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Capitulo 66: No estoy lista.

El sonido del tenedor contra el plato fue lo único que rompió el silencio. Un silencio tan espeso que podía sentirlo vibrar en el aire.

—Allison. —Su voz me sacó del vacío.
Parpadeé. No me había dado cuenta de que lo estaba mirando sin verlo.

—¿Sí? —pregunté, tratando de sonar normal.

Evans dejó el tenedor sobre el plato con un golpe suave, pero que me hizo estremecer.
—¿Ocurre algo? Has estado callada toda la mañana, no tocaste tu desayuno.

—No pasa nada... solo estoy cansada —murmuré, bajando la mirada.

—El médico vendrá al mediodía.

Mi estómago se encogió.
—No creo que sea necesario.

—Yo creo que sí, Allison. —Su tono fue firme, demasiado. —Tienes días que no comes, te duele la cabeza, y aunque no me lo digas, te he escuchado vomitar.

—Estoy bien, Evans. —Intenté sonar convincente, pero ni yo me lo creí.

—El médico te verá. —Su voz cortó el aire, seca, definitiva.

Sentí la rabia brotar, tan rápido como el miedo.
—Eres tan... —me detuve, apreté los puños— tan controlador.

Él suspiró, se levantó de la mesa con un gesto cansado.
—Y tú te estás comportando como una niña malcriada.

Eso fue demasiado.
La silla se movió bruscamente al ponerme de pie.
—No tienes idea de lo que siento, Evans. —Mi voz temblaba. —No tienes idea de nada.

Subí las escaleras antes de que pudiera responder.
Mi corazón golpeaba el pecho con fuerza, una mezcla de rabia y pánico. Cerré la puerta de la habitación y me dejé caer en la cama.

No lo vi en todo el resto del día. Ni siquiera cuando el médico llegó.

El hombre era amable, de rostro tranquilo, pero cada palabra suya me oprimía el pecho.
—Solo necesito una pequeña muestra de sangre, señorita —dijo, preparando las jeringas.

El olor a alcohol y metal me revolvió el estómago. Vi la aguja brillar bajo la luz, fina y perfecta, lista para traicionarme.

Negué con fuerza.
—No. No quiero eso.

—Es un procedimiento de rutina, no le tomará ni un minuto.

—He dicho que no —mi voz salió más alta de lo que esperaba.

El médico me miró, confundido, intentando mantener la calma.
—Señor Evans pidió—

—No me importa lo que Evans pidió —lo interrumpí. —Es mi cuerpo, no quiero que me saquen sangre.

Por dentro estaba temblando. Si lo hacía, si siquiera una gota caía en ese frasco, todo se sabría. Él lo sabría.
El secreto que me estaba consumiendo quedaría al descubierto.

El médico suspiró, asintió resignado y guardó sus cosas.
Cuando la puerta se cerró, sentí que el aire salía de mi cuerpo en un suspiro ahogado.
Mis manos temblaban.
Mis ojos ardían.

Me quedé sola, completamente sola, en un silencio tan espeso que dolía.

Caminé hasta la ventana, pero el reflejo en el vidrio me devolvió una imagen que no reconocí: ojeras, labios partidos, la piel pálida. Toqué mi vientre, despacio, temblando.

Y ahí fue cuando el peso de todo me cayó encima.

Un bebé.
Mi bebé.
Un pedazo de Evans creciendo dentro de mí.

El aire se me atascó en la garganta. Las lágrimas me quemaron los ojos, pero las contuve.
¿Cómo iba a decirle?
¿Cómo iba a traer una vida al mundo, cuando apenas podía sostener la mía?

Una mujer me busca para matarme.
El hombre que amo me oculta verdades.
Y yo estoy viviendo al borde de la muerte.

—No puedo... —susurré, apenas audible.

Pero mi mano siguió sobre mi vientre, temblorosa, como si quisiera proteger aquello que todavía no entendía.
Un pequeño milagro en medio del caos.
Una esperanza que dolía.

Y entonces, bajo mi palma, algo pareció moverse. Un reflejo, un impulso, una promesa diminuta... o quizá solo fue mi corazón imaginándolo todo.

Las lágrimas, por fin, cayeron.
Y en medio del silencio, una verdad me atravesó con una claridad desgarradora:
"No estoy sola... pero tampoco estoy lista.



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En el texto hay: suspenso, hurmor drama, humor amistad amor adolescente

Editado: 24.10.2025

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