Narrado por Allison.
El vapor llenaba el baño. Apenas podía ver el espejo. Mi piel flotaba bajo el agua como si no me perteneciera. Cerré los ojos. Intentaba convencerme de que estaba a salvo, de que todo había sido solo un mal sueño.
Pero algo dentro de mí seguía repitiendo lo contrario.
Entonces…
Toc, toc.
—Ali… me hago pipí —la voz de Mary atravesó la puerta como una ráfaga de realidad.
Abrí los ojos, con el corazón sobresaltado.
—Ya voy —murmuré, con la voz ronca, como si me hubieran arrancado de otro mundo.
Me incorporé lentamente, el agua resbalando por mi piel. Tomé una toalla, me envolví en ella sin secarme del todo, y crucé el baño para abrir la puerta. Mary entró corriendo, como siempre, sin prestar demasiada atención.
La dejé ahí y salí en silencio. Caminé por el pasillo como si flotara, como si cada paso no fuera realmente mío. Mi cuerpo seguía sintiéndose extraño. Lejano. Como si una parte de mí aún estuviera atrapada en ese lugar del que desperté sin entender cómo.
Entré en mi habitación y me dejé caer sobre la cama, aún envuelta en la toalla. Apoyé la cabeza en la almohada y fijé la mirada en el techo.
¿Qué se supone que debía hacer?
¿Cómo se comporta alguien cuando no sabe si su mente le está jugando una trampa… o si algo más oscuro la sigue de cerca?
No tuve tiempo de ordenar mis pensamientos.
—¡Allison! ¡Mary! ¡Se hace tarde para la escuela! —el grito de mi padre retumbó desde abajo, tan fuerte y ajeno como siempre.
Me llevé una mano a los ojos, cerrándolos con fuerza.
El mundo seguía su curso. Como si nada.
—¡Me voy, se hace tarde! —insistió él, como si ni siquiera le importara si escuchábamos o no.
Mary salió del baño segundos después, ya vestida con su uniforme, el cabello mojado peinado a toda prisa.
Se detuvo en el umbral de mi habitación.
—Ey… buenos días —dijo, ladeando la cabeza, con esa expresión tan suya, tan sincera—. ¿Estás bien? Pareces como si hubieras visto un fantasma.
Sonreí, o intenté hacerlo. Sé que fue más bien una mueca.
—Estoy bien… solo me desvelé.
Mary me miró un segundo más, como si dudara. Luego se encogió de hombros y desapareció por el pasillo, dejando tras de sí el aroma dulce de su colonia de fresa… y el eco de mis pensamientos.
Un fantasma.
Si tan solo fuera eso.
Cerré los ojos otra vez. Y lo sentí.
Él.
No como un recuerdo. No como un sueño.
Sino como algo que me había tocado, me había invadido, me había dejado marcada sin dejar pruebas.
Algo dentro de mí sabía que esto no había terminado.
Sabía que apenas estaba comenzando.
Bajé las escaleras con pasos lentos. El cabello aún húmedo me caía sobre los hombros. En la cocina, Mary ya estaba sentada, comiendo cereal con fruta. Carmen, como siempre, revolvía algo en la estufa.
—Buenos días, niña —dijo sin mirarme, con ese tono de rutina que dolía más que cualquier grito.
—Buenos días —respondí apenas, con la voz apagada.
Me senté frente a Mary. Un plato con pan tostado y jugo me esperaba. No lo toqué.
No tenía hambre.
No tenía nada.
Mary me miró de reojo, sin decir nada. Y se lo agradecí.
Poco después, salimos. Mi padre ya se había ido. Carmen nos dio el dinero para el taxi y nos despidió con su habitual “pórtense bien”. El trayecto fue silencioso. El coche avanzaba por calles conocidas, pero para mí era como si todo fuera parte de un decorado mal armado. Una escena sin vida.
Frente a la escuela, cuando bajamos del taxi, Mary me tomó del brazo.
—Allison —dijo, en voz baja—. Cuando estés lista… me cuentas, ¿sí?
La miré.
Sus ojos eran cálidos. Verdaderos. Y aunque todo dentro de mí temblaba, su gesto fue como un ancla.
La abracé.
Mis ojos se humedecieron al instante.
—Solo necesito… procesarlo. Para poder hablarlo —susurré.
—Tranquila. Estaré aquí cuando quieras hacerlo —respondió ella, acariciándome la espalda—. Ahora vamos, que ya vamos tarde.
Entramos justo antes de que cerraran la reja, corriendo con los últimos. Y aunque el resto del día pareció avanzar con una normalidad dolorosa, en clase de matemáticas… no pude seguir fingiendo.
—Señorita Allison —la voz del profesor me sacó de golpe de mis pensamientos—. ¿Quiere compartir con todos qué es lo que parece tan interesante en su mundo imaginario?
Algunas risas. Yo solo bajé la cabeza.
—Perdón —murmuré.
No escuché nada más. Mi mente no estaba ahí.
Estaba en ese cuarto.
En esos labios.
En ese miedo que aún no me soltaba.
Cuando sonó el timbre, Mary me tomó del brazo y caminamos juntas hasta nuestro árbol de siempre. Nuestro rincón, desde el primer año.
Nos sentamos en silencio. El viento mecía las hojas suavemente.
Y entonces… sin saber cómo, empecé a hablar.
Le conté todo.
Desde que desperté atada. Desde que vi esa habitación. Ese chico. El beso. Y cómo, de pronto, volví a mi casa como si nada hubiera pasado. Le hablé de cómo me sentí… de lo real que se sintió todo.
Mary no me interrumpió. Escuchó.
Y cuando terminé, su rostro estaba serio. Más serio de lo que jamás lo había visto.
—Allison… tenemos que decirle a tu papá.
—¿Y cómo le digo algo así sin que piense que me volví loca? —susurré.
Ella respiró hondo.
—Ok… vamos a calmarnos.
Me llevé las manos al rostro.
—¿Qué voy a hacer, Mary?
—Creo que… es momento de empezar a…
—¡Buenos días, chicas! —una voz nos interrumpió de golpe. Ligera.
David.
Mary se giró, sorprendida.
—¿Me regalas cinco minutos de tu hermosa presencia? —le dijo con una sonrisa.
Mary rió.
—Jajaja. Claro, vamos.
Se alejó con él entre bromas. Caminaban hacia el patio lateral. David se inclinó hacia ella y le dijo algo. Mary brincó, feliz, y lo abrazó con fuerza.