Sacrificio

Cuarta Ofrenda: Letalidad

Mirando hacia el poniente, Annia vio algo que era digno únicamente de sus pesadillas. Un ejército completo de noxakos iba hacia Mergo y ella, de los cuales sólo el primero se veía listo para pelear, mientras que la mujer estaba indecisa, pues la cantidad era simplemente fuera del control de cualquier cazador.

—¡M-Mergo! Olvídalo, son demasiados. Deja de hacerte el valiente y huyamos —propuso la chica, a la par que observaba al hombre, decidido en pelear.

—Vete tú, yo no voy a dejar pasar la oportunidad de acabar con estas cosas —contestó Mergo, seguro de su poder, a pesar de verse un valle tupido de las criaturas que estaban por arribar al lugar.

—¡Haz lo que quieras! —dicho eso, la cazadora se dio a la fuga corriendo lo más rápido que pudo en dirección contraria a la ola de monstruosidades que venía hacia ellos.

Justo en ese momento, Mergo se colocó en posición al aguardar con las piernas extendidas a los costados, el cuerpo bajo, una mano en la tierra y la otra por detrás sosteniendo en alto su extraña arma. Annia, curiosa, volteó y observó aquello con cautela sin detenerse, pues quería saber si lo que vio antes en realidad había ocurrido o sólo fue una ilusión de las verdaderas habilidades del cazador.

Cuando los noxakos, apresurados, estuvieron al alcance del hombre, éste dio un salto de unos dos metros de alto y giró su cuerpo con gran habilidad en el aire, lo que le permitió lanzar el arma con una eficacia demoniaca. El instrumento mortal, como si fuera un boomerang, voló girando hacia los noxakos y los devastó uno a uno de una manera voraz, acabando así con las primeras tres filas de estos, aproximadamente, para luego regresar el arma a Mergo y sostenerla aquel de nuevo sin mucho problema, girando un poco por el impulso que le metió aquella de momento.

—M-mierda… ¡Podemos ganar! —exclamó la chica y corrió hacia Mergo, mismo que continuaba lanzando su arma para destrozar a las criaturas, a la vez que retrocedía, pues, aunque los noxakos vieran lo poderoso que era, no cedían.

Luego de arrojar tres veces el arma, algunas de las aberraciones lograron evitarlo, por lo que se estaban ya acercando al hombre, el cual parecía estar preparado para enfrentarles aunque su instrumento mortal siguiera lejos de él, pero entonces los noxakos que huyeron fueron cayendo gracias a las balas de Annia, la cual se posicionó al lado de Mergo para cubrirlo, luego de que recuperara su arma.

—¡Vete, con un…!

—¡Cállate y ataca! ¡Te cubro! —ordenó la mujer, para luego Mergo, sin más opción, caminar hacia atrás junto a Annia y seguir lanzando su arma, misma que esquivaban cada vez más las criaturas, derrumbadas éstas por la mujer.

La batalla continuó, y ambos mantuvieron el ritmo del combate durante casi quince minutos sin detenerse. Gracias a ello eliminaron a gran cantidad de criaturas una y otra vez hasta que el número ya se veía bajo considerablemente.

Esto puso mucha confianza en Annia, misma que continuaba atacando ya sin huir, pues las tres docenas aproximadas que quedaban no serían problema para el poderoso ataque de Mergo. Pronto, el hombre nuevamente lanzó su arma y ésta abatió a la mitad de los noxakos, por lo que Annia se apresuró y disparó a los más cercanos, continuando con los que le seguían antes de que Mergo obtuviera su instrumento de vuelta.

Ya con la espada doble en manos, Mergo y Annia corrieron hacia los últimos siete noxakos para destrozarlos sin necesidad de usar el ataque más poderoso. El cazador usó su arma cuerpo a cuerpo y rebanó con gran facilidad a las criaturas, mientras que la cazadora dio grandes tiros certeros con sus pistolas, lo que logró hacerles estallar la cabeza o el pecho a las aberraciones hasta acabar con ellas.

—¡Lo logramos! ¡Yeah! ¡Eso estuvo brutal! De verdad eres bastante fuerte. ¿De dónde sacaste esa arma que puede vencer a los noxakos? Pasa el contacto de tu herrero mágico —comentó de manera jocosa Annia al verse agotada, pero animada de haber destrozado a todas aquellas criaturas con una relativa facilidad.

—Gracias, pero… —En ese momento, el cazador se percató de algo, por lo que volteó hacia la cabaña—. ¡Maldita sea! —dicho esto, el hombre corrió de vuelta al lugar, seguido por la chica que se desconcertó al verlo así.

—¡Oye! Espera, ¿A dónde vas? —preguntó la mujer al correr detrás de Mergo, mismo que se veía preocupado.

—¡Tenemos que matar al noxako que está allá! —señaló a una de las aberraciones que se encontraba entre todos los orbes nox. Éste sujetaba uno que parecía brillar de una manera más aparatosa que el resto.

—¡Qué raro! No recuerdo haber visto uno que brille así —mencionó la cazadora sin entender lo que pasaba y menos la preocupación de su camarada en combate.

—¡No! ¡Muere maldito! —gritó Mergo al lanzar su arma, pero era demasiado tarde. El noxako introdujo a su pecho el orbe, lo que provocó que una gran energía celeste le invadiera el cuerpo y provocara un estallido de la misma, alrededor. Esto levantó una nube de polvo, a la cual el arma del hombre se introdujo, para luego salir del otro lado y regresar a manos de su dueño, quien se detuvo y se puso en guardia, nervioso.

—¡Hey! ¡Me estás asustando! Ya murió, ¿no? Dudo que no lo hayas golpeado —dijo Annia un tanto mortificada al ver la cara del hombre.

—No lo sé. ¡No bajes la guardia hasta confirmarlo!

—¿Qué te pasa? Aunque debo admitir que jamás había visto a un noxako introducirse un orbe… ¿Por qué haría eso? ¿Acaso…? —En ese momento, un enorme chillido se escuchó provenir desde la nube de tierra, cosa que asustó a ambos cazadores.

—¡Mierda! —gritó Mergo y de aquella pantalla se alcanzó a ver tenuemente un enorme monstruo que lanzó su largo brazo hacia el cazador, el cual esquivó el hombre agachándose, rebanada la extremidad por él al hacer un corte limpio con su espada. No obstante, de la misma extremidad creció otra que alcanzó a sujetarlo por el pecho y lo azotó fuertemente contra el suelo, provocando que el hombre sangrara de la boca.




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