NARRADOR: ALLISON
El sol ya se escondía detrás de los árboles, tiñendo el cielo de un naranja tan bonito que daba ganas de sacarle una foto... o de comérselo, no sé. Mary y yo estábamos tiradas en el pasto, como dos croquetas humanas, con las piernas en posiciones imposibles y la espalda protestando, pero bueno, nada fuera de lo común.
—Te lo juro, Mary. No sé cómo, pero esos labios siguen aquí. —Me cubrí la cara con las manos, como si pudiera borrar de mi cerebro el recuerdo más confuso, incómodo y deliciosamente adictivo de mi vida.
—¿"Esos labios"? —Mary alzó la cabeza, con su clásica sonrisa de “esto va a estar bueno”. Sabía perfectamente a qué me refería, pero le encantaba hacerme pasar vergüenza.
—¡SÍ! ¡ESOS MALDITOS LABIOS! —Repetí como si ella fuera sorda y yo, una actriz de telenovela en crisis.
Mary se sentó como si le hubieran ofrecido palomitas para ver mi tragedia en HD.
—¿Otra vez con eso, Allison? Fue solo un beso. De una fiesta. Que no recuerdas. ¡Como una película borracha pero sin presupuesto!
—No fue "solo un beso". Fue EL BESO. El beso con mayúsculas. Fue como... no sé, como si alguien me hubiera besado con una pastilla de menta y promesas falsas. —Me tapé los ojos otra vez, dramatizando como si fuera la protagonista de un musical triste. —Y lo peor es que no sé ni con quién fue. ¡Solo recuerdo labios suaves, un aroma fresco y mi dignidad perdiéndose entre las luces estroboscópicas!
Mary soltó una carcajada que probablemente se escuchó en otro barrio.
—¡Estás enferma! ¿Quién se obsesiona con un beso misterioso sabor a chicle?
—¡YO! Porque fue perfecto. Y porque no tengo otra cosa que recordar de esa noche más que ese beso y el hecho de que perdí un arete y probablemente la dignidad.
—O sea, ¿quieres besar a todos los chicos de la escuela para descubrir quién fue el Menta Mágico?
—¡No dije eso! Pero si alguien quiere colaborar... —dije bajito, como quien no quiere la cosa.
Mary me lanzó una mirada de “estás más loca de lo que pensaba”.
—Ok, escúchame, esto es lo que tienes que hacer: besar a todos los chicos buenos mozos hasta que uno sepa a menta. Fácil.
—Mary, eso es... totalmente inapropiado.
—Y totalmente lógico. Método científico: hipótesis, prueba, resultado. ¡Vamos, Newton estaría orgulloso!
Yo ya estaba tirada de nuevo en el césped, mirando al cielo como si fuera a caerme la respuesta desde una nube con forma de labios.
—Solo espero que, cuando recuerde todo, no sea que el chico en cuestión era... no sé... el novio de alguien. O un profesor. O peor... alguien que babea.
Mary se quedó en silencio un momento y luego soltó, con voz sospechosamente casual:
—¿Y si es el chico nuevo? Ese, el... Evan Crown
Yo me senté de golpe como si el pasto me hubiera mordido.
—¡¿QUÉ?! ¡NO! ¡IMPOSSIBLE!
—¿Por qué no? Está bueno. Rarísimo, pero bueno. Tiene esa cara de “nunca he visto una sonrisa” y la actitud de “me compré ropa negra para cada día de la semana”, pero se le perdona todo porque... ya sabes, pómulos, cejas, misterio.
—¡Mary! Es como si Edward Cullen hubiera sido criado por robots.
—Y sin embargo, si me dijeras que tiene sabor a menta, no lo dudaría.
—Mary, no necesito este tipo de ideas en mi cabeza. ¡Ya bastante tengo con estar besando chicos imaginarios en mi memoria!
Mary me lanzó una mirada cargada de picardía.
—Bueno, si resulta que fue él, al menos sabrás que tus labios tienen buen gusto.