Sacrificio

Prólogo

Hoy en la mañana, justo hace tres horas, los países Hekvon, Galvon y Tervon acaban de unirse a la terrible guerra del continente en contra de su vecino. Las autoridades de la CNP han dicho que ésta podría ser la cuarta guerra mundial que nuestro mundo podría experimentar. Los descontentos, la competencia por los orbes Nox y las constantes amenazas de sus portadores han mermado las posibilidades de firmar la paz. No sólo los lideres, los pueblos enteros están más que deseosos de ir a la guerra. Son sin dudas tiempos oscuros —mencionaba un reportero desde su escritorio en el noticiero que se proyectaba por medio de un televisor viejo. Su dueña, una chica de apenas 19 años se alistaba para salir en ese momento al escuchar de fondo dicho programa.

—Bien, Renata. Todo está en orden —dijo para sí misma al verse en un espejo roto de su algo descuidada habitación, cuyas paredes viejas y muebles carcomidos indicaban que el ambiente ya no era tan favorable ni a la vista o la salud.

En otras noticias, el número de Noxakos ha aumentado desproporcionalmente en los últimos meses. Los cazadores afirman que las criaturas, sin lugar a dudas, se han vuelto no sólo más hostiles, sino que también más inteligentes. Les pedimos a los ciudadanos no salir de las localidades sin compañía de profesionales y a los que se dedican a esto, tener extrema precaución. Ustedes son la esperanza de nuestro pueblo. —Aquello fue escuchado con mucha atención y algo de miedo por la chica de cabello rubio, misma que se sujetó el corazón con una mano y apretó el otro puño, sembrado un terror en ella, para luego tragar saliva y suspirar hondo.

—Hoy es el día. No temas ya —dicho aquello, la chica tomó una mochila que parecía ser bastante nueva y bajó por las desgastadas y ruidosas escaleras de su hogar, para pronto encontrarse con sus padres, mismos que la vieron vestida con aquellas ropas llenas de reforzamientos de cuero, junto a guantes y botas que le ayudarían a no lastimarse.

—¡Renata, hija! Ven a comer con nosotros, por favor —pidió la señora, una linda mujer de ojos verdes que tenía una apariencia un poco desalineada—. Te hice tu favorito: estofado de pescado.

—Ma… ¡No debiste! Mejor guárdenlo para ustedes. El estado me proveerá de lo necesario para mantenerme en el viaje —explicó la chica algo tímida, cosa que casi hace llorar a su progenitora.

—Ven, mi niña —dijo la mujer al acercarse a su hija y tomarla del rostro maternalmente—. Hoy te vas a ir por no sé qué tantos días, y yo te voy a extrañar.

—Los dos lo vamos a hacer, Renata —agregó el padre con una leve sonrisa, cuya voz parecía algo lastimada y su aspecto se notaba enfermo.

—Gracias, pero no quiero que malgasten lo poco que nos queda.

—Sólo esta vez, Renata. —Lo dicho hizo que la joven asintiera, para luego acomodarse los tres y comer pacientemente. Todos platicaron de manera jovial y energética, como una verdadera familia feliz. A su alrededor, la chica observó, sólo por unos instantes, no una casa que manifestaba por su apariencia que se caería a pedazos, sino un bello hogar con sus padres sanos y felices, algo que añoraba demasiado, aunque la imagen se desvaneció en la fría realidad. Las paredes se pudrieron, los suelos se agrietaron y las expresiones tranquilas y felices de sus padres se volvieron rostros cansados y tristes, siempre, a pesar de haber sonrisas en ellos.

—Todo va a cambiar —aseguró de la nada Renata, cosa que llamó la atención de sus padres—. Les prometo que, cuando regrese, todo va a ser como antes. —Aquellas palabras la hicieron llorar, al igual que a sus padres, mismos que estaban tratando de contenerse.

—Estamos muy orgullosos de ti, hija —aseguró el padre, seguido de su esposa.

—Nunca nos hemos sentido más orgullosos en la vida que en estos momentos. Gracias, mi nena. —Aquello terminó en un abrazo de los tres, pues la hija se puso de pie y los sostuvo en sus brazos con fuerza.

—Voy a hacerlo. Voy a regresar con esa maleta llena de orbes y todo acabará. Verán que sí —dicho aquello, la chica se separó de su familia, comieron juntos y Renata se preparó con su mochila tras su espalda para salir, no sin antes despedirse de sus padres cariñosamente.

La chica caminó entre las contaminadas y nefastas calles de su colonia, misma que alguna vez fue un lugar próspero, ahora se caía a pedazos y la gente que la habitaba era muestra de ello, habiéndose convertido la mayoría en criminales y gente despreciable.

Al caminar, Renata recibía insultos, alegorías de muerte y amenazas, mas ella no escuchó nada, sólo continuó su camino hacia la frontera, misma que era vigilada detrás de una muralla de acero de cinco metros, cuyos guardias patrullaban sin descanso alguno.

Una vez ahí, uno de los comandantes de zona recibió a la chica, misma que mostró su credencial de haber acabado el curso en la academia de cazadores y pasó todos los exámenes médicos que en la proximidad se le hicieron. Así mismo, se le acompañó a la salida de su ciudad, no sin antes hacerle una advertencia al recorrer el frío túnel gris dentro de la muralla.

—Renata Kawba, usted a partir de hoy se convierte en una cazadora del país Grehebarn. Todas sus ganancias serán repartidas de un 30% para usted y 70% para el gobierno al ser patrocinada por éste mismo. A su vez, si llena la mochila con 9 orbes Nox, se le dará un 35% y si obtiene los 12 será un 45% de las ganancias. Cada orbe tiene un valor de 75,000 monedas de diamante. Lo suficiente para comprar una casa en la zona alta de la ciudad. ¿Entiende lo dicho? —Al escuchar nuevamente el precio, la chica sonrió y casi lloraba. El valor de los orbes era tan ridículo, que había destrozado la economía de todo el mundo. Con sólo uno, cualquiera podría salir de la pobreza, sin importar que tan bajo estuviese sumergido en ella.

—Lo entiendo.

—Bien. Entonces yo, Gerald Armand Gal le concedo el permiso para salir. Mucha suerte, Renata Kawba. Regrese a salvo y con un gran lote de orbes. —Una vez dicho aquello, las puertas se abrieron hacia el exterior. Renata temía de lo que podía encontrar al otro lado, jamás había salido de la ciudad, mas aquello le sorprendió más de lo debido.




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