Sabor a Café

Capítulo 32 - Ultima suplica

Hola, de nuevo yo -.-'

Les aviso que ya a este punto he publicado el libro "CATASTROFE AMAZONAS" y pueden ir a ver la portada y un avance en mi perfil de Litnet ¡Estoy emocionado! Gracias por llegar hasta este punto de mi primera historia Sabor a Café. <3 ¡Sigan con lo suyo que hay sorpresita!

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— Jóvenes, hagan silencio que los pacientes necesitan descansar — dice una enfermera con medio cuerpo afuera de la habitación de enseguida.
— Disculpe, vámonos — Digo empujándole a Fernando para evitar seguir molestando. En menos de cinco minutos ya estamos en el área de información, el portero nos abre y salgo directo al estacionamiento para irme cuando una mano se enreda en uno de mis brazos.
— ¡Suéltame! — Digo cuando identifico a quien pertenece la mano.
— Tienes que escucharlo Joe — Dice el acompañante y clavo mi mirada inyectada de ira en él.
— ¡Tu cállate!
— Pues me vas a escuchar así sea a la fuerza. — Dice Fernando. — ¿Que? ¿Me estas jodiendo? — Digo mientras agarra con fuerza mi brazo y me arrastra hacía su auto. Lucho por zafarme de su agarre mientras le lleno su espacio auditivo de ordenes e insultos pero no me suelta, llega un punto donde puedo liberarme.
— ¡Atrápalo! — grita Fernando, el otro le obedece y entre los dos me suben al carro.
— Esto es secuestro güey — Dice Santiago cerrando la puerta mientras Fernando le pone seguro a las puertas. Es cuando siento el carro diminuto y mi pecho se contrae, creí ya haberlo controlado pero las imágenes vuelven a mi mente, me siento agredido de nuevo, siento que mis fosas nasales no son capaces de inhalar el aire.

— ¿Fernando? — Dice Santiago mientras salimos de estacionamiento.
— Que — Le responde Fernando concentrado en el volante dando vuelta hacia la izquierda.
— ¡Joe está muy pálido! — dice Santiago mientras siento como si estuviera tragándome una bola de ping pong.
— ¡¿Que?! ¡¿Cómo?! — dice Fernando alterándose y siento como el carro hace un movimiento brusco.
— ¡Que se está ahogando cabrón! ¡Parquea la troca en algún lugar! — dice Santiago. Me doblo del dolor como si mi pecho tuviera una daga atravesada. Sé que ellos no me harían daño pero mis alertas me dicen otra cosa.

“¿No lo podré superar jamás?”, dice la voz en mi mente. Intento llenar mis pulmones pero el oxígeno que hay no es suficiente.

— ¡Fernando que parquees ya! — dice Santiago, mi cabeza debe estar roja, la siento toda caliente.
— ¡Que ya voy! ¡Qué quieres! ¿Qué me suba al andén? — Entre los dos me sacan del carro otra vez, estoy ahogándome y no lo proceso, mis pulmones quieren estallar, parece que el aire se hubiese metido en mi pecho por una vía que no le correspondía, duele, duele mucho. Me descargan en el suelo y ninguno de los dos es capaz de manejar la situación.
— ¡Que hacemos! — Dice Fernando.
— Dale respiración boca a boca — Dice Santiago mientras inconscientemente hago sonidos extraños para tratar de llenar mis pulmones.
— ¿Yo? — Dice Fernando.
— ¡Es tu novio cabrón! — Grita Santiago.
— ¿Lo van a dejar morir estando en frente de un hospital? —Escucho decir a una tercera persona más no le veo. De la nada aparecen muchas personas a nuestro alrededor, mi visión se va desvaneciendo y los jadeos que hago son más largos por la falta de oxígeno. Alguien pone algo que parece ser un kit medico a unos centímetros de mí, unos fuertes brazos me alzan del suelo como si yo fuese de papel y me ponen en una silla, luego me instalan un respirador, el medico hace repetidos movimientos para que el aire entre a mis pulmones.
— ¿Puedes levantarte? — Dice el señor y seguido a eso asiento con la cabeza. Me pongo de pie con ayuda de Fernando y el médico, me hace mover los brazos de arriba hacia abajo, no puedo evitar pensar cuando estaba en la escuela y nos ponían a hacer esos movimientos. El aire se siente como el mejor de los manjares, ahora comprendo a mi abuelo quien debía respirar con cánula y un tanquecito de oxígeno. Poco a poco voy sintiéndome mejor y ya puedo sostenerme solo.
— Muchas gracias doctor — Le digo cuando me quita el respirador.
— Es un placer — Dice guiñándome el ojo — ¿Te pasa muy seguido?
— No, la verdad no sabemos porque fue ¿Verdad Joe? — Dice Santiago y lo miro con los ojos chinitos.
— Yo sí sé porque fue — Digo mirando a Fernando sin ninguna expresión en mis facciones — Pero no doctor, no me pasa seguido.
— Vale, aquí tienes por si lo sientes de nuevo o te da mareo —Dice el medico pasándome una bolsa de papel. La gente se va y el doctor también, quedamos los tres de nuevo.
— Aun debemos hablar Joe — Dice Fernando.
— Pues ahora si iré de forma voluntaria no vaya a ser que me muera asfixiado — La cara de Fernando se desencaja mientras la de su estúpido acompañante se ilumina y estoy seguro que ahoga una carcajada. Esta vez vamos caminando hasta una cafetería que queda cerca del hospital, me trae buenos recuerdos porque allí fue donde entramos una vez cuando nació mi primito el hijo de mi tía Betzabé.



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Editado: 17.03.2020

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