Sabores de Amor y Misterio

Capítulo 22: Sorpresa.

En la sala de espera del hospital, la tensión y la preocupación por Marisa seguían dominando el ambiente. Laia, Alejandro y Nicolás se mantenían juntos, brindándose apoyo mutuo. Laia, sin embargo, había empezado a sentirse débil, pero intentaba mantenerse fuerte por el bien de todos.

—Laia, ¿estás bien? preguntó Alejandro, notando su palidez.

—Sí, sí, solo un poco cansada respondió Laia, tratando de sonreír, pero sintiendo un mareo que la obligó a apoyarse en el brazo de una silla.

De repente, sus rodillas cedieron y se desmayó, cayendo al suelo. Alejandro reaccionó de inmediato, llamando a gritos a un médico mientras se arrodillaba junto a ella.

—¡Laia! ¡Necesitamos ayuda aquí! gritó Alejandro, su voz cargada de pánico.

Un grupo de médicos y enfermeras llegó corriendo. Uno de los médicos, con una expresión de preocupación profesional, se arrodilló junto a Laia y comenzó a examinarla rápidamente.

—Vamos a llevarla a una habitación para hacerle unas pruebas. Es posible que solo sean los nervios, pero queremos asegurarnos de que todo esté bien, dijo el médico.

Alejandro asintió, su rostro lleno de angustia. Siguió a los médicos mientras llevaban a Laia a una habitación cercana. Nicolás se quedó en la sala de espera, rezando en silencio por la salud de su amiga.

Dentro de la habitación, el médico colocó a Laia en una camilla y comenzó a revisarla con cuidado.

—¿Ha tenido algún síntoma antes de esto? preguntó el médico a Alejandro.

—Ha estado muy estresada con la boda y todo lo que ha pasado con Marisa. No ha mencionado sentirse mal hasta hoy, respondió Alejandro, su voz temblando.

El médico asintió, tomando nota.

—Vamos a hacer unas analíticas para asegurarnos de que todo esté en orden. Es probable que sea solo el estrés acumulado, pero queremos descartar cualquier otra cosa.

Alejandro sostuvo la mano de Laia mientras los enfermeros tomaban muestras de sangre y preparaban todo para los análisis. Laia comenzó a despertarse lentamente, abriendo los ojos con dificultad.

—¿Qué... qué pasó? murmuró Laia, todavía aturdida.

—Te desmayaste, amor. El médico dice que podrían ser los nervios, pero están haciendo análisis para asegurarse, le explicó Alejandro, acariciando suavemente su cabello.

Laia suspiró, sintiéndose débil pero aliviada al ver a Alejandro a su lado.

—Lo siento... No quería preocuparlos , dijo, intentando sonreír.

—No te preocupes por eso ahora. Lo importante es que te recuperes, le respondió Alejandro con ternura.

Un rato después, el médico regresó con los resultados de los análisis.

—Buenas noticias. Parece que todo está bien. Sus niveles de estrés son muy altos, lo cual probablemente causó el desmayo. Pero no hay nada grave. Debería descansar y evitar situaciones estresantes en lo posible, informó el médico con una sonrisa tranquilizadora.

Mientras el médico terminaba de revisar los resultados de las pruebas, Alejandro permanecía al lado de Laia, preocupado pero aliviado de que parecía estar bien. Sin embargo, el médico de repente le pidió a Alejandro que saliera de la habitación para buscar algo.

—Señor Alejandro, ¿podría ir a la recepción y pedir un formulario de registro para la paciente? Necesitamos algunos datos adicionales, dijo el médico con una sonrisa calmada.

Alejandro asintió, aunque parecía un poco reacio a dejar a Laia sola.

—Claro, doctor. Volveré enseguida, dijo Alejandro, besando suavemente la frente de Laia antes de salir.

Una vez que Alejandro salió de la habitación, el médico se volvió hacia Laia con una expresión seria pero gentil.

—Laia, hay algo más que debo decirte. Los resultados de tus análisis mostraron algo inesperado, empezó el médico, observando la reacción de Laia.

Ella lo miró con curiosidad, un poco preocupada.

—¿Qué es, doctor? preguntó, tratando de mantener la calma.

El médico sonrió, tratando de tranquilizarla.

—Laia, estás embarazada. Felicitaciones. Es muy temprano, pero los niveles hormonales son claros. Quería saber si preferías que se lo dijera yo a Alejandro o si deseas darle la noticia tú misma.

Los ojos de Laia se abrieron de par en par y una sonrisa se extendió por su rostro. No podía creer lo que estaba escuchando, pero la alegría comenzó a llenar su corazón.

—¿En serio? preguntó, casi sin aliento—. Oh, Dios mío... ¡Estoy embarazada!

El médico asintió, compartiendo su alegría.

—Sí, es cierto. Y parece que todo está bien, solo necesitas mucho descanso y evitar el estrés.

Laia se llevó una mano a la boca, tratando de contener las lágrimas de felicidad. Luego miró al médico con gratitud.

—Gracias, doctor. Quiero ser yo quien se lo diga a Alejandro. Este es un momento que siempre recordaré, y quiero que sea especial.

El médico sonrió y asintió.

—Entiendo perfectamente. Felicitaciones nuevamente, Laia. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.

Laia asintió, todavía en estado de shock y felicidad. El médico se retiró de la habitación justo cuando Alejandro regresaba con el formulario. Él notó de inmediato la expresión radiante de Laia y se apresuró a su lado.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? preguntó, preocupado pero esperanzado por la sonrisa en el rostro de Laia.

Ella lo miró, sintiendo que su corazón estaba a punto de estallar de amor y emoción.

—Alejandro... hay algo que debo decirte , dijo, su voz temblando ligeramente—. Estoy embarazada. Vamos a tener un bebé.

Alejandro se quedó paralizado por un momento, procesando las palabras. Luego, su rostro se iluminó con una mezcla de incredulidad y pura felicidad. La tomó en sus brazos, levantándola del suelo y girándola con cuidado.

—¡Un bebé! ¡Vamos a ser padres!, exclamó, riendo y llorando al mismo tiempo.

Laia lo abrazó con fuerza, sintiendo que todo el estrés y las preocupaciones se desvanecían en ese momento perfecto. Ahora, más que nunca, sabían que estaban listos para enfrentar el futuro juntos, con una nueva vida que cuidar y amar.




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