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Capítulo 59: Medianoche.

Una hora después salía de la casa donde crecí.
Sentía la garganta cerrada, como si cada paso fuera un adiós que no quería dar. Hablé con Carmen por teléfono, me despedí entre lágrimas, y para mi sorpresa Evans le pidió que siguiera cuidando de la casa, que él se encargaría del pago mensual.

—¿Pensé que no volveríamos? —pregunté mientras entrábamos al ascensor del hotel.
El reflejo de su perfil en el espejo era tan hermoso como distante.

—No volveremos —respondió—, pero sé lo que esa casa significa para ti.

El resto del trayecto hasta la habitación fue silencioso.
Pero no era un silencio tranquilo, era tenso... pesado.
Lo notaba en la forma en que miraba su reloj cada pocos segundos, en cómo se pasaba la mano por el cabello con impaciencia. Algo lo estaba carcomiendo por dentro.

—Tengo que salir a resolver algo sobre nuestro vuelo —dijo al fin, sin mirarme—. Llegaré más tarde. Si necesitas algo, pídeselo al servicio del hotel... pero no salgas de aquí, ¿está bien?

Asentí con la cabeza.

No fue suficiente. Se detuvo frente a mí, me tomó el rostro entre sus manos, y me obligó a mirarlo.
Sus ojos tenían una mezcla de cansancio y preocupación que me hizo temblar.

—Hablo en serio, Allison. No salgas de aquí por ningún motivo. Quédate en esta habitación hasta que vuelva.

—Lo haré, te lo prometo —susurré.

Entonces se inclinó y me besó.
Fue un beso rápido, profundo, desesperado... uno de esos que se sienten como un "te amo" y un "tal vez no vuelva" al mismo tiempo.
Cuando se separó, me acarició la mejilla y murmuró:

—No tardaré, lo prometo.

Y se fue.

El sueño empezó a ganarme.
El reloj marcaba las dos de la madrugada y Evans aún no había regresado.
Intenté mantenerme despierta, pero mis párpados pesaban demasiado. Cuando por fin estaba cayendo en ese punto entre el sueño y la realidad, mi teléfono comenzó a sonar.

—¿Aló? —pregunté, somnolienta.

—¿Allison? —la voz de una mujer, desconocida, sonó al otro lado—. Estoy fuera del hotel. Evans me envió por ti. Tienes que salir rápido.

Me incorporé confundida.
—¿Evans?

—Sí, rápido, por favor. Es una emergencia.

Su tono era urgente, casi desesperado.
El corazón me dio un vuelco.

—¿Evans está bien? —pregunté con miedo.

—Es mejor que lo veas por ti misma —fue lo último que dijo antes de colgar.

No lo pensé dos veces.
Me levanté tan deprisa que casi caigo al suelo. Me puse los zapatos con torpeza, el corazón latiendo con fuerza.
Abrí la puerta y salí.

Iba a bajar por las escaleras, pero un mareo repentino me golpeó tan fuerte que tuve que sostenerme de la pared.
El aire se volvió espeso, y un sudor frío me cubrió la frente.

—Creo que debo empezar a comer mejor —murmuré intentando calmarme, aunque algo dentro de mí me decía que no era eso.

Presioné el botón del ascensor.
El viaje pareció eterno. Cada segundo era una punzada de ansiedad.
Cuando las puertas se abrieron, salí apurada, sin pensar, sin mirar a los lados. Corrí hacia la salida del hotel, el frío de la madrugada pegándome en la piel.

Al empujar las puertas de vidrio, choqué contra algo —o alguien—.
Un cuerpo sólido, firme. Perdí el equilibrio, pero unos brazos fuertes me atraparon antes de caer.

—Disculpe, yo... —empecé a decir, hasta que lo miré.

El aire se me cortó.
Evans.

Estaba ahí, frente a mí.

Su mirada era fría, más de lo que jamás la había visto.

—Allison —dijo con voz tensa

¿a dónde ibas?



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Editado: 24.10.2025

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