Y es entonces cuando le veo, Joe está allí de pie junto al marco de la puerta, con los ojos hechos cristal y mirando hacia donde estamos Santiago y yo. Jamás me había mirado así y es más que obvio por que lo hace, puedo ver desde donde estoy que ha dejado caer su mochila en la mesa y esta hizo caer el florero que estaba allí. Entonces es cuando espabilo y empujo a Santiago quien también le está viendo a Joe, le conozco lo suficiente para saber que no lo ha hecho a propósito pero ese no es el problema ahora.
— Joe, esto no es lo que parece. Fue culpa mía, yo solo… — Inicia Santiago.
— ¡Callate! — Grita Joe y su voz se quiebra, mis alarmas se disparan.
— Babe, de verdad no es lo que parece. Santi y yo estábamos jugando — Digo y justo cuando lo hago me doy cuenta que fue el comentario más estúpido que pude haber dicho.
— Yo confíe en ti — Dice él y me duele su gesto, luce como si su alma se hubiera quebrado como un cristal.
— Joe por favor escúchame — Digo y me interrumpe. Joe no es la persona que da segundas oportunidades, si no arreglo esto ahora jamás habrá oportunidad.
— Te abrí las puertas de mi corazón aun cuando lo habías roto — Dice él y se mueve como si cada brazo le pesara una tonelada.
— Escúchame por favor — Mi suplica es ignorada una vez más y entonces como si fuera una carrera por quien toma la escoba primero, Joe la agarra entre sus dedos y nos amenaza con ella.
— ¡Escúchalo por favor! — Grita Santiago en mi defensa y veo que ¿está llorando?
— ¡Lárguense de aquí los dos! — Dice él.
“No, no ¡NO!”, avanzo hacia Joe y este me lanza un escobazo que gracias al cielo pude esquivar.
— ¡Amor, déjame aclarárte, esto no es como lo estás pensando. — Digo yo.
— ¿Entonces como carajos es? — Dice él y me acomoda la escoba en un brazo. Le puede el peso y se va a su lado izquierdo como si fuera un bebe que está aprendiendo a caminar, se quita el anillo de compromiso y me lo lanza — Si en este anillo está valorado tu amor por mí, esta mierda vale cincuenta pesos.
Tomo el anillo del piso, mi corazón duele como si tuviera una espina atravesada. Intento acercarme pero me aparta, ahora la cabeza le puede y cae acostado.
— ¡Que te largues coño! ¡No me hagas más daño! — Grita y su tono es antinatural. Entonces salimos de la casa con temor a que le dé un patatús y me quedo de pie frente a la puerta cerrada.
— Fernando esa no era la idea, esa no fue mi intención, yo solo quería… — Se acerca Santiago y entonces le interrumpo con uno de mis puños en su nariz y este cae al piso, puedo ver su sangre salir por las fosas nasales.
— ¡Yo llego a perder a mi Joe por tu culpa y te haré añicos con mis propias manos! — Digo sintiendo que mi cabeza me va a estallar de la impotencia, me llevo las manos a esta y emprendo camino hacia algún lugar el cual pueda aclarar un poco mis pensamientos, jamás me imaginé golpearle de ese modo a Santiago pero actúe sin pensar y a decir verdad es lo que menos me preocupa en este momento.
《?》
En este justo momento es cuando nadie piensa con claridad, pues los hechos sucedidos son más que específicos para entrar en detalle, Fernando llego hasta un parque muy enojado y una pobre roca pago por la ira de aquel joven, él se quedó allí hasta que pudo sentirse cuerdo y se fue a su casa, tal vez consultando con la almohada pueda comprender más a fondo como se sintió Joe al no ser escuchado en ocasiones anteriores. Santiago por otro lado se limpió la sangre que su amigo le había sacado al romperle la nariz y sin pensarlo dos veces timbro en la casa que estaba en frente suyo, llamó a alguien adentro pero este no le contestó, nadie salió a su encuentro y entonces se dio por vencido marchándose a su casa y arrepintiéndose con cada una de sus células él haber corrido tan mala suerte por ambas partes. Y joe, que en este momento no se puede ni levantar de donde está se arrastró hasta debajo de un mueble, está sintiéndose como "Pendejo" por haber creído en alguien como Fernando, quien no le había tenido confianza en un principio pero aun así le perdonó y que ahora le ha traicionado, él siente que su corazón se estruja y la sangre quiere salir disparada de sus venas. Está acurrucado en un rincón de la sala llorando sin cesar, inmóvil y dejándose vencer por el sueño.
No pasa mucho tiempo desde lo sucedido cuando la señora Molly llega con el pollo crudo en una bolsa y la gaseosa dando a saber que viene dispuesta a ayudarle a hacer la comida a su yerno quien ya debía haber adelantado gran parte de este pero para su mayor sorpresa no había nadie en la cocina y por unos momentos pensó en que la casa estaba sola. Hasta cuando se dio cuenta de unos pies bajo un escritorio de madera en el cual reposaban algunos libros y una vieja máquina de escribir y sin querer sonrió recordando lo que la maestra del kinder le dijo hace ya bastantes años, cuando descubrió al pequeño Joe de cinco años bajo su escritorio asustado de sus demás compañeros. La señora desconociendo que le pasa a su nieto se abalanza en dirección al mueble y se acurruca en frente del muchacho dándose cuenta que está llorando.