¿sabor Favorito? ¡¡menta!!

Capitulo 13: Pesadilla Con olor a Cafe.

Narrado por Allison – modo “esto es una pesadilla con olor a café y culpa” activado.

La noche había caído sin que nos diéramos cuenta. La piscina seguía brillando bajo las lámparas del jardín, pero ya no había risas ni guerras de salpicones. Solo el sonido suave del agua y la música bajita que Mary había puesto desde su celular: esas canciones que suenan como recuerdos antes de que pasen.

Estábamos los cuatro tendidos en las sillas, envueltos en toallas, el cabello húmedo, los cuerpos cansados. Mary comía sandía directo de un bowl en su abdomen, y David… bueno, David ya había saqueado la mitad de sus fresas.

—Devuélveme mi frutaaa —murmuró ella entre risas, sin abrir los ojos.

—La fruta no se devuelve, Mary. Se honra —dijo David, metiéndose otra en la boca como si estuviera en un ritual sagrado.

Yo sonreía mirando las estrellas. Estaban tan claras esa noche. No sé si era el clima, el helado o Evan acostado tan cerca de mí, pero todo se sentía... perfecto.

Su brazo rozó el mío. Apenas.

Mi piel reaccionó como si me hubieran lanzado de nuevo al agua helada. Pero no me moví. Él tampoco.

—¿Siempre se ven así de claras las estrellas aquí? —preguntó Evan, con voz baja.

—No siempre —susurré—. Solo cuando tienes con quién verlas.

Volteó su rostro hacia mí, y aunque no lo miré, sentí su atención. Su mano rozó la mía, tímidamente, como pidiendo permiso.

No la aparté.

—¿Y qué se supone que se pide cuando pasa una estrella fugaz? —preguntó él, tan bajito que parecía un secreto.

—Que se quede el momento… o que se repita —contesté, sin pensarlo.

Y entonces, nuestros dedos empezaron a buscarse entre las toallas, lento, con una ternura tan íntima que dolía.

David y Mary ya no hablaban. Quizá se habían quedado dormidos. O quizá solo... sabían.

Me giré hacia Evan justo cuando él también lo hizo. Nuestros rostros, peligrosamente cerca. Su aliento olía a fresa. Su mirada…

No sé si pensó lo mismo que yo, pero algo, algo inevitable, nos estaba empujando.

Su frente tocó la mía.

Nuestros labios estaban a un suspiro.

Y entonces...

Allison.

Mi mundo entero se congeló.

Me incorporé de golpe. La voz era inconfundible.

Evan se separó de mí tan rápido que casi se cae de la silla.
Mi papá estaba ahí, de pie en la entrada del jardín. Brazo cruzado. Expresión de granito. Y esa mirada suya que podía convertir las estrellas en polvo.

Yo tragué saliva, sintiendo cómo el corazón se me deslizaba hasta los tobillos.

Adentro. Ahora. —dijo mi papá, con una voz tan grave que el suelo pareció crujir.

David se levantó en un salto, atándose la toalla a la cintura como un náufrago, mientras Evan murmuró un “buenas noches, señor” que apenas fue un hilo de voz. Ambos escaparon por la reja trasera, sabiendo que el tsunami apenas empezaba.

Yo me quedé quieta, empapada, envuelta en mi toalla como un náufrago que sabe que viene la tormenta.
Allison —repitió mi papá—, cámbiate ese traje de baño. Y tú también, Mary. No quiero verlas así ni un minuto más. Las espero en la cocina. Y más vale que no me hagan repetirlo.

Snow se acercó moviendo la cola, como si pudiera protegerme.

Mary arrastró sus pies hacia mí, los hombros hundidos.

—Creo que oficialmente estamos muertas —murmuró.

—Creo que esta noche nos toca escuchar la sentencia de muerte —susurré mientras caminábamos hacia la puerta.

—¿Y si decimos que fue idea de David? —propuso Mary, medio en broma.

—¿Tú quieres que nos entierren vivas o qué? —le respondí, y casi, casi nos reímos.

Nos miramos, empapadas, congeladas, cómplices en la desgracia... como dos prisioneras rumbo al cadalso.

La cocina olía a café recalentado... y a juicio final.

Papá estaba allí, de pie junto al mesón. Apenas nos vio entrar, colocó su taza sobre la encimera con un golpe sordo que hizo temblar el aire.

¿Se volvieron locas? —disparó, su voz tan filosa que me estremecí.

Yo llevaba una sudadera apresurada sobre el traje de baño. Mary, sus shorts de pijama y la cara de "nos freímos".

—Papá... —empecé.

¡Allison! —tronó, y las palabras me cortaron en seco—. ¡No quiero oír ni una sola excusa!

Se acercó, plantándose frente a nosotras como una muralla.

¿Me pueden explicar qué diablos hacen en traje de baño, en plena noche, con dos chicos aquí? —su voz subía, controlada, pero llena de furia contenida.

Mary tragó saliva. Yo sentía el calor subiéndome a las mejillas.

—¿Qué hacían? ¿Jugando a las muñecas? ¿Pidiendo deseos a las estrellas? —escupió con sarcasmo, su mirada clavándose en mí—. ¿O iban a hacer algo más?

El silencio cayó como una bomba.

—¡No es lo que piensas, papá! —exploté, la voz rompiéndoseme—. ¡Solo helado, música, piscina! ¡Nada más!

Papá soltó una carcajada seca, vacía.

—¿Ah, sí? —sus ojos brillaban, peligrosamente—. ¿Y besándose casi en mi cara? ¿En mi casa? ¡A las diez de la noche! ¡En trajes de baño que parecen ropa interior!

Mary retrocedió un paso.

Yo apreté los puños.

¡Allison! ¡Es mi casa! ¡Y mientras vivas aquí, vas a respetar mis reglas! Y si eso significa que no puedes meter a chicos aquí.

Quise gritar, quise llorar, quise desaparecer.

Pero no dije nada.

—Suban. Ahora. —ordenó finalmente, su voz quebrada de rabia—. Y recen porque mañana quiera seguir hablando con ustedes.

Mary asintió, pálida.

Yo también.

Subimos en silencio, dejando atrás el olor a café frío y a un mundo que, hasta hace cinco minutos, parecía perfecto.

Y mientras subía, solo podía pensar una cosa, girando y girando en mi cabeza como un eco imposible de callar:

"¿Estuve a punto de besar a Evan Crown en el patio de mi casa?"



#1140 en Otros
#362 en Humor
#311 en Thriller
#109 en Suspenso

En el texto hay: suspenso, hurmor drama, humor amistad amor adolescente

Editado: 07.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.