Suena mi teléfono y me despierto exaltado porque son las dos de la madrugada “¿Quién rayos envía mensajes a esta hora?”, tras de que no me falta nada para despertarme en medio de la noche. Tomo el aparato y lo prendo, la luz me cega por unos momentos.
Fernando V ⭕ Online ahora
Fernando V: ¿Joe babe?
2:05 am ✔✔
Joe M: ¿Está todo bien?
2:07 am ✔✔
Fernando V: Si, Necesito que vengas. Estoy afuera de tu casa.
2:07 am ✔✔
Joe M: ¿Para qué? ¿Por qué a esta hora?
2:10 am ✔✔
Fernando V: Aquí te espero.
2:10 am ✔✔
Estoy muy adormilado aún, voy en dirección a la ventana y allí está Fernando de pie al lado de un carro. Me cambio la pijama y me lavo el rostro para despertarme un poco. Todos están dormidos así que camino con cuidado de no hacer ruido. Cuando ya estoy afuera Fernando me da un abrazo y hala de mi brazo hasta el coche que está aparcado al frente de mi casa. Entonces mi sistema de alerta se enciende y freno en seco, el al verme se disculpa y me dice que es una sorpresa y mi corazón se salta un pálpito.
— ¿Vas a secuestrarme? — Pregunto y el esboza una sonrisa.
— No necesariamente — dice y mi mente se ralla como un disco.
— Vamos, se nos hace tarde — Dice y me decido a entrar al coche, me acomodo en el asiento del copiloto. Después de varios minutos en las calles tomamos un desvío a una carretera y mi estómago se contrae, volteo a ver a Fernando para asegurarme que es él y no otra persona pero sí que lo es. Tiene una sonrisa dibujada en su cara y se percata de mi acoso visual y me mira con diversión. — Tranquilo babe. Jamás te haré daño.
— Confío en ti — Digo yo y miro por medio de los vidrios las señales de tránsito reflectivas. Sin darme cuenta me quedo dormido y desde eso no sé cuánto tiempo ha pasado.
— Levántate dormilón, ya hemos llegado — escucho la voz de Fernando en el fondo y lentamente voy captando que es lo que dice. Levanto mi cabeza y puedo ver como está muy oscuro todavía.
— ¿Dónde estamos? — Pregunto desorientado.
— Ya verás — Dice quitando los seguros para salir del vehículo. Cuando me bajo veo aún en penumbras que estamos en un campo. Fernando me pide que le siga y caminamos por un camino pedregoso y me he caigo un par de veces.
— Deme ese saco — Le digo mientras le quito el abrigo, el me trajo el me cuida, hace mucho frío. De pronto alzo mi cabeza y veo una casita de campo, es de segundo piso y se ve hermosa, se ve tan clásica que me siento de otra época, hay una luz encendida de modo que hay alguien despierto. Fernando toca tres veces y alguien quita muchos pasadores al otro lado. Es después de eso que veo a un muchacho muy apuesto al otro lado de la puerta, es igual de alto como Fernando y entre sus ropas se puede notar el ejercicio que hace para mantener esos músculos, es un poco más robusto que Fernando y es blanco, parece estadounidense.
— ¡Fernando, ya está todo listo! — Dice el muchacho con una amplia sonrisa y mi cara se convierte en un signo de interrogación “¿Que está listo?”, dice la voz en mi cabeza.
— Cállate Santi, lo arruinarás — Dice Fernando y entonces el otro grandulón se percata de mi existencia.
— Sale, vamos ya casi es hora — Dice señalando con la cabeza el reloj de la pared que da las cuatro y cincuenta y cinco de la madrugada —Por qué no me visitas más seguido — Dice “Santi” y su acento mexicano es innegable, un mexicano que parece estadounidense. Mientras dice eso rodea con su brazo el cuello de Fernando y le raspa la cabeza con los nudillos de su mano. Mi pecho se contrae con violencia y arqueo mis cejas ¿Que me está pasando? ¿Acaso estoy celoso? Fernando voltea a verme y nota mi inevitable disgusto y se aparta.
— Que mal educado soy, no les he presentado. Santiago, mí prometido Joe. Joe, mi amigo de la infancia Santiago. — Dice Fernando con un entusiasmo repelente a mi antojo, le estrecho mi mano.
— Mucho gusto — Decimos los dos a la vez, luego hala de mi brazo y me aprieta como una boa.
— Ah, ¿olvidé decirte que es demasiado afectuoso? — Dice Fernando riendo y entonces bajo la guardia.
Al cabo de unos minutos por un camino que no tiene tantas piedras como el anterior llegamos a un banquito que está a un lado del camino. Santiago y Fernando descargan unas bolsas y empiezan a sacar el contenido. Siento un poco de miedo ya que está aún oscuro, Fernando le prende fuego a una cosa detrás de mí y giro en mi puesto para averiguar que es. Él me mira con una sonrisa y su cara se ilumina con la luz de una linterna flotante y yo al ver que está congelado en su lugar espabilo “Te prometí traerte a un lugar a enseñarte algo que jamás has visto”, me dice y entro en confusión, tal vez es cierto que nunca había visto un campo a oscuras ¿Qué tiene eso de especial? ¿Vamos a ver como brilla la linterna en la oscuridad de la gélida madrugada? Fernando mira algo en el cielo y suelta la linterna, me obliga a sentarme rápidamente y al cabo de unos instantes la linterna se eleva y con ella los hermosos rayos del Sol diciendo que ya son las cinco y media. Es como si la linterna le hubiese dado la orden al sol de mostrarse, a lo lejos se aprecia cómo se asoma el sol y la oscuridad se va desvaneciendo, los rayos de luz dejan ver que estamos en un hermoso campo plagado de girasoles y entonces ocurre la magia…