—Evans, ¿qué está pasando?
—Allison...
—Dime, por favor.
—Allison, cuando fuiste secuestrada, Mary también lo fue. Pero de ella no hemos tenido ninguna información. Entiendo perfectamente el desespero de David: tú apareciste, Allison… pero Mary no. Nadie sabe dónde está, nadie ha llamado.
Me quedé en shock, como si el aire se hubiera vuelto demasiado denso para respirar.
—La madre de Mary está destrozada —continuó Evans—. No come, no duerme, está al borde del colapso. Tu padre era quien solía… encargarse de estas cosas, pero…
—¿Pero qué? —pregunté con un hilo de voz.
El nombre de mi papá retumbó en mi cabeza como una alarma, un martilleo que no me dejaba pensar. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no había venido a verme?
—¿Dónde está mi papá, Evans?
Él bajó la mirada, y sentí un vacío helado en el pecho.
—Murió, Allison. No pudieron salvarlo.
—No, no, no… —mi voz se rompió y el mundo pareció desmoronarse a mi alrededor.
—Allison, todo esto es un enredo muy grande y ahora mismo no estás en condiciones de entenderlo, lo mejor es que…
—¡NO! ¡Quiero ver a mi papá! ¿Dónde está?
—Allison, escúchame. Solo escúchame. Necesito que respires, ¿sí? Respira.
—Evans, dime que todo va a estar bien…
—Sí, Allison, todo estará bien. Pero primero necesito que te calmes, ¿de acuerdo?
No sirvió. Cada palabra se me clavaba como cuchillos. Pasé un mes entero en el hospital, sin poder ver el cuerpo de mi padre. Poco a poco Evans me fue contando lo que sabía, pero sentía que aún faltaba mucho, muchísimo más.
Supe que nada estaba bien cuando salimos del hospital de madrugada y Evans me condujo a un departamento.
—Aquí podremos descansar por hoy.
—¿Hoy? —mi voz sonaba hueca, temblorosa.
—Mañana será un día largo, Allison.
Y lo fue.
Pasé toda la mañana en la estación de policía, respondiendo preguntas para las que no tenía respuestas. Di la dirección donde había visto a Mary por última vez. Lo único que encontraron fue una amenaza: “Lo queremos a él”.
¿Quién era “él”? ¿Mi papá? Pero si ya estaba muerto… Mi cabeza daba vueltas, y una opresión me cerraba la garganta.
Lo peor era cómo me sentía: la peor hija del mundo. Porque aunque lloré abrazada a su cuerpo, también ardía en mí un resentimiento que no podía callar. Me mintió todos esos años. Por su culpa fui secuestrada. Un monstruo me persiguió, me tocó, y casi… Sé que intentó protegerme con todas sus fuerzas, pero aun así…
—Allison, vamos.
La voz de Evans me sacó de mis pensamientos, y sentí cómo me temblaban las piernas. Me empujó suavemente hacia adelante. Miré una última vez la tumba de mi padre antes de subir a la camioneta junto a él.
Dos hombres más subieron y arrancaron. Yo me acurruqué contra el cuerpo de Evans, cerrando los ojos mientras las lágrimas corrían sin control por mis mejillas. Cada recuerdo reciente se mezclaba con el dolor presente y la ansiedad por lo que vendría.
El recuerdo de hace dos días en la estación me golpeó:
—Allison —la voz del detective, fuerte y firme—, tu papá era un importante narcotraficante de dinero. Lo estuvieron buscando durante años, pero los rumores decían que se había casado, que había borrado su nombre, su historia… todo. Se instaló aquí con un nombre falso, con una nueva identidad y una nueva vida.
—Pero… él… no…
—El sacrificio fue grande. Los detectives que trabajaron en el caso decían que trabajaba con el padre de Mary, pero logró escapar. Creemos que, para recuperar a Mary, la mujer que está detrás de todo quiere todo lo que tu padre le quitó.
—Pero yo no sé nada de eso…
—Lo sé. Pero estamos seguros de que el papa de Mary te buscará, Allison. Ya debe saber de la desaparición de su hija, y no se comunicó porque estabas muy vigilada. Ahora que todo salió a la luz, lo hará.
—¿Y esa mujer? ¿Sigue suelta?
—Sí, pero estamos seguros de que no se acercará a ti. Ya no le sirves, porque tu padre murió.
—Entonces Mary… ¿ella?
—Sí. Ella será el último recurso.
El teléfono de Evans sonó, y el sonido me sobresaltó, haciéndome saltar de la ansiedad.
—¿Sí? ... Vamos para allá.
Colgó y me miró.
—Encontraron a Mary.
Mi cuerpo se tensó de inmediato. El aire parecía volverse demasiado espeso, y sentí que me faltaba el aliento.
Llegamos al hospital. Apenas podía respirar, cada paso hacia la puerta era un esfuerzo. Allí estaban su madre… y David. Me detuve en seco. No sabía si él me dejaría acercarme.
Evans apretó mi mano. Lo miré, preguntándome cómo podía seguir a mi lado después de todo lo que había pasado, y ahora, con su amistad con David quebrada… parecía imposible.
—Ella no entra —fue lo primero que dijo David al verme.
Evans suspiró y se acercó a la madre de Mary, saludándola con respeto.
Yo me quedé pegada a su costado, encogida. La culpa me aplastaba como una losa; para la madre de Mary yo era el recordatorio vivo de todo lo que su hija había sufrido.
David dio un paso hacia mí, los puños cerrados.
—¿Sabes lo que ella sufrió? ¿Tienes la mínima idea de lo que le hicieron mientras tú estabas “a salvo”?
Mi cuerpo tembló. No. No sabía. Y sus palabras eran dagas que se clavaban una y otra vez en mi pecho.
—¡David! —la voz de Evans se alzó, grave—. ¡Para ya! No es el momento.
—¡Claro que lo es! —rugió él—. Porque tú sigues protegiéndola como si fuera inocente, cuando en realidad todo esto comenzó con su familia.
Me llevé las manos a la cara, sintiendo cómo el mundo se me derrumbaba encima.
—Yo… no pedí esto —susurré, apenas audible.
David soltó una carcajada amarga.
—Nadie lo pide, Allison. Nadie pide ser destrozado, torturado, abandonado. Pero Mary sí lo vivió. Y mientras tanto… tú estabas con Evans.
El silencio cayó como un muro entre nosotros. La madre de Mary lloraba en un rincón. Evans me rodeó con un brazo, temeroso de que me quebrara en mil pedazos.