Sabores de Amor y Misterio

Capítulo 17: Avanzando

Los días pasaron y el puerto avanzaba rápidamente gracias al esfuerzo conjunto del pueblo. Cada día traía nuevos progresos y el entusiasmo crecía con cada piedra colocada y cada estructura levantada. Al mismo tiempo, la relación entre Laia y Alejandro se fortalecía, consolidándose en una conexión profunda y auténtica.

Alejandro, después de varias conversaciones con Laia, decidió que era hora de que su familia conociera a la mujer que había cambiado su vida. Había hablado mucho de Laia con ellos, describiéndola con palabras llenas de amor y admiración, pero sabía que nada se compararía con el encuentro en persona. También había mencionado sus deseos de establecerse en el pueblo junto a ella, algo que su familia, aunque sorprendida al principio, había aceptado con entusiasmo.

Laia estaba nerviosa, pero también emocionada por conocer a la familia de Alejandro. Quería causar una buena impresión y demostrar cuánto amaba y respetaba a Alejandro. Así que, con la ayuda de Marisa y algunas de las mujeres del pueblo, preparó una cena especial en el restaurante "Sabores de Mar" para recibirlos.

El día del encuentro, el restaurante estaba decorado de manera elegante pero acogedora, reflejando la esencia de Laia. Velas en las mesas, flores frescas y una selección de los mejores platos de la cocina de Laia esperaban a los invitados. Alejandro estaba al lado de Laia, brindándole apoyo y calmándola con palabras dulces y tranquilizadoras.

Cuando la familia de Alejandro llegó, fueron recibidos con abrazos cálidos y sonrisas sinceras. Su madre, una mujer de semblante amable y ojos cariñosos, fue la primera en acercarse a Laia.

—Hola, querida, dijo, extendiendo los brazos para un abrazo—. He escuchado tantas cosas maravillosas sobre ti.

Laia se sintió inmediatamente acogida y devolvió el abrazo con calidez. —Es un placer finalmente conocerlos. Alejandro me ha hablado mucho de ustedes.

El padre de Alejandro, un hombre de aspecto serio pero con una sonrisa fácil, estrechó la mano de Laia con firmeza. —Gracias por cuidar tan bien de nuestro hijo.

Laia sonrió, sintiéndose más relajada. —Es un hombre increíble. Me siento muy afortunada de tenerlo en mi vida.

La velada transcurrió de manera maravillosa. La familia de Alejandro quedó encantada con el pueblo y, sobre todo, con Laia. La conversación fluía con facilidad, llena de risas y anécdotas compartidas. La comida fue un éxito rotundo, con cada plato preparado con el amor y la dedicación que caracterizaban a Laia.

Después de la cena, Alejandro llevó a su familia a dar un paseo por el puerto, mostrando los avances del proyecto y el lugar donde planeaban construir su vida juntos. Sus padres estaban impresionados con el progreso y el entusiasmo del pueblo.

—Este lugar tiene algo especial, comentó la madre de Alejandro mientras caminaban—. Puedo ver por qué te atrae tanto, hijo.

Alejandro asintió, tomando la mano de Laia. —Sí, lo tiene. Y con Laia a mi lado, siento que podemos hacer cualquier cosa.

La familia pasó varios días en el pueblo, disfrutando de la hospitalidad de los habitantes y conociendo mejor a Laia y su entorno. Cada día que pasaba, Alejandro se sentía más seguro de su decisión de quedarse allí. El apoyo y el cariño de su familia sólo reforzaban su determinación.

Antes de que se marcharan, Alejandro y Laia organizaron un pequeño picnic en la playa. Bajo el cielo azul y con el sonido relajante de las olas, compartieron su visión del futuro con su familia.

—Queremos quedarnos aquí, dijo Alejandro, mirando a sus padres—. Este lugar nos ha dado tanto y queremos devolverle algo. Queremos construir nuestra vida aquí, juntos.

Los padres de Alejandro sonrieron, emocionados y orgullosos. —Estamos muy felices por ustedes , dijo su madre—. Este lugar y esta gente han sacado lo mejor de ti, Alejandro. Y Laia, eres una bendición para nuestro hijo.

Laia, con lágrimas de felicidad en los ojos, se acercó a los padres de Alejandro y los abrazó. —Gracias por aceptarme y por apoyar nuestra decisión. Este pueblo es nuestro hogar ahora.

Cuando la familia de Alejandro finalmente se marchó, se llevaron consigo la certeza de que su hijo estaba donde debía estar, con la persona que amaba y en un lugar que lo hacía feliz.

La despedida fue cálida y llena de promesas de visitas futuras. Alejandro y Laia los vieron partir desde la puerta del restaurante "Sabores de Mar", sus manos entrelazadas mientras el coche desaparecía por la carretera. El aire de la tarde era fresco y el sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de un hermoso tono anaranjado.

Alejandro, aún con la mirada fija en el horizonte, apretó suavemente la mano de Laia y la miró con una sonrisa. —¿Sabes, Laia? dijo, con un tono de voz lleno de calidez y sinceridad—. Mis padres están encantados contigo. No dejaban de hablar sobre lo maravillosa que eres y lo felices que están de verme tan contento.

Laia sonrió, sintiendo un calor reconfortante en su pecho. —Me alegra mucho escuchar eso. Ellos también son encantadores.

Alejandro respiró hondo, como preparándose para decir algo importante. —Laia, después de ver cómo te llevaste con ellos y lo bien que todo salió, me siento más seguro que nunca sobre nosotros. No quiero esperar más. Quiero que nos vayamos a vivir juntos. Sé que es un gran paso, pero no puedo imaginarme mi vida sin ti.

Laia sintió una mezcla de felicidad y sorpresa. Aunque la propuesta de vivir juntos la emocionaba, había algo más que había estado esperando, algo que siempre había imaginado desde niña. Sin embargo, no quería que sus pensamientos tradicionales nublaran el momento. Alejandro la amaba y quería construir un futuro juntos, y eso era lo más importante.

Ella sonrió, sus ojos brillando con emoción y amor. —Alejandro, nada me haría más feliz que vivir contigo. Estar juntos cada día, compartir nuestras vidas... es todo lo que deseo.

Alejandro notó un leve titubeo en sus palabras y frunció el ceño ligeramente, preocupado. —¿Hay algo más? preguntó, queriendo asegurarse de que nada la inquietaba.




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