¿sabor Favorito? ¡¡menta!!

Capitulo 36: Mejor amiga.

Evan me miró, sus ojos oscuros buscando respuestas en los míos, como si desesperadamente necesitara encontrar algo que le diera sentido a todo. Tenía el ceño fruncido, la mandíbula tensa, los músculos del cuello marcados por la preocupación.

—¿Yo...? ¿Pero cómo...? Allison, estoy perdido… —su voz sonaba ronca, baja, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

Sentí el temblor empezar en mis manos, subir por mis brazos hasta apretar mi garganta. Me cubrí el rostro, como si así pudiera ocultarme no solo de él, sino también de mí misma.

—Soy una idiota… una tonta… —murmuré, y la vergüenza me encogió el pecho, dejándome sin aire. Las lágrimas ardían, pero se negaban a caer.

—Ven… —susurró, temiendo romperme.

Me dejé caer sobre él, y juntos nos recostamos de lado en el sofá. Mi cabeza quedó apoyada en su pecho desnudo, donde su corazón latía a un ritmo desbocado, traicionando la calma que intentaba ofrecerme. Una de sus manos acariciaba mi espalda, lenta, paciente, mientras la otra enredaba mechones de mi cabello entre sus dedos, como si así pudiera apaciguar la tormenta que llevaba dentro.

—No sé si merezco una explicación o… —hizo una pausa, respiró hondo— solo… no entiendo nada, Allison, en serio. No sabes quién es, pero te besó más de una vez… te secuestró, estabas asustada… y no dijiste nada.

Cada palabra fue un filo clavándose en mi piel, desgarrando la poca entereza que me quedaba. Cerré los ojos con fuerza, sintiendo cómo la culpa me quebraba por dentro, como si la verdad fuera un veneno que me consumía lentamente.

—Yo tampoco entiendo nada…

Pero no fui yo quien lo dijo.

La voz seca y tensa de David rompió el momento como un cuchillo, bajando las escaleras con el ceño fruncido, los ojos oscuros y brillantes, los músculos marcados bajo la piel al no llevar más que un pantalón, descalzo, tan tenso como una cuerda a punto de romperse.

Se detuvo en la mitad de las escaleras y soltó, firme, sin ocultar la urgencia:

—Disculpen que los interrumpa… pero Evan, mi padre llamó. Tenemos que salir. En cinco minutos.

Giró bruscamente y subió de nuevo, dejando tras de sí una estela aún más densa de tensión.

Evan me miró, tragando saliva, como si quisiera seguir la conversación, como si necesitara hacerlo… pero solo dijo:

—Vamos.

Nos vestimos en silencio, como si las palabras hubieran desaparecido y solo quedaran los gestos mecánicos: el roce de la tela contra la piel, el eco de lo que no se dijo, vibrando en el aire, espeso y asfixiante.

Cuando estuvimos listos, David bajó con Mary en brazos, sin decir palabra, con la mirada endurecida, la mandíbula apretada. Salió primero.

Evan me tomó de la mano con fuerza, casi con desesperación. No me arrastró… pero tampoco me dejó opción. Como si temiera que, si me soltaba, me rompería en mil pedazos y ya no podría armarme.

Caminamos hasta la camioneta y subimos a la parte de atrás. Apenas cerré la puerta, Evan me atrajo de nuevo a sus brazos, fuerte, casi con violencia, como si necesitara sentir que yo estaba ahí, tangible, real… como si fuera lo único capaz de calmarlo… o de calmarme.

Me aferré a él igual, escondiendo la cara en su cuello, aspirando su aroma, sintiendo su respiración agitada, su corazón acelerado golpeando contra mi mejilla. Sus músculos vibraban bajo mis manos, tensos, alerta, como si en cualquier momento todo pudiera estallar.

El silencio en la camioneta era denso, pesado, insoportable. Como si las palabras nos pesaran tanto que preferíamos no pronunciarlas.

Llegamos a casa demasiado rápido… o demasiado lento. No lo supe. El tiempo parecía haberse estirado y encogido a la vez, distorsionado por lo que no se decía.

Antes de que pudiera siquiera abrir la puerta, Evan me tomó suavemente la cara, obligándome a mirarlo. Sus ojos estaban oscuros, húmedos, brillantes… cargados de algo que no supe si era miedo, amor… o ambas cosas.

Se inclinó y me besó, lento, sin prisa, como si en ese beso intentara decirme todo lo que no había podido antes.

—Por favor… si pasa algo… llámame —murmuró, sus labios aún rozando los míos.

Asentí, incapaz de pronunciar una sílaba, con la garganta cerrada, el corazón ardiendo y la mente saturada. Bajé de la camioneta en silencio, sintiendo el frío de la mañana colándose entre mi ropa. Evan se pasó al asiento del conductor, evitando mirarme, como si hacerlo fuera demasiado.

David ya había bajado antes. Dejó a Mary en la puerta, le susurró algo que no alcancé a oír y le dio un beso en la frente antes de girar y volver a la camioneta.

Se subió al asiento del copiloto.

La camioneta arrancó con un rugido grave y se alejó, tragándose el único ancla que tenía, dejándome ahí, en la puerta… con Mary temblando, el corazón hecho un nudo… y el eco de las palabras inacabadas retumbando como un trueno silencioso dentro de mí.

Entramos a la casa despacio. Mary se apoyaba en mí, todavía con dificultad al afincar el pie herido. La rodeé con un brazo por la cintura, ayudándola a caminar, mientras ella hacía pequeñas muecas de dolor, apretando los dientes.

—¿Estás bien? —pregunté, con voz suave, mientras avanzábamos por el pasillo.

—Sí… —susurró, aunque sabía que aguantaba.

Antes de que pudiéramos subir las escaleras, mi celular comenzó a sonar. Lo saqué del bolsillo: era mi papá.

Respiré hondo antes de contestar.

—¿Hola?

Su voz sonó apresurada, con ese tono frío y ocupado de siempre.

—Allison… tuve que salir a una conferencia importante, estaré fuera por una semana. Ya me comuniqué con Carmen, llegará mañana en la mañana. También… el director de la escuela se comunicó conmigo. Por las lluvias, decidieron que es mejor suspender las clases esta semana.

—Ah… —tragué saliva—. Sí, papá. Está bien.

—Allison… si el clima se pone muy feo, solo enciérrate en la casa, ¿está bien? Cualquier cosa… me llamas. Carmen llenará la cocina mañana.



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Editado: 16.06.2025

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