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Capítulo 16: Regalos, risas y un toque de nervios.

Narrado por Allison, víctima de regalos y risas.

Apenas cerramos la puerta del carro, mi corazón empezó a latir con fuerza, como si intentara escapar de mi pecho. Evan y David estaban justo frente a la entrada principal de la escuela, con su presencia causando una especie de corriente eléctrica en el aire.

Ambos lucían perfectos en sus uniformes, las camisas grises que les quedaban impecables, los pantalones perfectamente entallados, y esas corbatas flojas que parecía que se las quitaban solo por diversión. Esos chicos… estaban demasiado bien.

—¿Vas a mirar o vas a respirar? —me susurró Mary a mi lado. No estaba segura si me hablaba a mí o a ella misma, pero entendí perfectamente. Era difícil no mirarlos.

Las chicas alrededor, como si hubieran llegado a un acuerdo, nos lanzaban miradas disimuladas, aunque yo sentía que mis piernas estaban tan temblorosas como gelatina.

—¿Lo ves? —dijo Mary, ajustándose la mochila, su voz baja, casi un suspiro. —Es imposible no mirarlos, ¿verdad?

Sacudí la cabeza con una sonrisa incómoda, tratando de mantenerme lo más calmada posible para no parecer una fan del club de admiradoras.

David fue el primero en acercarse. Su sonrisa confiada hacía que el mundo pareciera a sus pies, mientras su mirada se mantenía relajada, como si todo fuera parte de su rutina.

—¿Qué tal, chicas? —saludó, su tono tan natural que parecía que no había nada fuera de lo común.

Evan, por otro lado, me miró con esa calma que solo él tenía, recorriéndome con la mirada. No pude evitar preguntarme si notaba el nerviosismo que me recorría cada célula de mi cuerpo.

—Tengo algo para ti, Mary —dijo David, sacando una pequeña caja cuadrada de su mochila y colocándosela en las manos. —Es para compensarte por el mal rato de ayer. Espero que te guste.

Mary lo miró, sorprendida, pero con un sonrojo que apareció de inmediato. Se mordió el labio, un gesto nervioso, mientras tomaba la caja con esa mezcla de incredulidad y emoción.

—Gracias… —respondió, su voz temblorosa.

Evan se giró hacia mí, y aunque no lo había esperado, me extendió una cajita pequeña.

—Para ti, Allison —dijo con su voz suave pero firme. —Por el castigo que seguro te ganaste el otro día.

Mis pensamientos se nublaron por un segundo. El recuerdo de nuestro casi beso pasó fugazmente por mi mente, y mi rostro se tiñó de rojo sin poder evitarlo.

—Gracias… —logré decir, mientras tomaba la caja con manos que parecían estar mucho más frías de lo que deberían.

Ambas guardamos rápidamente los regalos en nuestras mochilas, justo en el momento en que la campana de la escuela resonó por todo el patio. ¡El momento se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos!

—Bueno, parece que el destino nos quiere dentro de las clases —dijo David, con un tono tan relajado que parecía que nada podría interrumpir su día.

—Nos vemos después, chicas —dijo Evan, con esa sonrisa de complicidad que me dejó una sensación extraña en el estómago.

Los chicos se dieron la vuelta y comenzaron a caminar de regreso al edificio, sus pasos perfectamente sincronizados.

Mary, como si acabara de liberarse de un hechizo, soltó un largo suspiro, mirando con incredulidad hacia donde se habían ido.

—¡Eso fue…! —su voz tembló, y yo entendí perfectamente lo que sentía. —¿Lo viste? ¡Nos dieron un regalo! ¡David me dio un regalo!

—¡No puedo creerlo! —exclamé, casi hiperventilando, mientras miraba la caja en mi mochila. —¿Y qué será?

—Lo averiguaremos en el recreo —dijo Mary, con una sonrisa traviesa que me hizo pensar que, aunque estábamos un poco desbordadas por la emoción, estábamos disfrutando de este pequeño caos.

De repente, miré la hora y el pánico me invadió.

—¡Vamos, que si no corremos, vamos a llegar tarde al salón de biología!

Nos miramos y, sin pensarlo, comenzamos a correr hacia el edificio, riendo nerviosamente mientras tratábamos de calmar el ajetreo de nuestros corazones.

Finalmente, el timbre de recreo sonó, y como siempre, Mary y yo nos dirigimos a nuestro rincón favorito bajo el árbol. Ese lugar tranquilo donde podíamos relajarnos, donde todo parecía menos complicado. Pero hoy, había algo diferente en el aire. Las cajas de regalo seguían guardadas en nuestras mochilas, y el recuerdo de esa mañana con los chicos flotaba sobre nosotras.

—¿Lo abres primero tú o yo? —preguntó Mary, sonriendo mientras nos tumbábamos en el césped.

Decidí abrir la caja que Evan me había dado. El corazón me latía con emoción y curiosidad. Dentro, encontré un forro de teléfono de un verde suave, con pequeños detalles de fresas brillantes que le daban un toque tan delicado. Un pequeño peluche blanco, con una coronita de flores, estaba colgado junto a la caja.

—Es perfecto —dije, sin poder evitar sonreír, mientras tocaba el peluche entre mis manos. Miré a Mary, que ya había abierto el suyo. Su forro era de un rosado brillante con estrellas fugaces, y el peluche tenía la misma vibra tierna y pequeña.

—¿Lo ves? —me dijo, sonriendo traviesa mientras ajustaba el teléfono. —Nos lo dieron a la medida, ¿no?

Ambas comenzamos a reír, ese tipo de risa que viene acompañada de una mezcla de incredulidad y felicidad. Ese pequeño detalle nos había unido más de lo que imaginábamos, como si los chicos supieran exactamente lo que nos gustaba. Sin decir nada, Mary colocó el forro a su celular, y yo hice lo mismo con el mío. Fue como si, al mismo tiempo, ambos teléfonos adquirieran un toque más cercano a nosotras.

—Ya está —dije, mirando el teléfono con el nuevo forro. —Es como si fuera parte de mí ahora.

Mary asintió, y al igual que yo, se quedó mirando su celular con una sonrisa tonta en el rostro.

—A mí me gusta mucho —confesó, tocando suavemente el peluche que colgaba de su mochila. —Es un detalle pequeño, pero no sé, me hace sentir… especial.

Asentí sin decir nada. No necesitábamos palabras para entender lo que significaba todo eso. Los chicos no sabían lo que esos pequeños gestos representaban, pero sin duda había algo en esos regalos que nos hacía sentir… únicas.



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En el texto hay: suspenso, hurmor drama, humor amistad amor adolescente

Editado: 07.05.2025

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