Sacrificio

Quinta Ofrenda: Terror profundo

La siniestra aura ocasionada por los orbes que cubrían el valle dejó aterrorizada a Annia, misma que tragó saliva al entender que más noxakos no dudarían en llegar por uno de esos objetos que le «embonaran» como había sucedido anteriormente. Algo que sin dudas le helaba la sangre, ver a más de una monstruosidad como recién abatida sin dudas podría significar un verdadero problema.

—Vete ya, Annia. Es posible que mueras si te quedas —mencionó Mergo, para luego comenzar a caminar hacia el almacén donde descansó la cazadora hace poco.

—¿Qué? ¿Y tú sí vas a sobrevivir a esto? ¿Estás demente? —preguntó la chica, cosa que detuvo por unos momentos al hombre.

—No tengo porque responder a eso. No es una orden, es una recomendación. Tómala o déjala bajo tu propio riesgo —condenó el cazador e hizo enfadar todavía más a Annia.

—¡Menudo imbécil! Por un momento creí que serías más que un presumido temerario. ¡Uy, sí! Trabajo solo y soy fuerte. ¡Miren lo «emo y vengador» que soy! —satirizó la mujer en modo de arremedo a palabras que dedujo diría Mergo a su entendimiento por su actitud—. ¡Patrañas! Haz lo que quieras, ridi… —Pero antes de continuar, la chica notó algo colgando del cinturón de Mergo, un llavero de un pequeño muñeco que se le hizo familiar. — ¿Te gusta Dandy, el dragón gomoso? —preguntó impresionada la joven, con un tono completamente distinto al anterior.

—¿A-a ti también te gusta? —cuestionó sonrojado el sujeto, a la par que miraba con cuidado a Annia sin girar su cuerpo completamente, sólo su cabeza.

—¡ME ENCANTA! ¡Tengo en casa todas las figuras que salieron desde 1873 a la fecha!

—¿En verdad? ¿Tienes fotos? —respondió impresionado Mergo, a lo que Annia tomó su móvil y le mostro desde ahí donde estaba las pruebas.

—¡Claro que sí! ¡Mira! —Al decir esto, la chica colocó el aparato con las imágenes por enfrente de ella, a lo que Mergo casi corrió a verlas, impresionado por lo que veía.

—¡No lo puedo creer! ¡Tienes razón! Son tan geniales esas figuras. Yo tuve está de aquí.

—Es el modelo invernal de 1989. Muchos de nuestra generación lo tuvieron, pues siempre han sido juguetes que regalan por todo el mundo en ciertas zonas —explicó la chica, deduciendo que el hombre tendría aproximadamente su edad.

—¡Espera! —Dicho eso, Mergo le regresó a Annia su móvil y corrió al almacén, regresando con una caja que abrió para mostrarle su contenido—. Tengo todas las tarjetas holográficas y normales donde salió Dandy desde que era niño. Incluso, he conseguido algunas de años anteriores a cambio de orbes nox —señaló el joven al mostrar su colección, cosa que alegró mucho a la chica.

—¡Im-impresionante! ¡Estás casi no se consiguen ya! Yo no coleccionó tarjetas, pero las vi muy caras en el mercado negro. ¡Todas están aún en su envoltura!

—Sí, jamás las abría incluso de niño. Cuando crecí, me di cuenta que había gente que hacía lo mismo y eso me hace muy feliz —concluyó el hombre con una enorme sonrisa, observado por Annia que también se notaba muy feliz.

Sí tú quieres comenzar… —Inició Annia cantando, seguida por Mergo.

Hoy un día a celebrar… —continuó Mergo para luego interpretar la canción ambos al unísono.

¡Recuerda que Dandy contigo va a saltar! Con sus brincos él traerá, mucho amor y mucha paz. Con risas Dandy él amor y vida da. La luz de la mañana que brilla más. El destello que en la noche nos trae paz. La fuerza y el furor que brinda ya. La pureza del calor que regala más. ¡Dandy, Dandy, símbolo de paz! ¡Dandy, Dandy, armonía sin igual! ¡Dandy, Dandy, un dragón voraz! ¡Dandy, Dandy, gomoso e imparcial! ¡Sí! —Después de bailes y mucho júbilo, ambos se terminaron dando un abrazo, alegres, para luego separarse apenados, cosa que los extrañó un poco al momento.

—¡Emm! Bueno… Me alegra saber que no soy la única loca a la que le gusta un personaje infantil así de mucho —mencionó apenada Annia, cosa que Mergo, con una ligera sonrisa, replicó.

—Yo también estoy feliz de ello. Pensé que era el único que creía que Dandy era lo máximo. Marcó mucho mi infancia y fue prácticamente a lo único que me he apegado desde que tengo memoria para ser mínimamente feliz. —Esa declaración dejó a Annia con el corazón sensible, dando unos pasos hacia su colega y poniendo su mano sobre su hombro. A esto, Mergo volteó a ver el rostro solidario de la chica, lo que le generó una pequeña calidez en su interior.

—Perdón, pero mejor vete… Es peligroso, en verdad —reiteró Mergo, para pronto seguir su camino en soledad cargando su caja con tarjetas.

—Sabes, siempre digo que me gasto el dinero de los orbes en casinos o prostitutos, pero en realidad lo hago en mi colección de Dandy. Nadie había entendido eso hasta ahora. Y cuando encuentro a alguien, lo único que quiere es que desaparezca. ¡Qué tontería! —replicó decepcionada la chica.

—Pienso igual, pero lamentablemente, la personas que me rodean terminan muertas, asesinadas por noxakos. Puedo defenderme, sólo a mí. No tengo la capacidad de estar al pendiente de ti. Además, mi arma «Palkelenber», puede llegar a golpearte accidentalmente. Ya ha pasado —explicó el hombre apenado, con la mirada baja y avergonzada.

—Nunca he tenido un compañero de caza por lo mismo. Siento que sería horrible perderlo… Sólo quiero un amigo. ¡Podemos pasarnos un contacto o algo!

—¡No, Annia! Te agradezco tu tiempo y buenas intenciones, pero mi misión está por encima de todo. Hasta por encima de Dandy —dicho esto, el hombre apretó la caja y tembló, algo que llamó la atención de la chica.

—¿Puedes decirme qué misión? —Pasó un silenció incomodo que duró 10 largos segundos, luego Mergo suspiró, y con temor a todo, respondió.

—Eliminar a todos los noxakos —aseguró el hombre con una mirada fría y una lágrima brotándole de su ojo descubierto, a lo que Annia quedó paralizada y extrañada.




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