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Capitulo 68: Toco Cae.

Hombres se movían como piezas de un mecanismo ensombrecido: sombras, gritos, el chasquido metálico de las armas cargándose.
El aire estaba lleno de pólvora, miedo y órdenes gritadas por radios que crepitaban como chispas.

Uno de ellos se acercó a mí con la capucha puesta, listo para escoltarme.
Su figura era una sombra más entre el humo.

—Allison —la voz de Evans me alcanzó entre el estruendo sin apartar la vista de la entrada—. Te vas ahora, uno de mis hombres te llevará a casa. Estarás segura. Rapido.

La mano del hoombre se extendió hacia mí, firme, impaciente. Sentí su presencia como un puente hacia la salida, pero todo dentro de mí gritaba que no.
¿Dejarlo allí?
¿Dejarlo en medio del fuego mientras yo huía?

No. No podía. No queria perderlo.

—No —dije con la voz rota—. No me voy sin ti.

Evans no volteó. Su mandíbula se tensó, los nudillos blancos sobre el arma.
Afuera, los disparos seguían cortando el aire.
El caos se sentía vivo, respirando encima de nosotros.

—Allison, por favor... no es momento de discutir —dijo entre dientes, intentando mantener la calma.

Mi pulso se volvió tambor.
El aire pesaba como plomo.
El pánico me devoraba desde dentro, quemándome la garganta. No podía permitir que él se quedara, no podía verlo desaparecer entre las balas. Si salíamos de allí, saldríamos juntos.

el guardaespalda encargado de alejarme me tomó del brazo con fuerza, dispuesto a arrastrarme fuera. Su agarre era duro... pero lo que más dolía era el miedo ardiéndome en el pecho.
Vi cómo Evans ajustaba su arma, listo para salir de la cobertura. Su mirada estaba hecha de decisión, de condena.
Y entonces, sin pensarlo, lo solté.

—¡Estoy embarazada! —grité.

El silencio se abrió paso entre el estruendo.
Fue como si el tiempo se detuviera.

Evans giró la cabeza tan rápido que hasta el aire se congeló.
—¿Qué? —su voz apenas fue un hilo entre el humo.

Mis piernas temblaban. Mi corazón latía tan fuerte que lo escuché rebotar contra las paredes del pasillo.
Él seguía quieto, sin moverse, sin respirar.

—Lo siento —solté con la voz quebrada.

Dio un paso hacia mí, los ojos encendidos, buscándome, intentando entender.
—¿Qué dijiste? —susurró, incrédulo.

—Estoy... esperando un bebé —repetí, casi sin voz, temblando.

El arma se le resbaló de la mano y cayó al suelo con un golpe seco.
Su expresión se vació. Todo su cuerpo pareció quedarse sin aire.

—Es... to... esto tiene que ser una broma, Allison —balbuceó, intentando sostenerse de algo invisible—. Si es un truco para que no salga, te juro que no tiene gracia.

—No, Evans —mi voz se quebró—. Me hice las pruebas en el Jenz... antes de aterrizar.

—¿Un mes? —repitió, incrédulo, la furia temblando en sus palabras—. ¿Y pensabas decírmelo cuándo? ¿Cuando ya estuvieras en el hospital? ¿O cuando fuera demasiado tarde?

—No es eso, yo solo...

—¿Solo qué, Allison? ¡Habla! —su voz rugió sobre el estruendo—. ¡Porque si no te has dado cuenta, este no es el mejor momento para decirme que vamos a ser padres! ¡Y mucho menos después de ocultármelo durante semanas!

—¡No te lo oculté! —le grité, con lágrimas ardiendo.

—¿No? —su furia estalló—. ¡Entonces explícame por qué me estoy enterando justo ahora que mi mujer está embarazada, mientras las balas nos pasan por encima!

Las lágrimas me nublaron la vista.
El miedo y la rabia se mezclaban en mi pecho, desgarrándome.

—¡Lo estoy asimilando, maldita sea! —grité con toda la fuerza que me quedaba—. ¡No te lo dije antes porque ni yo misma lo creo! ¿Tú crees que esto es fácil para mí? Estoy siendo perseguida por una mujer que quiere matarme, el padre de mi mejor amiga me acosa, ¡y el hombre que amo vive armado y metido en una balacera cada dos días!

—Allison... —su voz bajó, rota, como un ruego que apenas sostenía el peso del mundo.

—¿Crees que quiero que nuestro hijo crezca en medio de todo esto? —continué, temblando, con la voz hecha pedazos—. Ni siquiera sé si podré hacerme cargo de un bebé... ni si estaré viva para intentarlo.

El eco de mis palabras flotó en el aire.
Por un instante, ni las balas sonaron.
Solo el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas, el miedo latiendo al mismo ritmo.

Evans me miraba, y por primera vez no vi al hombre fuerte, al líder implacable.
Vi al hombre que amaba.
Y su mirada decía más que cualquier palabra.
Decía "te juro que no te dejaré sola.



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Editado: 24.10.2025

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