El día era bastante caluroso, la carretera larga y el viento un tanto fresco, mas no lo suficiente para ignorar el sol que estaba pegándoles en la cara a los cazadores, mismos que estaban callados al andar en el auto que continuaba conduciendo Hung, el cual no apartaba la mirada del camino, con Annia de copiloto, cuyo rostro de cansancio y fastidio era evidente.
Mergo no sabía qué decir, y hace rato que se había creado un silencio incomodo después de que Chūnfēng contara muchas cosas durante casi cuatro horas. Al notar que era el único que hablaba, decidió guardar silencio para ver si alguien comentaba algo, pero parecían muy tensos.
—¡No aguanto más! —gritó Annia al llevarse las manos a la cabeza y erguirse en su asiento.
—Aquí vamos —condenó Mergo al verla.
—¡Hace demasiado calor! ¿No podemos parar en alguna ciudad cercana o algo para que pueda refrescarme en una habitación con aire acondicionado en modo polar? —Se quejó la chica, lo que hizo reír a Chūnfēng y Hung.
—Es cierto, hace demasiado calor el día de hoy —secundó el mayor, para luego Annia notar que estaba sudando mucho.
—Odio este clima. Entre más vayamos al norte, más calor hace. Es un fastidio —ultimó el más joven, alegrada la cazadora.
—¡Por fin! Más gente que tiene sentido común. No como otros. —La chica miró con desprecio a Mergo, molestó mucho al notar aquello.
—¡Ustedes son unos exagerados! Los tres tienen descubierto el abdomen. Incluso Hung no tiene camisa. No deberían estarse quejando con el viento que hace —replicó Mergo, algo que hizo reír a todos los demás. Luego, el mayor comentó algo sobre eso.
—Eso es cierto. El viento está ayudando mucho a que no estemos muriendo, pero sí estaría bien hacer una parada en una ciudad cercana antes de atravesar hacia la capital.
—¿Ya vamos a llegar? —preguntó impresionado Mergo, respondido de inmediato por Hung.
—Sí, mañana mismo llegaríamos a la ciudad centran de Vonzenor. ¿Vamos hacia un lugar en específico? —La pregunta del hombre hizo que ambos cazadores foráneos vieran al menor.
—Al auditorio Sakura. Vamos a ver la presentación de ese día. —Eso confundió un poco a los extranjeros, e hizo que Hung hiciera un gesto un tanto serio por las palabras de su protegido. Parecía que no le agradaba del todo la idea.
—Está bien. Hay que apurarnos entonces. La presentación es mañana en la noche. Creo que podemos llegar a medio día si vamos directo y acampamos.
—¡Ah! ¡Maldita sea! Temí que dijeras eso. —Se quejó Annia, lo que le regresó la sonrisa al conductor.
—No te preocupes. La noche en este lado de Vonrvus es muy fría. Vamos a dormir bastante bien y sin problemas. —Ese no era el problema, sino que Annia sabía que debían hacer guardias en la noche dos de cada equipo medio turno y la otra los restantes, por lo que no descansaría bien.
—Okay. Gracias por preocuparte, Hung. —La mujer se cruzó de brazos y suspiró.
Pronto llegó la noche, y luego de un camino bastante caluroso y agotador, los cuatro se reunieron alrededor de la fogata que encendieron Annia y Mergo. Hung y Chūnfēng cazaron un par de conejos que procedió Mergo a cocinar, aunque él no comió de ellos, pues es vegetariano, a diferencia de los demás que disfrutaron de la buena sazón del hombre a pesar de no haber probado el animal.
—¡Está delicioso! ¿Cómo es posible que puedas prepararla tan bien si no te gusta? —preguntó emocionado Chūnfēng, sonrojado un poco Mergo.
—Mi madre me enseñó a cocinar todo tipo de platillos. Le preocupaba que me casara con una mujer que no supiera cocinar y le gustara la carne. Por eso me instruyó para preparar de todo. —Esas palabras fueron dichas con mucha nostalgia y alegría, algo que llenó de calidez el corazón de todos.
—Estoy segura que está muy orgullosa de ti —comentó Annia, para luego levantar la mirada Mergo y sonreírle.
—Supongo que lo está —dijo con una frágil sonrisa que denotaba cierta tristeza.
—¿Tienes hermanos? —preguntó Hung, curioso.
—Sí. Dos hermanas mayores y un hermano menor.
—¿Y alguno sigue viviendo con tu mamá o son todos cazadores?
—Todos están muertos. —Aquello dejó a los presentes sin palabras, en espeical a Chūnfēng, pues la última pregunta la hizo él.
—Yo… ¡Duìbùqǐ! ¡Lo siento mucho! No sabía…
—Descuida, no pasa nada. Es normal que asumamos cosas así. No es tu culpa —aseguró Mergo con el mismo rostro melancólico que tenía desde que comenzó a hablar de eso.
—No, fui muy entrometido. Esas cosas no se preguntan a la ligera y… —Antes de continuar, Annia tomó a Chūnfēng del brazo, lo que llamó su atención e hizo callar.
—Ni siquiera yo lo sabía. No había forma de que nos enteráramos. Mergo es una persona muy reservada. Es normal —explicó la mujer, lo que tranquilizó al menor—. Gracias por compartirnos eso. Creo que hablo por todos cuando digo que lamentamos tu perdida y esperamos tengas pronta conciliación. —Esas palabras hicieron que una pequeña lágrima cayera del ojo descubierto de Mergo, a la par que sonreía pleno.
—Gracias. —La cena continuó normal. El tema fue cambiado por Annia. Preguntó a los otros por su familia, respondido que estaban en su mayoría bien, para al final regresar la cuestión a la chica. La respuesta fue igual a la de Mergo, mas ella se veía muy tranquila al respecto.
La cena acabó, todos recogieron sus cosas y se acomodaron alrededor del fuego, Annia y Chūnfēng un tanto alejados de éste porque tenían calor, mientras que Hung y Mergo se quedaron despiertos para hacer la primera guardia, sentados uno al lado del otro.
Luego de un rato, tanto Annia como Chūnfēng iniciaron un dueto de ronquidos que hizo a ambos hombres reír mucho, a su vez, esto rompió el hielo que había entre ambos, por lo que comenzaron a platicar.
—Veo que quieres mucho a Chūnfēng —comentó el extranjero, sin dejar de ver al pequeño—. Se nota que es muy buen muchacho. Supongo estás muy orgulloso de él. —Lo declarado consiguió cambiar el rostro de Hung a uno de impresión, a la par que veía la cálida sonrisa que tenía Mergo al ver dormir al chico.