Sacrificio

Vigésima Quinta Ofrenda: Incurable

«Había pasado ya mucho tiempo desde que no los veía. Desde la última vez que tuve contacto con ellos, con los que me salvaron años atrás, cuando creí que todo se había acabado para mí».

Me encontraba en Nwarvus, decidida a seguir mi propia senda lejos de todo lo que había aprendido de Kaito Zhou, el hombre que tanto odiaba y admiraba. No obstante, me hallaba perdida en un bosque vasto de oscuras posibilidades, sin entender qué podría ser lo mejor para mí o para quienes todavía me amaban sin que yo lo supiera.

—Colección de tarjetas con álbum incluido. Todas sin pegar. Dandy y sus amigos edición 2. El precio inicial es de 10 orbes nox —proponía el moderador en una subasta de la capital, donde se estaban ofreciendo productos oficiales de Dandy.

—Cincuenta por el álbum —exclamé al levantar mi paleta, sentada en medio de mucha gente rica interesada que me voltearon a ver desconcertados.

—¡Wow! ¡I-increíble! ¡50 orbes por parte del número 27! ¡50 orbes a la una! ¡50 orbes a las dos!

—Cincuenta y un orbes —exclamó un hombre que estaba retándome, mismo que volteó a verme con un rostro confiado, para que yo subiera la apuesta y tengamos este tonto «estira y afloja» que hace divertidas a las subastas.

—Cien orbes —propuse de inmediato sin dejar de ver al sujeto. Dicho se quedó boquiabierto luego de eso.

—¡100 orbes a las tres! ¡Vendido al número 27! —La gente murmuró por mi decisión, mas 100 orbes no era nada a comparación a todo lo que Kaito había dejado atrás. Eran tantos los que tenía ocultos que gastarlos así era lo mejor que podía hacer por ellos.

Después de adquirir los únicos tres artículos que fui a buscar, me puse de pie y retiré a tomar aire fresco fuera del nido de serpientes ridículas que estaban ahí metidos.

La noche en la ciudad aún era joven, y justo cuando creí tener un minuto de paz, el postor que me peleó antes, un hombre apuesto y de muy buen ver, salió detrás de mí.

—Supongo que te gusta mucho adquirir cosas que no tuviste en tu infancia —comentó el sujeto, cuya apariencia de niño rico me molestaba demasiado.

—¿Así ligas? ¿Molestando a quien te gusta y haciéndola gastar el doble en un artículo que ciertamente nadie quería? —pregunté molesta, cosa que el tipo tomó de buena manera, a la par que fumaba un habano.

—Definitivamente usted sabe cómo llamar mi atención, señorita Annia Lawrence. —Sus palabras provocaron que mi rostro se dirigiera al de él. No puedo negarlo, su rostro era muy bello, y su confianza me atrajo, tanto que estuve viéndolo por encima de mi durante algunas horas, sudado y escuchando sus gemidos en sintonía con los míos, envueltos en suaves sabanas de su penthouse.

El hombre terminó recostado sobre mí luego de haber acabado por enésima vez, agotado y respirando dificultosamente, al igual que yo, la cual lo apartó para beber un poco de agua al sentarme en la orilla de la cama que compartíamos.

—Eso fue increíble. Necesitamos repetirlo pronto. Dame 15 minutos y puedo seguir —sugirió el sujeto, a lo que respondí con una leve sonrisa y un rostro que denotaba dureza e impresión a la vez.

—Se te va a caer el pene si continuas así —comenté de manera sarcástica, algo que hizo reír al hombre y lo hizo lanzarse de espaldas para acostarse completamente y mirar al techo.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Espero que no sea sobre Kaito. —Eso hizo que el hombre pusiera una cara de estúpido.

—¿De verdad no sabes dónde está? —La cuestión me molestó muchísimo. Estaba harta de que todos siempre dijeran lo mismo. —Sé que han pasado ya muchos años, pero la gente sigue creyendo que está oculto y no muerto. —No dije absolutamente nada sobre eso, sólo me puse de pie, tomé mi ropa y me dispuse a salir del lugar.

—Adiós —contesté sin más, cosa que molestó al sujeto.

—¿De verdad te vas a poner así sólo por eso? ¡Es verdad lo que todos dicen! ¡Exageras! —No volteé, salí, cerré la puerta y me coloqué mi ropa en el pasillo del hotel en donde estábamos, situado en la zona más poderosa de la capital.

Cuando por fin comencé a irme del lugar, el tipo salió de su habitación e insistió por última vez en esa ocasión.

—No hagas nada estúpido —pedí amablemente, mas no me escuchó.

—¡Admítelo! ¡Tienes miedo de que esté muerto! —Luego de eso, saqué mi pistola roja y apunté al desgraciado.

—Tienes suerte de no ser un cazador. Estarías muerto —repliqué furiosa, a lo que el tipo sonrió.

—Eres sólo una mujer olvidada por la leyenda. En realidad, no eres nadie sin Kaito. —Esas palabras me enfurecieron demasiado, tanto que disparé una poderosa bala de fuego.

Todos salieron de sus habitaciones y me observaron apuntando, molesta. Bajé el arma y me di la media vuelta, lo que dejó al sujeto en el suelo, sentado, asustado y con un marco de la puerta del hotel destrozado y en llamas.

Las miradas estaban sobre mí como siempre. Quienes no me conocían pensaban que era una tonta cazadora débil. Los que sabían quién era sólo les preocupaba saber qué había pasado con el estúpido de Kaito. Nadie en realidad sabía quién era yo. El maldito tenía razón y era algo que de verdad me hervía la sangre.

Caminé hacia la parte horrible de la capital, donde la gente indeseable se reúne, sólo para que alguien me molestara y así tener una excusa de matar.

—¿Eres Annia, cierto? ¿Qué hace una perra como tú en este lugar? ¡Éste no es sitio para gente rica y famosa! ¡Estás en el barrio equivocado, perra! —Tan pronto la mujer se me acercó luego de insultarme, sonreí y estaba dispuesta a asesinarla, hasta que alguien me habló.

—¡Alto, nena! —Esa voz, sabía perfectamente a quién pertenecía, por lo que bajé el arma, miré hacia atrás y lo vi—. Mucho tiempo sin vernos, mi chiquita —mencionó el sujeto de lentes, barba y sonrisa amigable.

—Morgrem… —no pude evitar explotar en felicidad y correr hacia él, mismo que me recibió con los brazos abiertos.




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