Sacrificio

Décima Primera Ofrenda: Tóxico

Danielle seguía acostada en la cama del hospital, cuya mirada estaba clavada en la bella luz que entraba por la ventana y en el cielo completamente despejado que había a los alrededores. Todo ello le regresó los ánimos que necesitaba para mejorar y salir de ese lugar, para volver a vivir y mejorar en todo aspecto posible.

Horas atrás, un doctor y unas enfermeras le comentaron que ya podía abandonar las instalaciones, que la darían de alta esa tarde. Esto la llenó de emoción, aunque también le preocupó un poco, pues saldría en silla de ruedas, ya que perdió su pierna.

Aun así, bastante segura e inspirada por la luz que ella estaba segura Annia y Mergo trajeron, pidió a las enfermeras traerle unas muletas, y aunque éstas se negaron, la chica insistió. Estaba lista a salir usando dichos instrumentos, por su cuenta, de pie a como diera lugar. No se pensaba rendir, no iba a hacerlo, menos ahora con el enorme rayo de esperanza que cubría el cielo.

En aquel momento, cuando la chica esperaba a que la dieran de alta, escuchó unos pasos inconfundibles acercarse a su habitación. La joven estaba segura de que se trataban de malas noticias para variar, mas no iba a dejarse llevar por las cosas negativas que trataran de derrumbarle su buen humor.

Danya Basilisco entró a la habitación, vestida con una capa larga oscura de tergal que tocaba el suelo, botas de alto tacón que superaban sus rodillas, al igual que guantes y grandes hombros, todo de ello de cuero negro. La mujer se colocó al lado de la cama de su hija con las manos tras la espalda, y Danielle ni siquiera volteó a verla, continuaba con la mirada postrada en la luz del día.

—¿Ni siquiera piensas…?

—¡Buenos días, mamá! —interrumpió lo joven, cosa que molestó todavía más a su madre.

—Preferiste interrumpirme. ¡Ya no me extraña ni un poco viniendo de ti! —Se quejó la mujer, para luego ver las muletas que estaban apoyadas en la pared cerca de la cama. —Te van a dar de alta en unos momentos. Espero estés lista para salir.

—Lo estoy. Tenlo por seguro —respondió la chica de manera fría y sin seguir viendo a su madre, la cual respiró profundo y continuó.

—Espero que vuelvas directo a casa y no hagas…

—¿Qué quieres, mamá? —preguntó la joven molesta, interrumpida la mayor y, finalmente, mirada por su hija—. Deja esa mierda de lado y ve al grano de una buena vez —exigió la chica, a lo que la madre, recta y sin alterarse, atendió la petición.

—¿Qué planeaban hacer tus amigos cazadores? —La pregunta sorprendió a Danielle, pues no esperaba algo así, menos de su madre, quien no parecía prestar atención a lo que su hija hacía con los demás.

—No lo sé. Cazar más noxakos, supongo. Eso hacemos todos, ¿no? —contestó desinteresada la menor, mas sudó un poco en frío y eso llamó la atención de la progenitora.

—Hay rumores de que hablaron contigo más de una vez, que incluso se vinieron a despedir de ti. Son más cercanos de lo que parecen y no sabes qué iban a hacer o a dónde fueron —recriminó la mayor al dar un par de pasos hacia enfrente para acercarse a su hija en cama.

—¿Cómo mierda voy a saber? Los conocí unos días antes de venir a parar aquí y estuve desmallada la mitad del camino para acá. ¡Perdona por no ser tan sociable, mamá! —exclamó molesta la joven, acción que hizo a la mujer retroceder y darle la espalda. Danya se comenzó a pasear en la habitación mientras hablaba.

—Estoy segura que lo notaste. Pasó no sólo aquí en la capital, sino en el continente entero, justo cuando el cielo se iluminó. El arma que tenía Mergo era sin dudas una reliquia excepcional, tu misma me comentaste que Annia te platicó que es capaz de destrozar decenas de noxakos de un sólo ataque, mientras que la chica es nada más y nada menos que la heredera de Kaito Zhou, el asesino de cazadores. Una de las personas más temidas, respetadas y odiadas de nuestro mundo. Justo después de rescatarte, no te esperan a que mejores. Sólo se van, como si tuvieran prisa. Hacen un depósito fuerte en el banco y un par de días después, esto —aquello dejó a Danielle atemorizada, más cuando su madre volvió a verla por encima de su hombro, todavía dándole la espalda.

—¿Y yo qué tengo que ver con eso? ¿No crees que estás exagerando? ¡Pudieron haber pasado mil cosas! Además, si sabes tanto de ellos, ¿por qué me preguntas a mí? Dudo que se hallan ido caminando —explicó la chica, pero la madre estaba segura de sus sospechas.

—Justo por eso los tengo bajo la mira, niña tonta. —Al decir eso, la mujer se empezó a acercar a Danielle. —Toda la gente que tiene contacto con nuestra familia es investigada por mi grupo de inteligencia. Cuando me dijeron que no tenían idea de a dónde fueron, me pareció extraño, pues alguien parecía cubrir sus huellas. Luego, me entero de esto. —La mujer, desde debajo de sus vestimentas, sacó un periódico que lanzó a la chica, misma que mostraba en primera plana que Anette Rosè había fallecido—. Casualmente, mis contactos me dicen que vieron a Annia y a Mergo en la capital de Mayenwa, justo donde se reportó la muerte de ese viejo loco, el mismo que alguna vez dijo que los orbes nox estaban haciendo daño a nuestro mundo y debían ser erradicados. ¿No te suena eso? Creo que alguien más estaba ahí cuando escuché eso.

—Yo… —Pero antes de decir algo, Dan tomó del cuello a su propia hija, y ésta sujetó la mano de su madre, atemorizada, pues el rostro de la mujer se veía completamente molesto, lleno de ira y odio.

—Escúchame bien, mocosa inútil. Si sabes algo, más te vale que lo digas, o las consecuencias que vas a pagar van a ser peores de las que puedes imaginar, ¿entendiste? Nuestra familia depende de ello, deja de ser una puta niñata egoísta y apóyame una vez en tu perra maldita vida. ¡Inútil de porquería! —exigió la madre expulsando levemente un poderoso veneno verdoso que comenzó a llenar la habitación, a la par que el rostro de su hija se turnaba un poco rojo, y luego azul al faltarle el aire, cuyas lágrimas brotaron del horror y dolor que sentía al momento.




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