Sacrificio

Tercera Ofrenda: Lobo solitario

En algún lugar lejano, a horas muy tempranas del amanecer, cuando el sol apenas y está por asomarse, Annia estaba practicando su tiro con un arma de fuego que parecía ser una que podría disparar balas de verdad, misma que era de color negro.

La mujer, la cual se veía mucho más joven, apuntaba con cuidado a unas latas que colocó sobre una cerca de madera, misma que rodeaba el área de una cabaña vieja la cual estaba detrás de la chica de cabello rosado y ojos menta.

Luego de esperar un par de minutos y apuntar bien, Annia comenzó el tiroteo de manera seguida, cuyas balas alcanzaron una a una a todos los objetivos, derribados aquellos con una gran facilidad, hasta que estos cayeron al suelo sin problemas, atinados sin desperdiciar un tiro.

—¡Vaya! Me impresiona que hayas podido tirarlas sin haber lastimado a alguien en el proceso —dijo una voz que provenía detrás de la chica. Al voltear, Annia vio cómo un sujeto de estatua baja, muy delgado, piel aperlada y mirada desafiante caminaba hacia ella sin mirarla, hasta que aquel se colocó a su lado—. Atinaste a todas casi en medio, por lo que veo. Por fin vas mejorando —agregó el hombre de pantalón ajustado y sudadera holgada, mismo que no cambiaba su semblante de pocos amigos.

—¡Todas fueron derrumbadas rápido y con una puntería casi perfecta! —Se quejó la joven

—«Casi» no es suficiente —respondió molesto el sujeto y cruzó los brazos, todavía sin ver a Annia.

—¿Entonces cuando va a ser suficiente? ¿Cuándo vas a reconocer lo mucho que me he esforzado y avanzado? ¿Cuándo vas a estar satisfecho? ¿Cuándo sea perfecto? ¡Dime! —reclamaba molesta la chica, para luego el sujeto tomar un arma de juguete que tenía colores rojizos y blancos en ella, con la cual apunto hacia Annia.

—Nunca va a ser suficiente. No en contra de esas mierdas. —Al decir esto, el sujeto volteó a ver a la chica con sus ojos rojo carmesí, a la par que movía el arma hacia la dirección de la cerca y daba varios disparos rápidos y de manera coordinada de izquierda a derecha. Cada una de las latas fue golpeada en serie por los proyectiles, cosa que las empujó y acomodó una sobre la otra sin que se cayera la torre de las mismas. Siete balas fueron las que acomodaron el mismo número de latas, de manera perfecta y sin que el hombre las viera al momento de usar su arma—. La perfección no existe. Metete eso en la cabeza. Perseveramos para sobrevivir, no para recibir aplausos. No lo olvides, Annia —dicho esto, todo alrededor se volvió oscuro, hasta que las imágenes y la voz del hombre se disolvió en las memorias de la chica que recordaba aquellos lejanos momentos.

Annia, quien se encontraba acostada, despertó repentinamente, en alerta y asustada. La mujer se sienta de golpe en la cama donde estaba acomodada y se retira la sabana que la cubría, misma que revela que no trae puestos sus guantes, botas o calcetas, al igual que busca en su cuerpo sus armas o de más pertenencias. Todo lo que no tenía con ella lo alcanzó a ver cerca de la oscura habitación, acomodado en una esquina no muy lejana de ella.

El lugar, el cual está bajo una media penumbra, parecía ser una vieja habitación hecha completamente de madera, la cual está dañada y podrida por lo vieja, mas también se ve que alguien la había estado cuidando por un tiempo. El lugar se veía tenuemente iluminado por una linterna que se notaba algo antigua, puesta aquella sobre un mueble viejo de madera hinchada y de color oscuro.

La luz que despedía el aparato era producida por nada más y nada menos que un orbe nox, el cual estaba posicionado dentro de éste y aparentemente se hallaba girando sobre su propio eje lentamente, emitido un ligero sonido desde dentro, susurrante y constante.

—¿Qué rayos? —preguntó la chica, para luego abrirse la puerta de la entrada al lugar desde el exterior, lo que dejó ver a una extraña sombra que se asomó desde el marco oscuro que se formó al retirar el trozo de madera viejo que obstruía la vista hacia afuera.

La figura humanoide poseía largo tentáculos que caían de su cabeza y hondeaban con el viento que entró al sitio, a la vez que parecía estar atada con cadenas por su dorso, aunque extrañamente se encontraba perfectamente erguida a pesar de ser un monstruo.

—¡Maldición! —gritó Annia y juntó sus dos manos para apuntar al enemigo con sus dedos índices reunidos, entrelazados los tres dedos inferiores y los pulgares rectos hacia arriba como si hubiera formado un arma usando dichas extremidades.

—¡Alto! No soy un noxako —dijo aquel extraño, levantó las manos y trató de dar un paso al frente lento—. Tampoco soy tu enemigo —continuó la voz del hombre, mientras que Annia no dejaba de apuntar, insegura.

Pronto, la figura entró a la luz, lo que reveló a un sujeto de cabello corto que poseía vendajes viejos y maltratados cubriéndole el rostro. Eran tres de ellos los que pasaban por enfrente de su ojo izquierdo, cubriéndolo completamente y dándole la vuelta entera a su cabeza.

—Qué… ¿Quién demonios eres? —preguntó la chica, a la par que bajaba sus manos.

—Finalmente despertaste. Y tienes energía, así que ya puedes irte a una ciudad a resguardarte —respondió el sujeto de manera fría y sin prestarle mucha atención a la mujer.

—¡Oye! Te hice una pregunta, por si no escuchas bien.

—Todas tus cosas están aquí. Por suerte no recibiste mucho daño, sólo el de la caída. —Continuaba el sujeto diciendo al ignorar la petición de Annia.

—¡Bien! Vete a la mierda. Me largo, maldito engreído —expresó la cazadora al retirarse la sabana de encima, para luego el hombre pasarle sus cosas. La mujer las recibió molesta, arrebatadas de la mano del hombre que llevaba ropas azules y holgadas, al igual que extrañas protecciones en antebrazos y pantorrillas, sujetas por cordones en los extremos. Además de eso, el dorso del tipo se hallaba envuelto en cadenas, mismas que parecían no estar exactamente amarradas a él.




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