Sacrificio

Vigésima Segunda Ofrenda: Hermandad helada

Durante la noche, en el país de Vonrvus, Danielle caminaba con su muleta de una manera más cómoda por un largo pasillo a media luz, en una de las instalaciones médicas del enorme continente, misma donde se encontraba todavía en recuperación su hermano Denzen, el cual se hallaba sentado en un cómodo sofá, con los ojos vendados y ya con una apariencia un poco más saludable a la que tenía después de haberse enfrentado a Aerya.

La chica entró a la habitación y vio a su hermano, solo, derrotado y temeroso. Éste, al oír los pasos de su hermana menor, de inmediato dedujo que se trataba de ella.

—Dan, ¿has venido a verme o a burlarte de mí? —preguntó el hombre, cosa que hizo fruncir el ceño a la menor.

—No digas disparates, Denzen. ¿Qué te pasó en la cara? Khun Aerya decidió cegarte a cambio de perdonarte la vida? —Las palabras de la menor hicieron que su hermano bajara la mirada, además de que tembló un poco y apretó los labios en lugar de responder. —Khun Aerya es muy poderosa… No me extraña que hayas perdido en su contra, no tienes porque aver…

—Fue mamá —tajó el chico de la nada, notada sangre detrás de los vendajes del joven, como si estuviera llorando—, ella me cegó —continuó el hombre, lo que dejó sin habla a la chica.

—Ya estoy harta —expresó Dan al bajar la mirada y apretar los puños—. Nos tratan como si fuéramos basura, después de todo lo que nos hemos esforzado. ¡Khun Aerya es uno de los cinco terribles! Era obvio que iba a pasar esto, y aun así peleaste. ¿Eso no es suficiente? —cuestionaba la chica a su hermano, cosa que hizo sonreír al mal herido.

—¿Estás loca? ¡Claro que no es suficiente! —expresó el mayor, cosa que hizo a la chica mirarlo molesta—. ¡Somos la herencia de los Basilisco! No importa qué haya enfrente, debemos enfrentarlo y salir victoriosos. Mi derrota fue una vergüenza, mamá tenía todo el derecho de castigarme, mas no importa. Los doctores dicen que puedo entrenar para luchar sin mi vista. ¡Voy a servir a nuestra familia hasta el último día de mi vida! ¡Para eso nacimos, mocosa mal agradecida! —Las palabras de Denzen y sus gritos dejaron paralizada a Dan, misma que cerró los ojos y sonrió levemente.

—Ya veo… Definitivamente odio a esta familia —declaró la mujer, cada vez mostrando más sus dientes.

—No importa qué tanto nos odies. Sigues siendo parte de nosotros y sigues avergonzándonos con tu inmadurez e inexperiencia. ¡Perdiste una pierna por estúpida, y ahora, maldita coja, sólo te queda quejarte y tratar de avanzar! ¡Jamás estarás encima de nosotros! —Se burló Denzen de su hermana, a la par que el rostro de la chica pasaba de uno alegre a siniestro, con una notoria sonrisa malévola en él que denotaba una gran malicia y oscuridad.

—Ya me cansé —confesó Danielle, al mismo tiempo que despedía un poderoso veneno oscuro de su ser—, ya no viviré a la sombra de ustedes, malditos esclavos. —El veneno se esparció por toda la habitación y ahogó a quienes lo llegaran a respirar.

Danielle salió caminando con su muleta de la habitación, con una apariencia tan diferente que difícilmente alguien la reconocería al verla. Físicamente era igual, mas emocionalmente había evolucionado por completo.

«No voy a dejarme hacer menos. No voy a permitir que sigan pisoteándome estos malditos mal nacidos que se hacen llama “mi familia”. Voy a aplastarlos. Detendré a mi madre y sus estúpidos lacayos que son mis hermanos. Lo siento, padre, pero tal vez yo nací para acabar con esta familia de una vez por todas», pensó la chica al abandonar el hospital, con camino hacia otro continente lejano a Vonrvus.

El amanecer llegó a el helado continente de Arnbvus. Los cazadores que se hallaban en la posada Brightpeak se levantaron e hicieron sus labores matutinas antes del desayuno, al igual que Annia y Mergo, quienes notaron que Novan ya no se encontraba en la habitación, sino en el baño, aparentemente preparándose para bajar.

Al salir de dicho lugar, el joven se veía ya arreglado y listo para el desayuno, mientras que sus compañeros de cuarto se notaban todavía adormilados y con cierto recelo a salir de sus camas por el intenso frío que se sentía dentro, a pesar de la calefacción que había en el lugar.

Sorpresivamente, al ver por la ventana, los cazadores se dieron cuenta que la tormenta seguía su curso. No había cedido ni un poco, cosa que les mortificó al saber que ya no tenían manera de mantenerse y avanzar en la localidad. Aparentemente todo se iba a complicar muchísimo si no ponían un plan en acción rápido.

Por lo pronto, Annia sugirió a Mergo bajar a desayunar y esperar a que el clima mejorase en la tarde, pues era muy temprano todavía y podría ponerse más tranquilo en el transcurso del día, algo que no convencía del todo al hombre.

A pesar de eso, los cazadores fueron al comedor y se hallaron con varios residentes un poco tranquilos y derrotados. Aparentemente la resaca de las bebidas de la noche anterior estaba haciendo efecto al momento, por lo que ellos pidieron un desayuno un poco más picoso que los ayudara a superar el malestar. Por su parte, Novan pidió algo cien por ciento vegano, cosa que sorprendió a los cazadores de Nwarvus.

Aprovechando el ambiente familiar, Annia tomó la palabra en medio de la ingesta, lo que llamó la atención no sólo de Novan y Björn, sino también del resto de cazadores.

—Disculpen, es obvio que no somos de por aquí, y quería preguntar si la tormenta va a calmarse pronto o seguirá igual de intensa todo el día hasta mañana —preguntó la mujer con algo de nervios, no tanto por hacerlo, sino por la posible reacción de Björn al enterarse que, tal vez, ya no pueden pagar la recepción.

—Continuará así hasta medio día. Ahí bajará un poco, mas no para que sea seguro transitar —explicó el hombre que invitó las bebidas la noche anterior—. En nuestro continente, las tormentas duran días, incluso la semana entera. La caza comúnmente se hace en los días donde no está el clima tan hostil, porque a los noxakos no parece afectarles, sino beneficiarles —terminó de decir el hombre, cosa que mortificó a la chica.




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