Sacrificio

Vigésima Octava Ofrenda: Puntería exacta

Dentro de un titánico castillo oscuro, en lo que parecía ser una imponente sala de estar, se hallaba sentada cómodamente Danya en uno de los sofás, misma que fumaba sin ser perturbada en el lugar, en espera de algo.

La mujer, quien parecía estar desprendida de lo que sucedía a su alrededor, observaba los numerosos cuadros que estaban adornando las paredes del sitio. Aquellos poseían pinturas de personas que se notaban importantes, poseedoras todas de una singular corona que, con el pasar de las obras, se notaba más y más vieja.

Luego de un rato, una persona rodeada de nobles y guardias se hizo presente en el lugar donde la mujer lo esperaba. Aquella, al escuchar que se aproximaban, se puso de pie e hizo una reverencia leve a quien estaba presente, para luego ser invitada a sentarse junto con otras personas que se les veía bien vestidas.

—Bienvenidos sean todos. Lamento que hayan tenido que viajar hasta acá, mas parece que es necesario debido a la situación que enfrentamos —mencionó la figura de aparente máxima autoridad, sin dejar Danya de fumar al escuchar eso.

—Mi rey, no hay nada de que lamentarse. Es obvio que la situación se está saliendo de control y necesitamos hacer algo rápido si queremos detener a los traidores Annia Lawrence y su acompañante —comentó uno de los hombres elegantes, escuchada la risa de una mujer que también parecía ser muy poderosa.

—La señora Danya ha estado cazándolos todo este tiempo sin éxito. No tratamos con simples traidores, sino con terroristas. Estas personas provocan la extinción del mundo como lo conocemos, y ahora que se encuentran en Hexlevus, estarán sólo a un paso de acabarlo todo, de venir a Qwinbakvus y cumplir con su fétida misión —explicó aquella dama con coraje, algo que alteró a los presentes, excepto al rey y a Danya.

—Es cierto —comenzó a hablar el terror de Nwarvus—, no he tenido éxito en eliminar a esas molestias. A donde van hacen grandes aliados, e incluso se las ingeniaron para asesinar a Abraham, quien pensábamos no tenía rival alguno. Las cosas se han salido de control y acepto parte de la culpa. Me confié en Nwarvus y estoy pagando los platos rotos ahora —terminó de decir Danya, dado un largo sorbo a su cigarrillo.

—Ya me cansé de ser paciente —declaró el rey, cosa que llamó la atención de los presentes—. Es hora de que el mundo entero descubra porque Qwinbakvus es el continente más poderoso de todos —dicho eso, el hombre se puso de pie, notada la corona sobre su cabeza, la misma que se ve en los cuadros alrededor—. Destruiremos el lugar donde se ocultan en Hexlevus, así como lo hice con la isla Yubime. Se acabó la compasión y los métodos sigilosos. El tiempo de demostrar nuestro poder ha llegado. —Luego de eso, todos los empresarios que estaban presentes se inclinaron ante el rey, excepto Danya, la cual se puso de pie.

—Enviaré a los Basilisco restantes a dirigir su ataque, majestad. No le fallarán. —La mujer se inclinó y tomó la mano del hombre, para luego besarla en símbolo de respeto.

Los presentes en la sala, maravillados por las palabras del soberano de Qwinbakvus, escucharon atentos su plan y próximos movimientos, sin haber una palabra en contra de sus deseos, mismos que se harían realidad en la proximidad de los días a como mencionó el propio rey.

Dentro de una cafetería cerca del aeropuerto, Annia esperaba paciente a Malak, a la par que tomaba un café y comía una dona con glaseado de maple encima, observada la calle por ella con algo de impaciencia, hasta que la persona que esperaba hizo acto de presencia.

—Diez minutos tarde. Lamento la demora —se excusó Malak al tomar asiento frente a la chica, misma que sonrió de momento.

—Está bien. En realidad, llegué también después de las ocho. —Aquello hizo que la mujer viera extrañada a Annia, y una vez sentada, respondió a eso.

—Aquí tardan en darte el café nueve minutos. A menos que hayas llegado a las ocho con un minuto, lo dudo. —Esa declaración provocó una risa impresionada de Annia. Ella se cruzó de brazos y se recargó en su asiento.

—¡Atrapada! ¡Ja, ja, ja! Es cierto, llegué tres minutos antes. Perdón por tratar de hacerte sentir menos mal.

—Gracias, Annia —sonrió complacida Malak ante lo confesado, cosa que puso feliz a la pelirosa—. ¿Cómo sigue tu amigo? —La pregunta sorprendió un poco a la cazadora, sobre todo la coqueta sonrisa que le salió al preguntar.

—Pues… ¡Bien! Se encuentra de maravilla. Se está recuperando y pronto iré a verlo. Supongo que puedes acompañarme. —La mujer, al terminar de decir eso, se acercó a la piloto con una mano cerca de su boca, cosa que imitó Malak sin acercar una extremidad a su rostro, más bien poniendo por enfrente su oreja para escuchar mejor. —Es soltero, si te interesa. —Aquello provocó risas en ambas mujeres, regresadas a su lugar.

—Me caes muy bien, Annia. ¡Quiero un pay y un café! —solicitó la mujer de tes oscura, a la par que continuaba jovialmente platicando con su nueva amiga.

En un punto, la plática pareció ser tan divertida que ya estaban compartiendo algunas anécdotas un poco personales, muchas aparentemente bastante graciosas, hasta que, luego de tres rebanadas de tarta, dos rosquillas y nueve tasas de café, la plática pareció turnarse un tanto seria.

—Mis padres murieron esa noche —confesó Malak con la mirada en el café y una voz apagada, cosa que puso sería a la pelirosa—. Habíamos pasado una tarde tan divertida que creí imposible que algo malo pudiera suceder, mas pasó. Qwinbakvus atacó nuestra ciudad con una fuerza brutal, asesinó a la gran mayoría de las personas ahí, incluida mi familia entera, únicamente siendo yo sobreviviente al atentado que derrumbó nuestra casa. Cuando los soldados del otro continente me vieron, pensaron en asesinarme. Tenían ordenes de aniquilar a los sobrevivientes, y cuando apuntaron con sus armas, él apareció y los asesinó con un par de tiros. —Esas palabras dejaron boquiabierta a Annia, completamente congelada.




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