Sacrificio

Décima Tercer Ofrenda: Primavera

Habían pasado ya algunas horas desde que Mergo y Annia habían abandonado la ciudad de May’en, camino hacia la ciudad más cercana en donde podrían abordar para ir al país vecino y de ahí hasta Vonrvus, su verdadero objetivo.

Mergo conducía el vehículo y se notaba bastante cansado, mientras que la mujer estaba a su lado no sólo fastidiada, sino que también bañada en sudor.

—¡Cómo odio este maldito calor de porquería! ¡Me estoy derritiendo! —gritaba la cazadora a todo pulmón al viajar a medio día por el desierto, cuyo clima era no sólo árido, sino que el sol estaba picante en esa ocasión.

—Siempre te estás quejando del calor. ¿No eres de Nwarvus acaso?

—¡Claro que lo soy! Pero soy del sur y ahí el calor no es tan horrible. Aun así, lo odio también allá. Detesto el calor, es una bazofia.

—¿Por qué? ¿No deberías estar acostumbrada ya?

—¿A qué? ¿A estar bañada de sudor todo el tiempo? ¿A sentirme pegajosa y oler a difunto? ¿A sudar todo el maldito día y morir de sed a cada rato? ¿A que me arda la piel cuando me sobre expongo a la luz del sol? ¡No señor! ¡Jamás me voy a acostumbrar! Es tortura pura este maldito lugar. Estúpido desierto y estúpido calor. ¡Hubiera preferido nacer con dones de hielo! —Continuaba quejándose Annia, lo que generó una sonrisa en Mergo.

—Sabías que el recorrido a May’al era largo. Dieciséis horas, para ser exactos. En una hora más estaremos llegando, para que te prepares a comprar los boletos y así puedas descansar en el avión con aire acondicionado.

—¡Qué el creador te oiga, Mergo! —Justo en ese momento, al estar recargada en su asiento, con los brazos abiertos y el rostro viendo al cielo despejado, el teléfono de la mujer sonó, contestado por la chica al momento. —¿Sí? ¿Qué pasó?

Señorita Annia, soy Geron —explicó la voz detrás del móvil, la cual sonaba algo nerviosa.

— ¡Ah! ¡Por supuesto! ¿Cómo está, Geron?

Muy bien. Puedo ver que completaron su misión y encontraron a Dandy. ¡Buen trabajo! —felicitó alegre el hombre, respondido por Annia.

—Todavía no podemos celebrar. Pasa y resulta que no encontramos a Dandy, pero sí una manera de recuperar el cielo de los continentes a como era antes. Desgraciadamente, hay gente que no está muy contenta con la idea. —Dichas palabras crearon un silencio incomodo del otro lado del teléfono, para luego continuar.

Estoy enterado que Danya Basilisco los atacó en May’en.

—Pues sí, pero creo que tanto Mergo como yo estamos acostumbrados a los malos tratos. —Al mencionar aquello, la mujer volteó a su compañero y éste sonrió en señal de ella tener razón.

Me alegra saber que están bien. Por favor, si necesitan algo, no duden en informarme para tratar de ayudarles en lo que me sea posible.

—De hecho, sí hay algo. Estamos yendo hacia otra ciudad y arribaremos a Funwa a más tardar mañana en la noche. ¿Podría adquirirme boletos hacia Vonrvus? —La pregunta causó curiosidad en Geron, mas entendía que, entre menos supiera, más seguro iba a ser para los cazadores.

¿A qué parte?

—A la capital estaría bien.

Me temo que por cosas de la guerra eso no es posible. Les recomiendo ir al oeste o al sur. Desde cualquiera de esos puntos pueden dirigirse a la capital sin problemas.

—¡Perfecto! Entonces pídalo a la ciudad que usted crea es la mejor para llegar.

De acuerdo. Les darán los boletos en Funwa, en la ciudad de Fu’cek uno de nuestros aliados les hará entrega de dichos pases.

—Me parece bien. Muchas gracias por ayudarnos a borrar nuestros pasos.

Es lo mínimo que podemos hacer por ustedes. Por favor, anote este número: 856 200 4.

—¡Anotado!

Si necesitan de mi ayuda, usen esa línea. Destruiré este teléfono y esperaré ordenes de ustedes. La persona que les va a entregar los boletos sabrá encontrarlos.

—Entiendo. Así será, Geron. Y no son ordenes, son peticiones. No se sienta obligado, por favor.

Es lo mínimo que podemos hacer, Además, hay más personas, no sólo Danya, que harán todo lo posible para detenerlos. El apagón fue algo sorprendente, pero necesario. Nos veremos pronto.

—Así será. ¡Adiós, Geron! —dicho eso, ambos colgaron y el antiguo ayudante de Rosè destruyó su móvil para luego continuar con sus labores comunes.

Por su parte, finalmente Mergo y Annia llegaron a la primera ciudad dentro de Mayenwa que era su objetivo. Ahí vendieron el vehículo a un medio independiente, llamaron a Acoss para que le enviara sus cosas al país vecino y tomaron un avión hacia Funwa, en donde se encontraron con el aliado que les dio los boletos que los llevaría a Vonrvus, el viejo continente, al igual que sus cosas enviadas por el diseñador.

El viaje en el aeroplano fue bastante tranquilo y sin ningún tipo de complicación. Tan pronto arribaron a Vonrvus, Mergo y Annia no tardaron en impresionarse al ver el cambio de panorama, pues el lugar era un bello continente poseedor de largos pastizales verdes, esplendidas cadenas montañosas y muchísimos mares de belleza inigualable.

Ahí el clima era sin duda diferente, y aunque era un poco caluroso, se podía respirar un aire un poco más fresco.

El único problema de los cazadores era que, ahora estando en Vonrvus, se notaba mucho la diferencia entre un cielo corroído y otro despejado. De inmediato sintieron el enorme peso y las terribles tinieblas que estaban obstruyendo los rayos del sol, así como los numerosos noxakos que sin dudas estaban por ahí libres sin ningún peso gracias a esto.

Ghalvon, el país al sur del continente, poseía hermosas ciudades un tanto modernas. Una de ellas era Ghal’kho, la cual parecía ser un lugar industrial más que cualquier otra cosa, pues había pocos hoteles y hostales donde podían quedarse los extranjeros. El más disponible era sin dudas el del aeropuerto, a donde fueron a parar los cazadores.




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