pedí una disculpa — Dice Molly.
— ¿Sabes que quiero? Que me acepten como soy y por lo que soy, quiero también que ustedes entiendan que no soy un engendro así como me lo dijiste hace unos días — Digo y mi respuesta hiere a Molly e intenta agregar algo pero alzo aún más la voz — y que hay personas que se enamoran de los sentimientos de otras personas sin importar su género, porque el amor es lo único que vale. Ya sabes que es lo que quiero ¡Y tiene más reversa un tren sin frenos!

Sin pensarlo ya estoy adentro y cuando me percato una corriente recorre todo mi cuerpo — Lo hablaré con Daniel —, dice mi abuela dejando su bolso en la silla mecedora.
— ¿Que rayos es lo que tienes que hablar? ¿Lo que te va a ser inevitable decidir? ¿Lo que ya no tiene remedio ni castigo? ¿Vas a llevarme a un centro de tratamiento para homosexuales? Dime donde esta ese lugar. No espera ya sé, dile a mi hermano que le dejen de gustar las mujeres.
— Es diferente Joe — Responde mi abuela a mi ataque de histeria y ruedo los ojos.
— ¿Dime cual es la diferencia? ¿Que yo soy un alíen?
— No digas pendejadas — Dice mi abuela y empieza a reír, por un momento pienso que ha tomado consciencia pero no dice nada más y se va a la cocina. *Suena mi teléfono en la mesa* Trato de levantarme lo más cuidadosamente posible para no abrirme las heridas, cuando llego a este lo tomo entre mis dedos y le doy en el verde pero no alcanzo a contestar, era Tina quien marcaba, le prometí que le llamaría cuando llegara y se me olvidó. Suena el aparato otra vez y sin pensarlo más de dos veces contesto y luego me arrepiento por ello.

— ¿Joe? — dice Fernando al otro lado de la línea.
— Ojalá esta chatarra vieja reconociera los números desconocidos. — Digo con sarcasmo, debí colgar pero no lo hice.
— Por favor, déjame explicarte — dice y su voz parece más ronca de lo que recordaba, es muy osado al reciclar mis palabras.
— Fernando, seré lo más claro posible para que no hallan rollos después ¿Vale?
— No Joe, espera...
— Mira, — Le ignoro — ¿Sabes claramente que la has regado hasta el fondo verdad?
— Lo sé.
— ¿También sabes que mi hermano no le quiere ni un poquito verdad?
— Ajá.
— ¿Y sabes que no estaré con una persona que no confía en mí?
— Joe pero...
— Adiós.



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Editado: 17.03.2020

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