¿sabor Favorito? ¡¡menta!!

¡Corre, corre, corre!

Un cuarto pequeño. Sin ventanas. Sin luz. Solo un negro absoluto que se estiraba por las paredes, por el suelo, por mi piel.

Y entonces… una sombra.

Alta. Alargada. Deformándose en la penumbra.

Estaba en la ventana. O… donde debería haber una ventana. Solo un rectángulo más oscuro dentro de la oscuridad.

Voces.

Lejanas al principio. Luego, más nítidas, más urgentes:

"Cuidado."

"Corre."

Un golpe seco contra la puerta inexistente.

Mi corazón se aceleró, mis pies no respondían, el cuerpo clavado al suelo como si la propia oscuridad me sujetara.

La sombra se acercó.

Otra voz, distinta, más suave, casi un susurro, pero también rota:

"Allison..."

Grité, pero no salió sonido alguno de mi garganta.

La sombra estaba encima de mí.

Y entonces…

—Shh… estoy aquí. Soy Evan.

Abrí los ojos de golpe, empapada en sudor, con la respiración entrecortada, y lo vi… tan cerca, tan tangible, tan real.

Me aferré a él con fuerza, temblando, sintiendo que solo sus brazos podían arrancarme de ese abismo donde acababa de estar.

—Lo siento… —susurré con la voz quebrada, sintiendo aún el eco de aquella pesadilla reptando bajo mi piel.

—Tranquila… estoy aquí —repitió Evan, con esa calma que solo él podía tener en medio del caos, acariciando lentamente mi espalda, dibujando pequeños círculos sobre mi piel, mientras su aliento cálido rozaba mi cabello.

Inspiré profundamente, dejando que su tacto me anclara a la realidad, hasta que mi respiración se fue calmando, hasta que el temblor en mis manos cedió poco a poco.

Me separé apenas, solo lo suficiente para mirarlo a los ojos… y en ese instante, algo se rompió. O tal vez… se soltó.

—Evan… —susurré, como si su nombre fuera el único refugio posible, la única palabra capaz de hacerme sentir a salvo.

Él me miró en silencio, acariciando mi mejilla, esperando… sin presionarme. Solo… estando.

Me aferré a él con fuerza, escondiendo el rostro en su cuello, y fue entonces que lo sentí: su piel caliente, su respiración pausada, y el contacto directo, desnudos, piel con piel, por lo que había pasado entre nosotros la noche anterior.

Su mano recorrió lentamente mi espalda desnuda, como si quisiera protegerme de todo aquello que me había perseguido en el sueño.

—¿Qué soñaste…? —preguntó en voz baja, con ese tono que no era invasivo, sino simplemente… preocupado.

Me mordí el labio, respirando hondo, pero no respondí de inmediato. Me limité a abrazarlo más fuerte, buscando en su cuerpo ese refugio que no encontraba en mi cabeza.

—¿Ya lo habías soñado antes…? —insistió, deslizando sus dedos por mi cintura, en una caricia suave, reconfortante.

Cerré los ojos, apretándolo aún más contra mí, como si de esa forma pudiera evitar hablar… como si así pudiera detener el temblor que aún me recorría.

—Allison… —susurró, con ternura.

—Es… —dije apenas, con la voz ahogada.

El sonido del teléfono rompió el momento. Vibró sobre la mesita de noche, con ese zumbido seco, insistente, que me hizo sobresaltar.

Me estiré lentamente, sin soltar del todo a Evan, y miré la pantalla.

—Es mi papá… —murmuré, con un nudo en la garganta, y deslicé el dedo para contestar.

—¿Allison? ¿Estás bien? —su voz sonó agitada, como si llevara conteniendo la respiración demasiado tiempo.

—Hola, papá… sí… estaba dormida —respondí, intentando que mi voz sonara normal, pero el corazón me latía desbocado.

—Gracias al cielo… —se escuchó su exhalación apresurada—. Estoy camino a la casa. Debo llegar en… cinco minutos.

Abrí los ojos de golpe, incorporándome en la cama, girando hacia Evan, que seguía acariciando mi cintura distraídamente, ajeno aún al caos que acababa de desatarse.

—¿Cómo…? —pregunté al teléfono, con la garganta seca, sintiendo que la pesadilla apenas estaba comenzando de verdad.

—En cinco minutos… —repitió mi padre, con voz firme.

—Papá… sí, está bien… aquí te espero —balbuceé, y colgué de inmediato, dejando caer el teléfono sobre las sábanas mientras me giraba hacia Evan con los ojos muy abiertos.

—¡Cinco minutos! —le dije en un susurro histérico, ya medio incorporándome.

Evan me miró por una fracción de segundo, procesando, y luego se dejó caer hacia mí, con toda la tranquilidad del mundo, y me besó suavemente en el hombro desnudo, rozando su boca con mi piel caliente.

—Avísame cualquier cosa… —susurró contra mi cuello, y solo entonces se incorporó, buscando sus pantalones a toda velocidad.

—¡Corre, corre, corre! —musité entre risas nerviosas, mientras él se ponía los jeans casi sin mirar y se agachaba a buscar su camiseta en el suelo.

— Voy por David—dijo, ya subiendo la cremallera.

—Ok, avísale a Mary… —respondí, casi tartamudeando, tirando de la sábana para cubrirme mientras me levantaba también.

—Nos vemos luego —dijo Evan rápidamente, lanzándome una última mirada antes de salir disparado de la habitación, descalzo, la camiseta en la mano, el pelo revuelto.

Corrí al baño para darme la ducha más rápida de mi vida. Apenas abrí la puerta, Mary entró detrás de mí, con la camisa de David puesta, y sin decir nada… empezamos a reírnos a carcajadas, cómplices, mientras las dos nos metíamos bajo el agua.

Nos duchamos casi al mismo tiempo, entre risas ahogadas y susurros nerviosos, con el corazón todavía acelerado por la adrenalina.

Salimos a toda prisa y nos pusimos lo primero que encontramos: yo me enfundé unos shorts cortos de tiro alto, blancos, y una camiseta de tirantes roja; Mary eligió el mismo estilo de short, pero rojo, con una camiseta gris clara.

Bajamos corriendo las escaleras, aún secándonos el cabello como podíamos, y nos pusimos a recoger la sala y todo el desastre que habíamos dejado la noche anterior: cojines tirados, botellas vacías, zapatos, alguna que otra prenda de ropa…



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Editado: 15.09.2025

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