Sacrificio

Vigésima Cuarta Ofrenda: Actuación perfecta

Mientras hablaban en la cabaña abandonada en medio de la fría montaña, Novan y Annia se percataron de un extraño sonido que provenía desde uno de los sitios más oscuros del lugar, uno de donde aparentemente antes no había nada.

Ambos cazadores, asustados, se pusieron en guardia y cubrieron a Mergo, quien continuaba dormido y mal herido.

—¿Un noxako? No me sorprende —aseguró Annia, para luego escuchar más pasos que desde la negrura iban hacia ellos.

—No, hay algo raro. Dudo que… —Fue entonces que se hizo visible gracias a la poca luz que entraba por el techo, por donde también caía un poco de nieve acumulada del techo, tumbada por el viento.

Un niño de unos aparentes diez años fue revelado. Dicho vestía un par de botines blancos, un sombrero, pantalones cortos y uniforme de marinero, todo con líneas azules que lo resaltaba del color más claro. No obstante, los ojos rojos del infante, además del pastel que cargaba en su mano derecha con cierta facilidad, lo volvían un tanto atemorizante, algo que confundió mucho a los cazadores.

—¿Qué demonios hace un niño aquí? —preguntó Novan al bajar la guardia, a la par que el chico se detenía debajo del agujero del lugar, observado con cautela por los cazadores.

—Oye, niño. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegaste? —mencionaba la mujer sin dejar de apuntarle.

—Baja eso, puede que…

—¡No seas ingenuo! Es un cazador, obviamente. ¿Cómo entraría aquí si no lo fuera? Sólo conozco a un loco que traería a un niño a este lugar y dudo que sea el caso —explayó la mujer, con los ojos bien puestos en la cara inexpresiva del infante—. Deja de fingir y dinos qué quieres. Puede que se trate de una ilusión como la que ve Mergo. Ese pastel me hace pensar en ello, mas creo que es muy pronto para bajar la guardia. —Al decir eso, el infante volteó hacia Mergo y lo observó detenidamente. Luego de eso, colocó el pastel que llevaba frente a él y lo sujetó con ambas manos.

Annia y Novan vieron callados la escena, cómo la nieve caía sobre el niño que no quitaba los ojos del pastel, para luego regresar la mirada a los cazadores y de pronto, sin previo aviso, hundir su rostro en el voluminoso postre de betunes celestes y blancos en favor de tragarlo precipitadamente.

La escena extrañó a la mujer, misma que sólo veía cómo el infante estaba devorando la tarta, sin detenerse y de manera monstruosa, algo que la perturbó un poco, decidida a disparar. No obstante, de la nada, Novan comenzó a sentirse mal. Annia volteó hacia su compañero y notó que tenía el rostro completamente rojizo y estaba haciendo arcadas como si deseara vomitar.

Novan, en un intento desesperado por respirar, se indujo vomito, pues sentía que algo estaba atorado en su garganta, lo que le dio paso a expulsar la comida de su estómago. Annia lo ayudó haciendo una maniobra de desobstrucción al entender qué le pasaba, mas no parecía funcionar. El cazador estaba cada vez más débil y continuaba ahogado y vomitando.

—¿Qué pasa? ¿Cómo es… posible? —mencionó la chica, para luego voltear hacia el niño y notar que aquel levantó la cara repleta de betún, revelada una daga oculta dentro de la tarta—. ¡Hijo de puta! —gritó la mujer y apuntó al infante, quien tomó de inmediato la daga y la empuñó.

La sorpresa de Annia fue sorprendente al notar que el niño se apuñaló el estómago de inmediato, cosa que la dejó paralizada.

A su vez, Mergo despertó con un grito de dolor, y cuando la mujer volteó a verlo, notó que escupía sangre y parecía estar herido del estómago.

—¡MERGO! —gritó desperada la pelirosa y corrió hacia él. Le arrancó la chaqueta y playera para ver su estómago y notar que tenía la herida de una daga ahí mismo, y que pronto aparecieron más y más, como si lo estuvieran apuñalando varias veces, acción que hizo gritar a Mergo de dolor, a la par que la chica no hallaba cómo defenderlo, por lo que volteó a ver al niño. Aquel estaba clavándose la daga una y otra vez mientras reía a todo pulmón.

Novan continuaba vomitando y Mergo ahora tenía múltiples puñaladas en el estómago, por lo que Annia, enrabietada, se puso de pie, invocó los cuernos y las alas de Dandy y apuntó al niño desplegando todo su poder.

El chico no se movió al ver esto, mas luego saltó detrás de un mueble al sentir que una estaca de hielo lanzada por Novan iba a golpearlo, mismo arrebate que falló al igual que las balas de luz que disparó Annia.

—¡Mierda! ¡Resistan! ¡Voy a matar a ese mocoso! —aseguró la chica y nuevamente Novan vomitó, lo que le hizo quedarse inconsciente de momento.

Por su lado, el niño estaba detrás del mueble comiendo más pastel, lamidos sus dedos llenos de betún, con la daga en mano, a punto de clavarla nuevamente, no sin antes asomarse.

—Él me dijo que eran dos. Uno más es un estorbo, pero morirá. Van a morir los tres. Mi rey, no le fallaré —susurró el niño, listo para atacar. Para su infortunio, un estruendo se escuchó, y con una velocidad increíble, Annia saltó con el impulso de sus alas verdes al otro lado de la habitación, donde quedó frente a frente con el chico, al cual disparó dos de sus balas de fuego, pues su energía estaba ya casi agotada y le era imposible continuar con las de luz.

Al notar esto, el niño sonrió y, en lugar de evadirlas, únicamente volteó tan rápido como pudo a ver a Mergo, atravesado por los proyectiles aparatosamente en un hombro y pulmón. Al mismo tiempo de ello, él lanzó su daga a Annia y pudo clavársela en la pierna de la mujer, ocasionada su caída y aparatoso choque contra los muebles viejos de la casa, al igual que con una columna. Esto provocó que cayera el techo sobre ella y la dejara mal herida de momento.

Annia, al tratar de salir de los escombros, notó que el niño se puso de pie como si nada. Por otro lado, Mergo estaba gritando nuevamente, herido en el hombro y pecho, cuyas marcas parecían haber sido hechas con sus balas.

—I-imposible… ¿Qué demonios pasa? —preguntó la mujer, tomado un tubo por el infante en camino hacia ella, que muy apenas podía arrastrarse por el dolor y que estaba desarmada, pues el choque le hizo soltar sus pistolas.




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